Cultura

El Cid, magistral y muy completo, rinde otra vez el coso ubriqueño

  • Cortó las dos orejas y el rabo de un toro de Sampedro que fue ovacionado en el arrastre mientras que Ponce obtuvo un apéndice y Cayetano dio un traspiés

Solvente triunfo de El Cid, pleno de torería, en Ubrique. Un Manuel Jesús "El Cid" completo, resuelto y templado con el capote, portentoso e inspirado con la muleta y todo un cañón con la espada, ante una corrida de toros de Hermanos Sampedro que aunque no tuvo fuerzas -todo el encierro se despachó con cinco puyazos y medio y doce pares de banderillas- sí que tuvo nobleza y aportó material propicio para que los tres toreros pudieran lucirse.

Y así lo hizo Ponce, que redondeó una importante labor con su segundo; no así Cayetano, que fue el perdedor del festejo, sin encontrar su sitio.

El último eslabón de las sagas de los Rivera, de los Ordóñez y de los Dominguín fue ayer en Ubrique torero vulgar. Fue incapaz de acoplarse con su primero, un animal cuyo defecto era que hacía un poquito de hilo con el matador, nada que un torero de su cotización no pueda superar o al menos taparse. Pero es que ante su segundo, aparentemente más boyante, tampoco opuso argumentos hilvanados con la muleta, en un trasteo sin planteamiento, sin más nudo que los cambios de terreno del torero y con el fatal desenlace del mal manejo de la espada. No se apretó los machos Cayetano.

Sí que lo hizo Ponce con su segundo, aunque malogró un triunfo grande con la espada. Al faenar con el primero de su lote, bonito y agradable como toda la corrida pero con un punto de sosería, no alcanzó a calentar el cotarro recién llegado a la plaza. Correcto pero sin entusiasmar, la cosa quedó en saludos.

Con su segundo fue otra historia, el Ponce de menos a más, convincente y aprovechando al máximo la bondad del torete de Sampedro. El ganadero, que debe de saber muy bien lo que tiene, decía que el cuarto iba a levantar en triunfo la tarde y que el quinto, número 30 era un gran toro. Acertó: con este cuarto Ponce, aunque falló a espadas, calentó al público ubriqueño que pidió con fuerza la oreja pese al fallo a espadas del valenciano.

Pero el protagonista fue El Cid. Ya con su primero destacó con el capote, lanceando bonita y eficazmente. Con la muleta compuso una faena suave en la que se mostró muy seguro, eslabonando las series en redondo y al natural en una labor maciza.

Cobró la primera oreja, pero cuando la cosa cobró vuelo y proporciones de faena grande fue con el buen quinto, un toro por el que apostaba el ganadero y acertó aunque tuvo dos defectos: la falta de fuerza y que se rajó una vez aunque El Cid lo sujeto con la voz. Ya en los lances arqueando la pierna El Cid se percató de su blandura y únicamente permitió señalar el puyazo. Lo brindó a Jesulín para componer una sinfonía de buen torero, salpicada de remates y sevillanías como el desdén o los pases de las flores encadenados. Una delicia con mucha seguridad ante el toro. Estampas de carteles. Y con la espada, en los dos toros, sendas estocadas a ley en lo alto. Lo dicho: magistral y completo: una delicia de ver.

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