rafael marín. escritor

"Hoy día, don Juan sería un narco, una especie de Chapo Guzmán"

  • El autor recrea en 'Don Juan' (Dolmen) la figura del Tenorio como un espía de la Europa renacentista a las órdenes del emperador Carlos V

  • "Europa, entonces, pasaba por nosotros"

Rafael Marín junto a la portada de su novela, que reproduce 'El camino español' de Augusto Ferrer-Dalmau.

Rafael Marín junto a la portada de su novela, que reproduce 'El camino español' de Augusto Ferrer-Dalmau. / julio gonzález

-Don Juan, dice, es un personaje que siempre le había caído antipático. ¿Cómo se llega de esto a escribir casi mil páginas sobre él?

-De hecho, 1400 páginas que decidí recortar en un arrebato de serenidad. También te digo que, aunque ha necesitado cinco años de elaboración, la novela no está corregida: fue saliendo de un tirón. No me daba para contar algo más de las historias de Garcilaso de la Vega y de don Juan de Austria, que me parecían muy interesantes. Y aún así, le faltan páginas: a la última guerra me hubiera gustado darle más distancia, esa guerra de trincheras que fue el sitio de Viena. Ya había tratado antes el arquetipo con el personaje de El Burlador en Iberia Inc. Con la fantasía, se pueden hacer cosas estupendas con estos personajes, como comprobé escribiendo Juglar. Empecé a investigar sobre don Juan hará unos siete años. Además de resultarme un personaje cargante, la obra de Zorrilla me cabreaba porque, al final, se redime, y estoy convencido de que una persona así no se redime jamás. Pero luego, lees El Burlardor de Sevilla, que lo condenan, o el Don Juan de Molière... y ahí hay algo. En un momento en la obra de Zorrilla, don Juan relata lo que ha estado haciendo por el mundo: son apenas dos cuartetas pero... ahí vi que estaba todo. Y me metí en Wikipedia.

-¿Y qué encontró?

-Pues lo fascinante que era el siglo XVI y la de acontecimientos que se dieron desde 1505, que es donde sitúo el nacimiento de don Juan, hasta su muerte, y donde me interesaba que estuviera. La constante guerra con los turcos, con el Mediterráneo esclavizado; el saco de Roma; el asedio de Viena...

-¿Cómo ha sido escribir una novela, que no sé si define como histórica, pero con numerosas referencias históricas?

-Pues Antonio Romero me ayudó mucho, y luego he encontrado una cantidad enorme de pdfs en inglés. Puedo decir que ninguna de las referencias de carácter histórico que se dan en la novela es falsa. Existen incluso listas de los prostíbulos de Venecia en la época, y cómo se llamaban, o el cometa Halley, que aparece en la Inglaterra de los Tudor...

-Enrique VIII, ese gran alter ego.

-El personaje de don Juan se va encontrando continuamente con espejos, que él rechaza. No le gusta verse. El primero, el seductor de su mujer. Después está St. Croix, o su esclavo que no es esclavo... incluso uno de los criados, que lo sustituye. La parte de Inglaterra que aparece en el libro, con Enrique VIII a punto de provocar el cisma, realmente es una de las que menos juego dan a nivel de acción, pero es una de mis favoritas. Enrique VIII ve también paralelismos en la figura de ese extraño español, y comparte con él su trauma por no tener herederos: una circunstancia que, como sabemos, la historia terminaría solucionando de una forma bien curiosa.

-Don Juan achaca su hedonismo, de manera inevitable, al haber nacido en un lugar como Sevilla.

-Imagino que, en la época, decir que uno era de Sevilla era como decir que era ciudadano del mundo. Don Juan era un ser tan pagado de sí mismo que es un pensamiento que le pega. Es cierto que realmente, entonces, éramos Europa. O Europa pasaba por nosotros. El imperio y España eran parte de ese todo. He querido buscar paralelismos entre aquel tiempo y la actualidad, la luz y la cultura del Renacimiento, la promesa de evolución y nuevos mundos que, de repente, se vio ahogada por el oscurantismo. Mi visión es que la primavera sólo se vive una vez. A don Juan le encanta la época en la que le ha tocado vivir, esa especie de paréntesis afortunado del que es bien consciente. Al final de su historia, sabe que vienen los trajes oscuros, que se impone la intolerancia, y él no quiere. Hay muchas similitudes con este tiempo. Los fundamentalismos religiosos, los aires de censura, la amenaza del turco que, en el siglo XVI, era el equivalente al ISIS...

-Y hasta Inglaterra se ha salido del mapa.

-Hasta eso.

-¿Era inevitable, también, que don Juan fuera declaradamente ateo?

-Esa es la parte que más me cuesta del personaje. Yo lo concibo así, pero en la época era inviable que alguien lo fuera: aunque sí puedo creer que alguien, no mucha gente, cumpliera con la obligación de ir a misa, dijera creer de puertas para fuera y, por dentro, pensara otra cosa. Don Juan va a misa, como otros, para hacer negocios y mirar a las mujeres.

-Las mujeres de don Juan, por cierto, son mujeres fuertes.

-Aldonza será la amante del futuro Papa. Inés, fuera de su arquetipo, es también un personaje muy redondo. O "la loca del coño". Doña Orsina, la madame del prostíbulo de lujo. Y mademoiselle de Breuil, la única, junto con doña Inés, que no sucumbe a don Juan. En este sentido, es importante decir que don Juan no se consideraba un burlador, sino un seductor, un cómplice, incluso. Repetía que seducía a las mujeres porque ellas querían. "Si quieren que yo cargue con las culpas, yo cargo -se decía-, pero después, unos y otros, mujeres y maridos, se aprovechan".

-"El amante y el espía comparten la necesidad de la mentira".

-Don Juan es, por completo, James Bond. Es un hombre de acción: odia a los poetas, por ejemplo. Es consciente de que vende su espada, su cuerpo, su vida, su mente. El espía, dice, es puto de sí mismo. Y, como Bond, está encantado de haberse conocido.

-¿Qué diríamos que es hoy? ¿Se le podría etiquetar como compulsivo, como narcisista...?

-No creo que se le pueda etiquetar... sí que creo que hoy, don Juan sería un narco, una especie de Chapo Guzmán. Curiosamente, él se mantiene fiel sólo a una persona, que es el emperador, don Carlos.

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