Cultura

Adiós a la dama de la voz rota

  • Chavela Vargas fallece en México, a los 93 años, apenas unas semanas después del último concierto que ofreció en España

La cantante mexicana de origen costarricense Chavela Vargas murió ayer a los 93 años en un hospital de Cuernavaca debido a una insuficiencia respiratoria, después de que horas antes se agravase su estado de salud, dijo a Efe su médico, José Manuel Núñez. "Ella estuvo muy consciente hasta el último momento, y expresó buenos deseos para que México, que está muy convulsionado, mejore, y dijo que se lleva los mejores recuerdos y los aplausos de su público", explicó Nuñez. Una de sus últimas frases antes de morir fue "yo no me voy a morir porque soy una chamana y nosotros no nos morimos, nosotros trascendemos".

A Isabel Vargas Lizano le tocó nacer en Costa Rica pero halló la vida en México, el país en el que se convirtió en Chavela Vargas y en el que su desgarrado tempo, su androginia sensual y luminosa, volteó todas las convenciones para inventar una forma de cantar que ayer desapareció con ella. Vargas llegó al mundo en San Joaquín de Flores (Costa Rica), el 17 de abril de 1919, envuelta en muchos nombres -María Isabel Anita Carmen de Jesús-, pero en una familia, según ella misma cuenta en sus memorias (Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela), que nunca le dio cobijo ni cariño. Por eso, se empeñó desde muy joven en buscar su lugar en el mundo lejos de su casa, y, con apenas 14 años, tomó un avión a México y allí se quedó "para los restos". Fue cocinera, chófer, costurera, vendedora de ropa de niños, de todo con tal de quedarse en el país que la atrapó y al que, decía, había llegado como "una niña loca".

Su vida artística empezó a los 30 años al lado de Pepe Guízar -el compositor del segundo himno oficial de México, Guadalajara- y aunque todos sus conocidos de la música le decían que dejara de actuar, que "cantaba horrible", ella sentía que lo suyo era precisamente eso. Poco a poco fue creando su estilo, al principio para que nadie pensara que quería competir "con los grandes", como Guízar o Pedro Infante, y luego porque le proporcionaba la identidad que ambicionaba. Le pusieron escote y tacones y pasó desapercibida y decidió ponerse "ropa de escándalo", es decir, "pantalón de manta, una blusa blanca muy sencilla y un jorongo", el "uniforme" que ya siempre la acompañaría aunque le gritaran "marimacha" cuando estaba de parranda con sus cuates. Actuó en Nueva York, donde se sentía "en la gloria", y probó suerte en Cuba, donde se consagró con Macorina, que al principio fue prohibida en México y que fue convertida por la entonces activa guerrilla hispanoamericana en su himno.

Chavela -"con v y no con b, para joder"- grabó su primer disco en 1961 y se pasó por su "republicana gana" lo políticamente correcto para traspasar con su dolor y rebeldía las letras de los grandes autores de la canción mexicana, como los clásicos de su amigo José Alfredo Jiménez, Chucho Monje, Roberto Cantoral o Agustín Lara. Volver, volver, Amanecí entre tus brazos, Cuando tú te hayas ido, Sabor a mí, Toda una vida o Luz de luna fueron otros desde que ella los cantó pero La llorona y Macorina serán por siempre puro Chavela.

La muerte de José Alfredo y su extrañamiento voluntario de un mundo que no entendía bien la metieron en un infierno de alcohol y soledad durante 20 años. Tras recuperarse en 1990, "cuando ya nada tenía y nadie le quedaba", regresó a los escenarios en Coyoacán y empezó de nuevo a llenar. En 1991 participó en la película Grito de piedra que el alemán Werner Herzog rodó en la Patagonia argentina y al año siguiente viajó a España y actuó con un éxito absoluto que repitió al año siguiente, el mismo en el que grabó los discos Volver, volver y La llorona, que recogen sus mayores éxitos.

Uno de los momentos más emocionantes de su carrera tuvo lugar en 1995, cuando actuó en el Palacio de Bellas Artes de México en lo que supuso el retorno musical y artístico a su país de adopción y un año después presentó en Madrid, arropada por su amigo el director de cine Pedro Almodóvar, Somos. El 29 de septiembre de 1997 comenzó en Madrid la gira que ella concebía como su despedida de los escenarios, y que culminó con un concierto glorioso en México. Ese año presentaba Cupaima, al que siguió ¡Por mi culpa! (2010).

Muy vinculada a España, sus canciones se han incluido como banda sonora de películas de su amigo Pedro Almodóvar, como Tacones lejanos, y Joaquín Sabina le compuso la canción Bulevar de los sueños rotos. Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (2000), a la que "saludó con todo el alma" en su último viaje a Madrid, estaba divorciada y en noviembre de 2000 confesó en la capital española su homosexualidad.

Pese a estar confinada a una silla de ruedas quiso volver en julio de este año a Madrid, tras siete años ausente de España, para rendir homenaje a Lorca en la Residencia de Estudiantes y presentar su disco La luna grande. Se obstinó en regresar porque aquí, según decía, había dejado "empeñada" su alma y debía volver a recuperarla. A los dos días del concierto, el 12 de julio, tuvo que ser ingresada en el hospital por una taquicardia. Salió una semana después y regresó a México el 26 de julio. Cuatro días después ingresó en un hospital de Cuernavaca por una bronconeumonía.

Los mariachis de la plaza Garibaldi de la capital mexicana recibirán hoy los restos de Chavela, para acompañarla hasta el Teatro de Bellas Artes, donde se instalará la capilla ardiente, explicó a Efe su amiga Mariana Gyalui. Tras proceder a la incineración de los restos de Vargas, sus amigos procederán a esparcir sus cenizas en el cerro del Chalchi, frente al que ella tenía su casa de Tepoztlán (Morelos).

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