Rescate de una patera

Un gaditano en el 'Aita Mari'

  • Roberto Calvo trabaja como marinero de máquinas en el barco de la ONG SMH que en su última misión ha rescatado en aguas del Mediterráneo a 102 personas a bordo de una patera

Roberto Calvo (a la izquierda) junto a uno de los migrantes rescatados por el 'Aita Mari' durante el desembarco en el puerto de Augusta (Sicilia)./ U. B.

Roberto Calvo (a la izquierda) junto a uno de los migrantes rescatados por el 'Aita Mari' durante el desembarco en el puerto de Augusta (Sicilia)./ U. B. / U. B.

Apenas hace una semana el informe Frontera Sur daba a conocer que 1.775 personas murieron en 2020 en su intento por alcanzar las costas españolas. No sólo un número trágico, tremendo, sino revelador de la ineficacia de las políticas migratorias tanto españolas como europeas; no en vano, se trata de la cifra más alta en la historia del recuento realizado por la APDHA desde 1989 sobre esa fosa común en la que se ha convertido el Mediterráneo, a pesar de la generosa labor de organizaciones como la vasca Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) con su barco de rescate, Aita Mari, en el que se ha enrolado un gaditano, Roberto Calvo.

“Es muy duro, te enfrentas a historias que ni puedes imaginar, también sientes impotencia porque ves que sólo puedes alcanzar a muy poco con respecto a todo lo que ocurre en el Mediterráneo pero te puedo asegurar que es el trabajo en el que más feliz he sido en mi vida. Evidentemente, no en el sentido económico, sino que nunca he hecho algo que me importara tanto y que fuera tan útil”, se sincera el joven gaditano que tanto en mayo 2020 como a principios de este año ha trabajado como marinero de máquinas en el Aita Mari, al que volverá este próximo mayo tras una última misión que se saldó con el rescate de una patera con 102 personas, “muchos de ellos somalíes y casi la mitad menores de edad”, recuerda.

“Todo fue llegar a aguas libias –cinco días navegando desde Adra (Almería)– dejar pasar un día y dimos con la patera”, rememora Calvo que entonces abandonó la rutina del día a día en el barco (“hacer la guardia de máquinas, comer, ducharte, dormir, hacer la guardia de máquina, comer...”) para “ayudar en todos sitios y donde fuera al resto de tripulación y voluntarios en la atención a las personas rescatadas”. “La verdad que la labor que hacen es tremenda y están muy bien organizados”, alaba el trabajo de SMH el joven conocido en la ciudad por el negocio que regenta su padre (José Antonio Calvo), el Menoc Donald.

Así, el maquinista describe que, “una vez divisada la patera”, el Aita Mari se dirige a ella pero se mantiene “a una distancia prudencial para evitar alarmarlos y que salten al agua o haya un colapso en la patera”. De esta forma, un pequeño número de tripulantes del Aita Mari se acercan en una pequeña zodiac de rescate y se comunican con los migrantes “para decirles que estén tranquilos y, lo primero, para darles chalecos salvavidas, por si ocurre cualquier cosa” mientras se va realizando el traslado (primero mujeres y niños) de la patera al Aita Mari.

“Tal como suben – continúa Calvo relatando su experiencia– pasan por la enfermería y se les realiza un chequeo y un test de antígenos. Y ahí ya se va viendo si hay que aislar a alguna persona o si alguien requiere de algún tratamiento especial por su estado de salud”.

El gaditano Roberto Calvo en el interior del 'Aita Mari' El gaditano Roberto Calvo en el interior del 'Aita Mari'

El gaditano Roberto Calvo en el interior del 'Aita Mari'

Y es ahí, y con el paso de los días donde se entablan algunos vínculos de confianza, cuando salen a flote las historias, las que dejan marcas físicas y psicológicas. “Tremendo, tremendo, lo inimaginable... Un chico con el 97% del cuerpo quemado, personas con tuberculosis, una bebe, con 9 meses, con sarna, algún positivo por Covid pero, dentro de todo es casi lo de menos porque en el barco se les aislaba, se les daba sus epis... Pero al chico quemado hubo que evacuarlo por hipotermia, otro chico que no hablaba y nos dijeron sus compañeros que cuando salió de Somalia era un chaval normal pero que al poco tiempo de llegar a Libia dejó de hablar...Personas a las que les amputaron los dedos en Libia, que las despertaban echándole agua hirviendo en los pies, con marcas de tiros...”, según les contaban los migrantes pues, entre ellos, “alguno hablaba inglés y hacía de traductor”, explica Calvo que también cuenta que entre las 13 personas de la tripulación llevan un traductor senegalés, un médico, dos enfermeras y un periodista, entre otros profesionales.

En la fotografía de la portada se puede ver a Roberto Calvo en el desembarco de los migrantes en Sicilia. En la fotografía de la portada se puede ver a Roberto Calvo en el desembarco de los migrantes en Sicilia.

En la fotografía de la portada se puede ver a Roberto Calvo en el desembarco de los migrantes en Sicilia.

Pero los obstáculos más grandes con los que se encontraba la misión no tenían que ver con el estado de los rescatados sino en las circunstancias que antes y después rodean al rescate. Antes, con el bombardeo burocrático de papeleos e inspecciones (5 días de inspección seguidos) que, de hecho, hicieron que la misión prevista para noviembre se tuviera que atrasar a enero (“lo único que pudimos hacer fue llevar el barco de Pasaia (Guipuzkoa) a Adra”). Y, después, con la misión imposible de desembarcar. “Las autoridades italianas nos tuvieron varios días esperando hasta darnos un puerto seguro, en Sicilia y cuando llegamos sólo nos dejaron evacuar a los dos que estaban peor y a los otros los dejaron en el barco con lo que nos tuvimos que quedarnos fondeados un par de días más. Y cuando desembarcaron todos pues a la tripulación nos obligan a hacer una cuarentena de 14 días más allí fondeados antes de salir”.

Dos semanas en las que se sigue pagando cada día por el fondeo y la recogida de residuos y aguas negras. Recursos económicos, cada vez más complicados de conseguir y, por tanto, muy valiosos para la organización, como opina Roberto que asegura que “ese dinero se podría invertir en hacer misiones más rescates”. “De hecho, cuando nos dirigíamos a Sicilia dimos con otra patera pero no había más espacio en el barco con lo que le dimos chalecos, agua y comida. Afortunadamente, los miembros de la ONG averiguaron después que habían conseguido llegar a Lampedusa. Pero te entra mucha impotencia ver todo lo que está ocurriendo en el Mediterráneo”, lamenta.

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