Artes Escénicas

'Ben-Hur' se desata en Mérida

  • Yllana y Nancho Novo reescriben el clásico de Lewis Wallace en una versión disparatada que puede verse en el festival extremeño hasta el domingo 

Fael García y Víctor Massán encarnan a los (no tan) rivales Messala y Ben-Hur.

Fael García y Víctor Massán encarnan a los (no tan) rivales Messala y Ben-Hur. / Jero Morales

Cuando el escritor estadounidense Lewis Wallace publicó en 1880 su novela Ben-Hur posiblemente no sospechaba que el eco que tendría su libro llegaría hasta el siglo XXI. La historia de Judá Ben-Hur, un príncipe judío que tras un accidente es apresado por los romanos, y su rivalidad con su antiguo amigo Messala en los tiempos de Cristo contenía escenas de gran aliento épico y otros momentos en los que impregnaba su discurso religioso de una genuina emoción. El material inspiró a Fred Niblo, que dirigió a Ramón Novarro en una versión de 1925, y a William Wyler, que en 1959 se marcó uno de los mayores triunfos de su carrera con una producción que ganó 11 Oscar, pero aquella ficción ha seguido despertando el interés de los grandes estudios: en 2016 Timur Bekmambetov rodó un prescindible remake. Ahora, el héroe protagoniza un inesperado regreso en el Festival de Mérida, donde una propuesta dirigida por Yllana y escrita por Nancho Novo lo presenta hasta el domingo como un personaje de comedia, en un registro disparatado que remite inevitablemente a La vida de Brian, pero también al humor surreal y efectivo de los ZAZ, aquel trío compuesto por Jim Abrahams y los hermanos David y Jerry Zuckeque revolucionó el género con titulos como Aterriza como puedas Top Secret.

Sorprende que alguien como Nancho Novo reescriba la novela de Wallace, pero el actor de La ardilla roja Sé quién eres parece sentirse cómodo ante un argumento al que un descreído puede sacar mucha punta. Lo apunta ya en los pasajes iniciales: si los Reyes Magos de Oriente debían buscar al Niño Jesús siguiendo las indicaciones de una estrella, ¿cómo se las aviaban entonces para continuar el camino durante el día? ¿por qué en un palacio como en el que vive Ben-Hur no hay presupuesto para afianzar esas tejas con las que el protagonista acabaría matando por accidente al prefecto? Adiós a la sentida grandilocuencia de la historia que conocíamos: aquí el propósito es reírse, una meta que los responsables del montaje consiguen a juzgar por las carcajadas que se oyen estos días en el Teatro Romano de Mérida.

Elena Lombao y Eva Isanta, con Richard Collins-Moore. Elena Lombao y Eva Isanta, con Richard Collins-Moore.

Elena Lombao y Eva Isanta, con Richard Collins-Moore. / Jero Morales

Novo y su equipo parten de esa pulsión homoerótica que subyace en algunos péplums (no sólo en Espartaco, también en Ben-Hur, donde Wyler y el guionista Gore Vidal le marcaron un gol con el subtexto al conservador Charlton Heston) y el espectáculo se entrega con placer al desarrollo de una tesis: que la enemistad entre el protagonista (Víctor Massán) y Messala (Fael García) no esconde más que una tensión sexual no resuelta. Este Ben-Hur es una fiesta desprejuiciada, una celebración de los cuerpos musculados en la que, por ejemplo, el héroe se librará de las fatigas de remar en una galera gracias a sus encantos y todo acabará al ritmo de It's raining men.  

Otro flanco en el que se advierte una mirada del siglo XXI es en el enfoque feminista con el que se aborda el clásico. Eva Isanta y Elena Lombao, la madre y la hermana de Ben-Hur, se rebelan contra el poco peso de sus personajes, cansadas de aparecer únicamente en las primeras escenas y en la parte final, cuando ya andan contagiadas de lepra. Ellas ayudarán incluso a Cristo (un Richard Collins-Moore familiarizado con los papeles celestiales tras ser Dios en La llamada) a hilvanar sus bienaventuranzas. 

Que el renovado Ben-Hur funcione gracias al golpe de sus chistes no impide que los de Yllana planteen un trabajo escénico riguroso donde no faltan la imaginación y las buenas ideas, y resuelvan con ingenio importantes desafíos como las escenas de alta mar, cuando el héroe paga su castigo en las galeras, o la célebre carrera de cuadrigas. La publicidad de la obra defiende que con esta pieza se inventa el Teatromascope, que propicia "un auténtico espectáculo en 3D sin necesidad de usar gafas", un formato por el que campa un Ben-Hur desatado que, esta vez, responde sin tener que engañar a los censores a la llamada del deseo.  

  

     

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