Cultura

'Callejeros' exorcistas

EEUU, 2010, Terror/misterio. 87 min. Dirección: Daniel Stamm. Guión: Huck Botko, Andrew Gurland. Intérpretes: Patrick Fabian, Ashley Bell, Iris Bahr, Louis Herthum, Tony Bentley.

Fue La noche de los muertos vivientes (1968) una de las primeras películas que aplicaron técnicas de cine realista de registro semi documental al cine de terror. Cosa de las cámaras ligeras. 31 años después El proyecto de la bruja de Blair (1999) perfeccionó el invento con las ultraligeras y domésticas cámaras digitales. Por esa senda transita esta película en la que la cámara, reflejada en el espejo ante el que se afeita el protagonista, está presente (a través de sus movimientos y saltos seudo-documentales o de su presencia en el plano) desde el principio (nota al margen: el desvelamiento de la cámara, que todos tuvimos hace años por cosa muy moderna, está presente en el cine desde las películas mudas de Chaplin y Keaton).

Esta omnipresencia viene dada por el formato de falso documental que escoge, con astucia, el realizador Daniel Stamm (otra nota al margen: el falso reportaje como soporte de ficciones fue inventado por Fellini en Roma, Block-notes di un regista, I Clowns, Prova d' orchestra o L' intervista).

Venciendo la distancia impuesta por la cámara libre y por la realizadora del (falso) documental que también entra en plano hasta convertirse en un personaje más, se va produciendo un deslizamiento desde lo televisivo a lo cinematográfico mientras el relato se desliza del documentalismo al terror. Lo hace con eficacia gracias a unas impecables interpretaciones y un hábil planteamiento de guión: un predicador que ha perdido la fe (pero sigue predicando: hay que vivir) está dispuesto a mostrar los trucos y efectos que utiliza para escenificar la impostura de los exorcismos. Para ello responde a una llamada de socorro y se lleva con él al equipo televisivo hasta la profunda Louisiana. Monta su aparatoso sistema de efectos especiales para estafar paletos y los engaña ante las cámaras. Hasta que… No seguiré. Porque justo a media película el deslizamiento del (falso) documental al (auténtico) cine se consuma, subrayado por la aparición de la música de fondo que suena por vez primera, y el embaucador se encuentra cara a cara con… Pero ya lo he dicho: no seguiré. Vayan a ver esta hábil película de miedo y averigüen con quien o con qué se las tiene que ver. Lástima que al final Daniel Stamm no sepa rematar la faena, dejando muchos cabos sueltos (siendo el más importante el del material filmado, presuntamente encontrado en el bosque pero editado) y abandonando el naturalismo documental por la iconografía más convencional del cine de demonios y poseídos. Eso le impide superar el escalón que separa la habilidad del talento, la listeza de la inteligencia.

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