Cultura

Aire de Roma andaluza

  • Tras el éxito de la exposición conmemorativa, Almuzara publica una nueva biografía de Sánchez Mejías, una de las personalidades más brillantes de su generación

Fue un torero de leyenda, retratado para siempre en la inmortal elegía de Lorca, pero Ignacio Sánchez Mejías (Sevilla, 1891-Madrid, 1934) fue otras muchas cosas. Actor de cine, aviador, pionero del automovilismo, jugador de polo, presidente de la Cruz Roja y del Real Betis Balompié; escritor, dramaturgo y mecenas de la Generación del 27, cuyo acto fundacional -el célebre homenaje a Góngora en el tercer centenario de su muerte- fue sufragado a su costa. Ignacio fue amigo y confidente de muchos de los mejores poetas de su tiempo, pero más allá de las relaciones personales, su interés por la cultura era genuino. "Alternó con intelectuales porque él mismo lo era", dejó escrito Pepín Bello. No en vano, pese a carecer de estudios, seguía, apreciaba y logró emular las novedades de la vanguardia europea del momento. Todos los perfiles de este hombre brillante y polifacético han sido abordados por Andrés Amorós y Antonio Fernández Torres en Ignacio Sánchez Mejías, el hombre de la edad de Plata, una nueva biografía del torero sevillano donde se recogen numerosos documentos inéditos que han sido rastreados por los autores en el archivo de la familia Sánchez Mejías y en distintas hemerotecas de la geografía española. Gracias a estas pesquisas han aparecido fotografías, manuscritos y cartas de Alberti, Pérez de Ayala, Unamuno o Cossío, así como una nutrida colección de recortes periodísticos que guardaba el propio Sánchez Mejías.

Reconocido estudioso de la literatura española y notorio crítico taurino, Andrés Amorós ya había publicado un ensayo de referencia sobre el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca -una de las obras cimeras del poeta granadino, que elevó la figura de Ignacio a una dimensión mítica- y una biografía sobre el escritor y torero (Alianza, 1998) que era de obligada consulta para los interesados en el personaje. Hace unos meses, con ocasión del LXXV aniversario de la muerte de este "andaluz tan claro", se inauguró en Sevilla la exposición Sánchez Mejías y la Edad de Plata, coordinada por Antonio Fernández Torres, director del Estudio Puerta de Tannhauser. Paralelamente, el propio Amorós dio a conocer la única novela de Ignacio, La amargura del triunfo (Berenice), un texto inédito que había aparecido entre los papeles del archivo familiar del torero. Para el próximo otoño, en fin, la misma editorial Berenice anuncia una recopilación de escritos de Sánchez Mejías titulada Sobre tauromaquia. Nacida de la colaboración entre Amorós y Fernández Torres, la presente biografía ofrece un completo recorrido por la vida de este hombre excepcional que se dejó seducir por el "veneno de los toros" en plena edad de oro de la tauromaquia, un tiempo marcado por la gloriosa rivalidad entre Joselito el Gallo y Juan Belmonte -a los que Ignacio acompañó muchas tardes- que acabaría con la muerte del primero en Talavera.

La abundante documentación gráfica y la amenidad del relato contribuyen a hacer de este libro una lectura absorbente, pese a ciertas discordancias en la voz del narrador -no se entiende por qué el nombre de Amorós, coautor de la biografía, aparece citado en tercera persona- y a algunas repeticiones innecesarias. Los autores muestran una simpatía sin fisuras por el biografiado, pero no ocultan los ribetes más polémicos de su personalidad, como la soberbia de que lo acusaba una parte de la afición, a quien incomodaba la sobreexposición del torero -"valeroso y discutido"- en la plaza y también fuera de ella, pues la hiperactividad de Sánchez Mejías le llevaba a prodigarse en todos los escenarios. Aparecen, claro, la sonada relación con la Argentinita, las tertulias con los poetas del 27, las famosas fiestas de Pino Montano. Especialmente interesante es el desarrollo de la vocación literaria de Ignacio, que como autor teatral -también practicó la crítica taurina, en un ejercicio de desdoblamiento ciertamente infrecuente- fue más allá del costumbrismo de temática andaluza en dramas como Sinrazón (1928), una pieza originalísima que reflejaba el influjo de Freud y fue estrenada con éxito en el Calderón por la compañía de María Guerrero.

"Aire de Roma andaluza / le doraba la cabeza / donde su risa era un nardo / de sal y de inteligencia". Sin el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, dice Amorós, el torero no se habría convertido en un personaje universal de rasgos heroicos, pero antes de caer corneado en la plaza de Manzanares, Ignacio había vivido una vida intensa y "rica de aventura" que abunda en detalles novelescos y dejó honda huella entre sus contemporáneos. Sólo el poeta Fernando Villalón puede igualársele, entre los hombres del toro que sintieron a un tiempo la pasión de la literatura. Más allá del valor escalofriante que exhibió en los ruedos, el carisma de Sánchez Mejías llena toda una época. Este libro desvela el enigma de una personalidad única y recrea el raro esplendor de esta edad dorada, más que argentina, de la cultura española.

Andrés Amorós y Antonio Fernández Torres. Almuzara. Córdoba, 2010. 448 págs. 25,95 euros.

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