Cultura

Monumento a la pintura sin tiempo

  • El CAAC acoge una muestra que es como un manifiesto rotundo de lo que José Soto siempre buscó y ahora logra plenamente

José Soto. Centro Andaluz de Arte Contemporénao. Hasta el 9 de septiembre.

Una serigrafía de 1969 editada gracias a Fernando Zóbel, que también adquirió una obra muy similar para el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, es el origen de Negro y rojo sobre blanco. Espacio continuo en diagonal, la obra que centra y culmina la exposición de Pepe Soto en el CAAC. Sólo por esta obra ya merecería la pena la exposición, pero es que además es una gran oportunidad de conocer gran parte de su obra abstracta, toda la que se ha podido reunir, incluida la recreación de la decoración para el taller de arquitectura Otaisa, y que no se había expuesto nunca de forma individual en Sevilla.

Hacia 1975, Soto dejó de pintar porque había dicho todo lo que quería decir, pero se quedó con la incógnita de saber si funcionarían sus obras en un formato mayor, algo imposible de realizar en aquella época y que ahora se desvela con la realización de nuevos cuadros. Más que el lapso de tiempo transcurrido entre las obras antiguas y las nuevas o intentar calificar de qué tipo de exposición se trata, importa en la misma conceptos tales como ampliación, extensión y expansión.

Su poética abstracta basada en la interacción de campos de color (así se titula la exposición) era algo bastante insólito en la Sevilla de finales de los 60, donde apenas unos años antes se había producido las primeras manifestaciones abstracta de la mano de Sierra, Delgado y Suárez en la galería La Pasarela; galería en la que Soto participó activamente como asesor junto a Carmen Laffón y Teresa Duclós (con Zóbel al fondo, que en esa época abrió estudio en Sevilla compartido con Laffón y Soto). Poética tan aparentemente simple como rigurosa: campos de color enfrentados y dinamizados por pequeñas líneas rectas en las zonas de contacto entre los campos. Abstracción programática con evidentes contactos con la defendida por Barnett Newman en Norteamérica. La de Soto es un pintura geométrica donde la geometría se reduce a la línea recta, lo acerca su obra a Mondrian, otros de sus referentes. Reducida a la línea recta, los bordes de la obra, como en Mondrian, expanden más que acotan el espacio. Porque del espacio pictórico trata la obra abstracta de Soto. Y en el espacio, el color; un color muy raro, indefinible a priori, producto de diversas mezclas y diferentes materiales, hasta conseguir tonos extraños y de rara profundidad en su compacta presencia; una especie de temblor, como si buscara la profundidad del color de Rohtko, quizás el artista fundamental para Soto. Los campos de color no son nunca planos del todo, ni tampoco inertes. La relación entre los campos de color, el peso de los mismos (¿hay que recordar aquello de Matisse de que un metro cuadrado de rojo es más rojo que un centímetro cuadrado del mismo tono de rojo?) se activan tanto por esa vibración interna de color como por el enfrentamiento de los mismos gracias a las delgadas líneas alterando la percepción de los campos y activándolos en su zona de encuentro, otra traducción, geométrica en este caso, de los bordes de las diferentes zonas de los cuadros de Rohtko.

Esto es lo que se sabía de la pintura de Soto, pero, como digo, hay algo nuevo. La investigación espacial de estas obras de pequeño formato se llevan ahora a unos bastante más grandes. La ampliación del motivo actúa tanto sobre la percepción del espectador como del espacio circundante. Así, la experiencia estética e intelectual de los antiguos se convierte en algo más sensorial e inmediato sin que se pierdan los antiguos valores. Esta diferencia de percepción entre las obras nuevas y las antiguas, sobre todo en aquellas zonas de la exposición en las que están más juntas, quedan superadas en la sala dedicada a Negro y rojo sobre blanco. Espacio continuo diagonal. El gran prisma rectangular no es propiamente una escultura aunque pudiera parecerlo, si acaso un monumento, también esencial, como el de Mies van der Rohe a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg (la Bauhaus, otra referencia de Soto no sólo por sus planteamientos racionales del arte, sino también por su faceta pedagógica y divulgativa en la que el artista sevillano ha estado siempre involucrado) a la pintura y su poder para crear espacio. El título de esta nueva obra (Negro y rojo sobre blanco. Espacio continuo en diagonal) lo dice todo: los grandes campos de color rojo y negro con un pequeña franja angular blanca (negro, rojo y blanco, la trinidad suprematista) y finas líneas rojas en el negro y blancas en el rojo crean un espacio que se extiende sin fin, sucediéndose continuamente con la ayuda del espectador que lo rodea. Monumento a la pintura y manifiesto rotundo de lo que la pintura de Soto siempre quiso y ahora logra plasmar plenamente. Por todo ello, la exposición es, además de un homenaje a Pepe Soto, un regalo para los espectadores.

'Negro y rojo sobre blanco.

Espacio continuo

en diagonal', una de las

grandes joyas la muestra

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