Provincia de Cádiz

La casa de los ‘Harrier’ de la Armada en Rota

Base de Rota. 9ª Escuadrilla de aeronaves de la Armada. Harriers. / Julio González (Base Naval de Rota)

En el hangar número 7 de la Base en Rota aparecen en fila los caza de la Armada. “Al avión 25 le están cambiando una pieza en el motor, este nos lo acaban de entregar desde Airbus Sevilla, del mantenimiento de las 1.500 horas, y estamos comprobando si todo está bien; y el de aquí tuvo una avería de refrigeración”, explica el jefe de la Novena Escuadrilla, el capitán de fragata Manuel Ángel Bouza, toda una vida volando, nacido en San Fernando y que lleva año y medio al frente.

Entramos en la casa en Rota de los AV-8B Harrier II Plus, que afrontan ya la que será, se prevé, su última década de vida. “Pero nos mantenemos al día”, cuenta Bouza. “Su configuración actual es moderna y muy pocos componentes de un avión con 20 años –los que tienen las últimas aeronaves– son originales; se cambian ruedas, las paletas de las turbinas, los conductos de combustibles,...y los armamentos son cada vez más precisos”. Eso sí, “como cualquier otro avión de combate, requieren muchas horas mantenimiento”. “Bufff...se revisan por horas de vuelo, por días si se ha llevado unos días sin volar,...”, añade sobre estos cazas que operan también en EEUU –tiene un centenar– e Italia y que al menos vivirán hasta 2030 en espera de los únicos que los pueden sustituir los F-35, también con despegue y aterrizaje vertical y que ya operan en esos países socios, aunque no en España. La Armada lo tiene en sus planes para operar desde el Juan Carlos I, el buque anfibio portaeronaves español y segunda casa de la Novena.

Imagen del hangar de la Novena Escuadrilla en Rota. Imagen del hangar de la Novena Escuadrilla en Rota.

Imagen del hangar de la Novena Escuadrilla en Rota. / Julio González

Pero mientras, en la Base aeronaval gaditana más de un centenar de personas se afanan en tener a punto los cazas actuales y en adiestrarse para estar listos si llegara el momento. Los pilotos -ahora once pero fueron más en los inicios de la escuadrilla-vuelan sobre tres días en semana y 39 suboficiales y 65 de marinería conforman el primer escalón del mantenimiento y control que, como comenta su jefe, es constante y exhaustivo, con especialidades que pasan por armeros, mecánicos, electrónica, aviónica, combustible,... en las distintas divisiones, como turbinas, control de mantenimiento, armamento o apoyo a operaciones, que muestra en una visita de este medio.

Cada uno cuenta con su foto en un tablón de una de las paredes de su hangar, desde el jefe a los marineros, junto a otras imágenes de la historia de esta escuadrilla y los pilotos de ahora, entre ellos el gaditano Andrés Medina González del Tánago. Incluso el estadounidense que está de intercambio. En uno de los pasillos, hay un vinilo del escudo de la escuadrilla colocado hace poco. "Supramare et teram", por mar y aire, es su lema.

Y ¿cómo es un día de trabajo en la escuadrilla? "Pues lo primero es realizar una pasada FOD (Foreign Objects Damage, por sus siglas en inglés)en la que nos implicamos todos. Hay que recoger cualquier cosilla que si la ingiriera una turbina sería catasfrófico”, apuntan. “Luego el jefe de mantenimiento distribuye los trabajos del día y se empiezan a preparar los aviones que vuelan en esa jornada: rellenar combustibles, comprobar presiones de hidráulicos...”. A los que no volarán se les mira qué tipo de trabajo de mantenimiento le toca y se empieza la labor en grupos. “En la aviación naval todo se hace en grupo, si tú lo haces yo lo miro, yo soy control de calidad, y más tarde vendrá otra tercera persona que no ha intervenido a supervisar el trabajo, porque la seguridad es primordial”.

En la división de turbinas, que se encarga de inspeccionar los motores de los aviones y que dirige el brigada Martín Arnoso Rivera; está la marinera Alexia Durán colocando cada herramienta en su lugar. Cada pieza tiene su hueco, para comprobar que no se ha olvidado nada durante la faena. En la división de Armas, el sargento primero Jorge Mora, artillero y uno de los ‘chalecos rojos’ de la escuadrilla, está comprobando que no haya averías en uno de los sistemas de armas del avión. Le toca revisión también a uno de los asientos eyectables, con decenas de componentes explosivos y dos cohetes para hacerlo salir como último recurso.

El jefe de Novena Escuadrilla, el capitán de fragata Manuel Ángel Bouza. El jefe de Novena Escuadrilla, el capitán de fragata Manuel Ángel Bouza.

El jefe de Novena Escuadrilla, el capitán de fragata Manuel Ángel Bouza. / Julio González

En la oficina de control de mantenimiento, el cabo mayor Diego Saborido y el subteniente Francisco Javier Alonso apuntan a mano en cada libro de cada uno de los AV-8 Bravo Plus todas las revisiones realizadas, si una de las aeronaves tiene una avería y no se puede volar, las discrepancias que se denomina. “Se llevan en papel, con firma y anotación”.

En una zona restringida, donde no se pueden tomar imágenes, se planean las misiones. Con dos salas de briefing, donde los pilotos se reúnen antes de cada misión diario; allí se encuentran los ordenadores con el sistema de planeamiento, que el aviador carga en una tarjeta que se lleva, así como un IPAD y la caja negra. El brigada Francisco Javier Manga, de apoyo en operaciones, vigila que todo esté a punto.

Zonas de vuelo

Por seguridad estos aviones no pueden volar menos de 120 horas al año. “Ahora, con nuestras limitaciones, no solo de covid sino presupuestarias, estamos en unas 150, volando unas tres veces por semanas durante hora u hora y media”, explica el jefe de la Novena Escuadrilla, que muestra los depósitos de combustible que se le colocan en las alas para alargar una media hora la operación.

Preparándose para un vuelo desde la Base de Rota. Preparándose para un vuelo desde la Base de Rota.

Preparándose para un vuelo desde la Base de Rota. / Julio González

Los Harrier tienen que volar a unos 3.000 pies de altura y en el Golfo de Cádiz, así como sobre Huelva, tienen una zona reservada de ejercicio que es su área de trabajo, pasando habitualmente por la zona del Retín. “Cuando hacemos ruido por Cádiz es que estamos yendo o volviendo a la Base. Si llegar desde el norte, lo hacemos por Sanlúcar, si llegas desde el sur, cuando regresamos del Retín por ejemplo, sobrevolamos dejando a un lado la ciudad gaditana".

En la zona, asegura, no hacen ejercicios con armamento real, ahora los más modernos coordinados con GPS para evitar lo que llaman daños colaterales y con cargas explosivas más pequeñas. “Esto solo se hace cuando nos vamos a Zaragoza y lanzamos la munición en el polígono de Tiro de las Bárdenas Reales de Navarra, unas dos veces al año”

Al menos así era antes del coronavirus. La escuadrilla ha tenido su adiestramiento reducido por la pandemia en este último año pero este 19 de abril salen al fin a unas maniobras importantes con el Juan Carlos I y la Infantería de Marina que durarán una semana. Embarcan hasta 80 miembros de la plantilla de la escuadrilla, que se estaban vacunando en esta última semana. Aún así, tendrán que pasar antes una cuarentena y dos pruebas para minimizar el riesgo en la navegación.

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