Política municipal/El análisis

La marca Beardo se resiente

  • Tras un periodo de indudable protagonismo, el alcalde se retira a un discreto segundo plano tras las críticas recibidas en las últimas semanas

Una imagen de Germán Beardo, el día en que ganó las elecciones municipales.

Una imagen de Germán Beardo, el día en que ganó las elecciones municipales. / Andrés Mora

Gobernar una ciudad como El Puerto, y más si no se cuenta con una mayoría suficiente, es una tarea muy complicada.

Tras una serie de etapas convulsas, alguna de ellas con  pactos explosivos, la llegada del treintañero Germán Beardo a la Alcaldía tras una trabajada campaña electoral que le hizo pasar del anonimato a la gloria en poco tiempo fue vista por muchos portuenses como el comienzo de una nueva etapa ilusionante, con nuevos bríos y muchas ganas de cambiar las cosas.

En este primer año de mandato de Germán Beardo en coalición con Ciudadanos, pero sin la mayoría necesaria de trece concejales que le haría falta para no depender de nadie más, el alcalde se ha tenido que enfrentar nada menos que a una pandemia mundial, y ciertamente en un principio supo sacar partido de esta circunstancia.

Al margen del revulsivo introducido por David Calleja en fechas como la Navidad o varias festividades religiosas más al equipo de Beardo prácticamente no le dio tiempo a hacer nada antes de que todos nos tuvieramos que encerrar durante tres meses, confinados, pero en ese periodo de la larga cuarentena el alcalde supo sacar buen partido de su imagen, apareciendo como un dirigente todo terreno, dispuesto tanto a patrullar con la Policía Local o a repartir alimentos a las familias necesitadas con Protección Civil o arrimando el hombro para la puesta en marcha de un albergue para los sin techo, posando cada día con un uniforme diferente y acaparando fotos y más fotos en sus redes sociales, que maneja con maestría.

Beardo, durante la cuarentena con el chaquerón de Protección Civil. Beardo, durante la cuarentena con el chaquerón de Protección Civil.

Beardo, durante la cuarentena con el chaquerón de Protección Civil.

Durante esas fechas fueron incesantes las alabanzas en esas mismas redes, con comentarios que ponían a Beardo como ejemplo de líder entregado, y es cierto que supo liderar en ese momento la incertidumbre de una ciudad que como el resto del país, no sabía muy bien qué le iba a deparar el futuro.

Pero el confinamiento acabó y contra todo pronóstico, lo que en principio se preveía como un verano en blanco, sin actividades a la vista por miedo al coronavirus, se convirtió de pronto en un sinfín de proyectos relacionados en su mayoría con el ocio.

Quizás por las prisas a la hora de querer recuperar la actividad económica, o quizás por la actuación impulsiva de parte de su equipo, lo cierto es que se tomaron una serie de decisiones que han terminado por sembrar de polémica este atípico verano, una polémica que a lo largo de las semanas ha terminado por empañar la marca Beardo, ahora mucho más cuestionada que hace solo dos meses.

Asuntos como la falta de licencia de la noria, o el surrealista episodio de las atracciones de Valdelagrana, con unos feriantes a los que se anima a instalarse junto a varios bloques de viviendas para después reconocer que no contaban con los permisos necesarios y ordenarles el desalojo del recinto, han recordado a muchos portuenses otros tiempos no tan lejanos, aquellos del ex-alcalde Hernán Díaz en los que muchas cosas se hacían a las bravas, sin seguir los trámites legales establecidos, y cuyas consecuencias aún colean, años después, en los tribunales.

Si durante la cuarentena y nada más salir de ella El Puerto aparecía en los informativos nacionales como ejemplo de recuperación en el uso de las playas o el turismo, pocas semanas después la ciudad vuelve a  aparecer en todas las televisiones pero por otros motivos, como el escándalo de la corrida de toros del pasado 6 de agosto, cuyas imágenes dejaban a las claras que no había existido distancia de seguridad alguna, o por la celebración diaria de botellones masivos sin que la Policía Local haga acto de presencia.

