Cultura

Manuel Liñán, un baile que cuestiona y divierte

  • El coreógrafo y bailaor granadino obtiene el Nacional de Danza por una trayectoria que "ensancha los horizontes del flamenco"

Manuel Liñán, con bata de cola durante una representación de 'Reversible'.

Manuel Liñán, con bata de cola durante una representación de 'Reversible'. / d. s.

Manuel Liñán, en la modalidad de Interpretación, y Kukai Dantza, en la de Creación, son los Premios Nacionales de Danza 2017. El jurado le concedió el galardón a Liñán "por la madurez alcanzada en su trayectoria artística, siendo un intérprete especialmente versátil y de gran plasticidad", así como por "la riqueza de su interpretación, que se nutre de diversas influencias, a la vez que ensancha los horizontes del flamenco".

Manuel Arroyo Liñán nació en Granada el 8 de mayo de 1980 y con apenas 7años ya inicia sus estudios jondos. La riqueza de la que habla el jurado se deriva de su formación con artistas tan distintos como Manolete y Mario Maya, en su ciudad natal, y La China o Manuel Reyes tras su traslado a Madrid siendo adolescente. Tampoco debemos olvidar su breve paso profesional por las cuevas del Sacromonte, una escuela que deja huella. Ha sido primer bailarín en espectáculos de Carmen Cortés, Adrián Galia, Merche Esmeralda, Manolete, La Tati, Paco Romero, Rafaela Carrasco y Rafael Amargo. Antes de presentarse con su propia compañía, firmó espectáculos en formato de dúo y trío con Olga Pericet, Marco Flores y Daniel Doña en obras como Cámara negra (2005), Dos en compañía (2005) o En sus trece (2008).

Es un virtuoso, un superdotado del baile, que ejecuta de un modo explosivo e ingenioso

La madurez le llega a Liñán tras cuatro espectáculos estrenados con su compañía, que debutó en 2012 en el Festival de Jerez con Tauro, una obra innovadora que, no obstante, miraba al pasado más remoto de lo jondo al incluir las temporeras de Montefrío o las soleares de Arcas. Incluía, asimismo, un guiño a la zambra sacromonteña. Le seguiría Sinergia (2013), un espectáculo íntimo, centrado en la colaboración entre el bailaor y sus músicos, con Liñán como protagonista exclusivo del baile. El espectáculo de 2014 se llamó Nómada y en él Liñán coreografía para seis bailaores. Reversible, Premio de la Crítica en el Festival de Jerez de 2016, ha sido hasta el presente su propuesta de más éxito y en la que mejor podemos apreciar a qué se refiere el jurado del Premio Nacional cuando afirma que "ensancha los horizontes del flamenco".

El número estrella del espectáculo son unas cantiñas en las que el granadino se enfunda una prenda tan asociada al baile femenino como la bata de cola. No era la primera vez que un bailaor o bailarín salía a escena con este atuendo, al que sumó un espléndido mantón de Manila. Pero el despliegue técnico que llevó a cabo Liñán, asumiendo las técnicas patentadas por Milagros Mengíbar para la bata de cola, fue arrollador. Y sorprendente, por tratarse de un hombre. Liñán, como todos los intérpretes de su generación, es un virtuoso. Un superdotado del baile. No obstante, el ensanche del que habla el jurado no se refiere a la técnica de bata de cola sino a una cuestión de actitud. De cambiar, o al menos cuestionar, los códigos del pasado. Una actitud que algunos consideran provocadora y que se inserta naturalmente en nuestro contexto social y en una apertura ideológica a cuestiones de género a las que no es ajeno el flamenco contemporáneo.

Estamos ante un bailaor muy técnico y, porque puede, porque tiene esa base asombrosa, un artista ingenioso. Su baile, explosivo, frenético, fresco, incorpora algún guiño, algún juego con el público. Liñán cuestiona pero sobre todo se divierte. Nos divierte.

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