Hace justo dos años, la costa de Cádiz se convirtió en la costa de la muerte. En la primera quincena del mes de noviembre de 2018 la provincia fue testigo de una de las mayores tragedias sufridas por la inmigración clandestina en España, dejando un aterrador reguero de cadáveres en la arena gaditana. Una patera en la que viajaban casi medio centenar de personas encalló a pocas millas de alcanzar la costa, a apenas 150 metros de Los Caños de Meca. Y durante 15 días, hasta el 20 de noviembre, el mar se encargó de devolver los cuerpos de los 22 inmigrantes que perdieron la vida a causa del naufragio. 

El primer cadáver se localizó en la playa de La Barrosa, en Chiclana, frente al chiringuito Mojama Beach. Posteriormente, apareció otro más en la zona del Novo, a la altura de la Torre del Puerco. El primero de ellos fue localizado sobre las nueve y media de la mañana y el levantamiento del cadáver se produjo dos horas después. Durante las dos siguientes semanas, un reguero de cuerpos fue llegando a la costa de Cádiz, dejando imágenes sobrecogedoras de un drama que no cesa. Son demasiadas las familias que aún hoy esperan conocer el paradero de sus familiares, muchos de ellos perdidos para siempre en las crueles aguas del Estrecho. 

Otros tantos inmigrantes lograron alcanzar la playa a nado, entre ellos el patrón de la embarcación, condenado recientemente por la Audiencia Provincial de Cádiz a un total de ocho años de prisión. De ellos, cuatro como autor criminalmente responsable de un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros en el subtipo agravado de comisión en el seno de una organización y con peligro para la vida de las personas, así como a otros cuatro años por concurso real con 22 delitos de homicidio cometidos por imprudencia grave.

Según la sentencia, la embarcación tipo patera de madera en la que viajaban entre 40 y 50 personas, partió el sábado 3 de noviembre de 2018 de las costas de Marruecos hacia las costas españolas. La nave iba sobrecargada en proporción a sus dimensiones, además de que a los inmigrantes que viajaban a bordo no se le proporcionó comida o bebida ni medidas de seguridad tales como chalecos salvavidas o flotadores. Tampoco disponía la embarcación de medida alguna de seguridad como sonar, equipo de radio, linternas o bengalas.

Tras una travesía de unas 30 horas y cuando iban a alcanzar la costa española a la altura de Los Caños de Meca, la embarcación chocó contra unas rocas, por lo que comenzó a entrar agua en el fondo de la patera y obligó a los inmigrantes que viajaban a saltar al mar. A consecuencia de que muchos de ellos no sabían nadar y carecían de chalecos salvavidas o flotadores ni se disponía de linternas, bengalas o equipos de radio que pudieran alertar del naufragio, perecieron en el suceso 22 inmigrantes.