Ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

Hernán Cortés, el retratista que dibuja su compromiso con lo humano

  • El pintor gaditano entra en la Real Academia de Bellas Artes de Madrid con un discurso que camina por la historia del retrato a través de los siglos

  • El autor ha evocado con sentimiento la niñez en la que su padre le llevó a ver museos en Madrid

Hernán Cortés tras ser investido como académico de Bellas Artes.

Hernán Cortés tras ser investido como académico de Bellas Artes. / José Ramón Ladra (Madrid)

"Pasar a formar parte de esta corporación, pensar que puedo contribuir al diálogo de la Academia de Bellas Artes con la sociedad que la sustenta, al debate sobre el destino del arte en tiempos en los que todo parece diluirse, es un objetivo que espero alcanzar, y una oportunidad que les agradezco muy sinceramente y para la que espero estar a la altura". Con estas palabras ha cerrado el pintor gaditano Hernán Cortés su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, que cuenta desde ahora en su prestigiosa nómina con el retratista español contemporáneo por excelencia, con el hombre capaz de descubrir en cada rostro que dibuja su hondo compromiso con lo humano.

Sobre el retrato, el encargo y el enigma humano ha sido el título del discurso de ingreso de Hernán Cortés (Cádiz, 1953), leído en la solemne ceremonia que se ha celebrado esta tarde en la sede de la histórica Academia, en la madrileña calle Alcalá. La contestación ha corrido a cargo de Antonio Bonet Correa, director honorario de la institución e impulsor de la candidatura del artista gaditano junto a Manuel Alcorlo y Rafael Canogar.

En su intervención, Hernán Cortés, miembro ya de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz y de la Academia Hispano Americana, trazó las líneas básicas de la evolución del retrato en la historia del arte, descubrió las influencias que los distintos creadores han ejercido en su pintura y, en especial, en sus retratos, y se refirió a la significativa impronta que su Cádiz natal -en las personas de sus padres y en el influjo de su marítimo paisaje y su luz- dejó en sus comienzos como pintor y en su posterior trayectoria personal y pictórica.

El Hernán Cortés niño, ya pintor incipiente, emergió pronto en un discurso que agradeció en primer lugar el nombramiento como académico numerario y que recordó también a las personas que le propusieron. Y recordó que su vitalicia pasión por visitar museos y salas de arte, y la mirada que ahora ejerce sobre los cuadros que le subyugan, tuvo origen en la propia costumbre familiar: "No ha cambiado demasiado esa mirada con respecto a la del niño que con poco más de diez años recorrió por primera vez las salas del Museo de esta Academia. Me permitirán que me detenga un instante, pues si a alguien siento a mi lado esta tarde es a mi padre, Antonio Cortés Sabariego, pediatra con consulta abierta en El Puerto de Santa María y luego en Cádiz, cuyas cenizas descansan en la Bahía desde hace ya una década. Era un hombre con una gran devoción por la cultura, que se enorgullecía de ser discípulo del doctor Marañón, émulo de su amor por el conocimiento y ávido lector de sus obras, que devoraba".

Foto de familia de todos los académicos presentes en el acto. Foto de familia de todos los académicos presentes en el acto.

Foto de familia de todos los académicos presentes en el acto. / José Ramón Ladra

De la mano de su padre, pues, conoció sus primeras obras de arte y por mano de su madre comenzó a ir trazando y dibujando el que después sería su camino profesional y creativo: "Por mi parte, yo era entonces un niño pintor que con seis años había recibido de su madre el regalo de su primera caja de pinturas, y no es exagerado afirmar que aquello definió mi vocación para siempre. Ya pintaba cuando mi padre decidió traernos a la capital, a mi hermano Antonio y a mí, para que conociéramos los grandes templos del arte".

Los evocadores recuerdos de su niñez, entre los que haciendo memoria desveló que pasaba "las horas enteras dibujando" a sus padres y hermanos "en actitudes desprevenidas o poses deliberadas", le llevaron a reconocer el peso que sus progenitores tuvieron en su entonces incipiente vocación artística: "A mi madre debo la ternura y el entusiasmo con que arropó mi vocación artística y a mi padre el descubrimiento de la cultura como máxima expresión humana".

Cerró Hernán Cortés la primera parte de su discurso con referencias a su ciudad natal, para reconocer que también ha influido, y mucho, en su proceso creativo: "Tampoco me cabe duda de que sin Cádiz no sería quien soy. Desperté al mundo en la intensidad de su luz, entre la belleza de sus playas y la inmensidad de su horizonte. Recuerdo cuando vivíamos ya en la ciudad de Cádiz e íbamos a esperar el vapor que traía lentamente a mi padre desde El Puerto de Santa María, donde mantenía consulta. Ese espacio, ese mar, esa luz del atardecer… Asocié enseguida, y sin tener conciencia de ello, a nuestro paisaje con el arte".

Aquel emergente nacimiento a la pintura, a la creación artística, fue formando al futuro Hernán, al futuro retratista capaz de indagar en cada uno de sus personajes más allá de sus rasgos físicos -"importan sobre todo unos pocos rasgos, que desvelan el carácter y son las ventanas para captar el alma", dijo-, para llegar a penetrar en el hombre, en toda su profundidad humana: "Todo ello habría de fraguar años después, cuando mi labor artística se centró en el retrato, en ese particular compromiso con lo humano. De forma natural afloró alrededor de la figura humana el plano abstracto y el espacio de la bahía de Cádiz, siempre subyacente en la atmósfera de mis obras. (...) No puedo escapar de la luz de Cádiz".

Un momento del acto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando Un momento del acto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

Un momento del acto en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando / José Ramón Ladra

Citas de Plutarco, Calvo Serraller, Paul Valéry, Oscar Wilde, John Berger, Igor Stravinsky, Chaikovski y Rafael Argullol, entre otros, fueron conformando el discurso del nuevo académico de San Fernando, que al tiempo que desgranó la historia de este género pictórico a lo largo de los siglos, desde los primeros retratos individualizados en Grecia, fue revelando aquellos retratos que más le han influido en su carrera, como el de Felipe IV pintado por Velázquez y que alberga el Prado, las claves de un buen retrato y la manera en la que él mismo afronta sus encargos.

Para Cortés, el retrato, cuya vigencia defendió, necesita un acuerdo a tres: "El pintor, el retratado y el espectador, es el género dialogante por excelencia, pues todo debe transcurrir como en una conversación amistosa, donde es saludable dar la opinión sincera sin ahogar la voz del otro".

El pintor gaditano también destacó su interés por la figura humana, su obsesión por centrarse "en la particularidad del individuo" para alejarse "del relato socializante", hasta entender el retrato como una manera de "profundizar en la singularidad de una persona y verla reflejada en el espejo de la tradición pictórica".

"El buen retratista sabe crecerse en el desafío del encargo", dijo Cortés más adelante, para hablar de una de sus mejores obras, el políptico con el que forjó su retrato de los padres de la Constitución: "Fue para mí un verdadero reto".

Un discurso "inteligente y perspicaz", como lo ha calificado Antonio Bonet en su turno de contestación. El director honorario de la institución elogió al Hernán Cortés pintor por su excelencia, pero también ya al pintor académico, en la confianza de que su presencia en la Academia será "beneficiosa, fecunda en obras y juicios".

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