Cultura

Haciendo historia para empezar

Festival Internacional de Danza 2011. Dirección artística: José Luis Castro. Coreografías: 'Mi pueblo, mi casa, la soledad' de Francisco Lorenzo (intérpretes: Francisco Lorenzo y Luciana Croatto); 'Déja vu' de Hans van Manen (Quintin Roger y Astrid Boons); 'Interludio' de Johan Inger (Johan Inger y Gregor Acuña); 'One' de Emio Greco (Emio Greco); 'Cor perdut' de Nacho Duato (Francisco Lorenzo y Ana María López); y 'Passomezzo' de Ohad Naharim (Quentin Roger y Aram Hasler). Lugar: Teatro Romano de Itálica. Fecha: Sábado 2 de julio. Aforo: Lleno con las localidades agotadas.

El Festival de Danza de Itálica comienza una nueva etapa. ¡Cuántos avatares ha atravesado en los últimos 30 años! Justo es pues, antes que nada, alegrarnos y agradecerle a la Diputación el esfuerzo por mantener esta cita veraniega con la danza, ahora bienal, y por forzar la reapertura de un Teatro Romano cuya azarosísima restauración está aún por finalizar y que, junto a excelencias como el magnífico escenario de madera de 12x14 metros, presenta algunos problemas graves como el de los accesos para la entrada y la evacuación del público. En cualquier caso, el estreno fue sobriamente brillante y no faltó ni el ambigú, ni la música ni un público entusiasta. De nada valen ya las comparaciones con el mágico espacio que rodeaba el anfiteatro en la primera época pues todos somos conscientes de que hay cosas que no volverán.

Como no podía ser de otro modo, la confrontación con la historia ha sido el eje central de esta primera velada. Por un lado, los más de dos mil años pasados sobre las piedras del lugar, simbolizados de algún modo en esa Ménade -símbolo del festival- que se hizo carne gracias a una filmación con la que José Luis Castro situó al público en el espacio y llevó a cabo las transiciones entre las seis coreografías presentadas. Por el otro, la historia de la danza: seis piezas que pertenecen no sólo al repertorio de compañías que visitaron Sevilla en los últimos 23 años (los que lleva Itálica dedicada en exclusiva a este arte), sino que constituyen, todas ellas, claros ejemplos de la creación dancística del último cuarto del siglo XX. Un siglo cercano, pero también muy lejano si se analizan los últimos derroteros de las artes escénicas.

El programa estuvo formado por cuatro pasos a dos, un solo y una especie de intermedio humorístico con el que el antiguo bailarín y director artístico del Cullberg Ballet, hoy residente en Sevilla, Johan Inger, en colaboración con Gregor Acuña, hizo reír al público, amén de demostrar sus buenas dotes de bailarín. Los pasos a dos, centrados casi todos en las relaciones de pareja e interpretados por bailarines del Nederlands Dans Theater y de la Compañía Nacional de Danza, mostraron a las claras el estilo de coreógrafos tan emblemáticos como Hans van Manen (Déja vu), el israelí Ohad Naharim, siempre vivaz y lleno de energía (Passomezzo) o Nacho Duato (Cor perdut) quien conquistó a todos a finales de los 80 con sus piezas solares mediterráneas construidas sobre la voz de María del Mar Bonet (antaño también protagonista en la escena del anfiteatro).

Junto a estos dúos, todos con un alto nivel de interpretación, tal vez la pieza más arriesgada fue el ya clásico One del italiano Emio Greco. Un creativo enfrentamiento del cuerpo, disociado en mil fragmentos, con ese torrente melódico y armónico del Bolero de Ravel cuya fuerza de arrastre convierte en una proeza encontrar el modo de desviarse hasta traspasar sus límites o intervenir en su fatal progresión. En resumen, una velada de lo más agradable.

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