La organización de conciertos también ha puesto la mosca detrás de la oreja a más de uno ante el temor de posibles rebrotes, no tanto los conciertos en sí, que están bien organizados y con restricciones tanto en la Plaza de Toros como en el Soko, sino el ocio nocturno que se prolonga hasta primeras horas de la mañana en terrazas y discotecas, con algunas imágenes que nos hacen llevarnos las manos a la cabeza.

Mención aparte merece el caos de la Policía Local, sin apenas agentes en las calles

La gestión de la Policía Local merece mención aparte, con la plantilla en pie de guerra, un jefe cuestionado y unos responsables políticos que no parece que sepan lo que es negociar, de tal modo que apenas si se ven agentes en las calles en un tiempo en el que la seguridad debería ser lo primordial, sobre todo con tantos eventos en marcha. Ni siquiera funciona la grúa municipal, cuya empresa se ha plantado a causa de los impagos. La tardía entrada en vigor del socorrismo en las playas y su escasez de medios también ha sido objeto de multitud de críticas.

A todo eso, Germán Beardo y su equipo han tenido la habilidad de poner de acuerdo, en su contra, a grupos tan diferentes como Adelante El Puerto o Vox, sin que estos últimos finalmente se hayan alineado con el gobierno para garantizar una mayoría, tal y como se auguraba. Cuestiones como la contratación del gerente de El Puerto Global han terminado por acercar a los extremos, que ven cómo a pesar de que la Fiscalía no ha aceptado la denuncia de la oposición, la deriva económica de la empresa municipal no tiene buenas perspectivas.

También el movimiento vecinal parece estar en pie de guerra contra el nuevo gobierno. Tras un periodo de luna de miel en el que parecía que todo iba a cambiar, la Federación Local de Asociaciones de Vecinos (Flave) es cada vez más crítica en sus pronunciamientos, ya que entre otras cosas las asociaciones siguen sin recibir las esperadas subvenciones. La guerra abierta que mantiene el equipo de Gobierno con la Intervención municipal tampoco ayuda, una relación tormentosa que ha dejado en pañales los problemas que tuvo el anterior alcalde en este mismo sentido.

El miedo a los rebrotes o la suciedad en las calles son algunas de las quejas ciudadanas

La limpieza, o más bien las deficiencias en el servicio municipal, son otro de los frentes abiertos en cuanto a quejas ciudadanas. Otros colectivos a los que se prometió el oro y el moro durante la campaña electoral también reclaman ahora que se cumplan esas promesas. Y en cuanto a la maquinaria municipal, tampoco parece que de momento se vaya a cambiar gran cosa, tal y como se prometió incluso a algunos concejales del equipo de Gobierno.

El área de Urbanismo, tan importante para la recuperación de la ciudad, sigue bajo mínimos en cuanto a personal. Proyectos como el parking de Pozos Dulces siguen estancados, sin que se arroje la más mínima luz sobre su supuesto avance.

A todo esto el alcalde en las últimas semanas ha bajado al mínimo su presencia mediática y en redes sociales, sin el despliegue habitual de los meses anteriores.

Acostumbrados como tiene a sus seguidores a explicar cualquier asunto de forma directa, sin intermediarios, es llamativo en estos días su silencio acerca de la polémica de las atracciones de Valdelagrana. Ni una palabra. Y es que en la política de Beardo los aciertos son suyos pero los errores son de otros. Su marca no es el PP sino él mismo, y esa marca no se debe ver nunca enturbiada por asuntos negativos.

Se anuncian inversiones, sí, pero la mayoría vienen de atrás y muchas de las gestiones de las que se saca pecho llevan ya años previos de trabajo, aunque siempre se traten de presentar como algo nuevo.Los presupuestos municipales para este año merecen también mención especial. Hace  un mes y medio  que se presentaron sus líneas generales en rueda de prensa, pero a día de hoy ni siquiera los grupos municipales tienen el documento, que antes debe pasar además por el filtro de la Intervención y ser aprobados por el Ministerio de Hacienda. ¿Para qué salir, entonces, hace más de un mes dando a entender que iban a ser inminentes?. Cuestión de imagen.

Pero El Puerto, para salir adelante, necesita mucho más que una imagen. Necesita gestión, y si bien es cierto que las circunstancias son complicadas, es el momento de hacer las cosas bien y por derecho, sin campañas de marketing ni atajos que lo único que consiguen es enturbiar la política municipal y el futuro de la ciudad.

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