Coronavirus en Cádiz

Las fiestas del fin del mundo

  • Cada fin de semana centenares de jóvenes se citan en enclaves de la provincia sin guardar las recomendaciones sanitarias por el virus

La playa de Los Castillejos, al final de la avenida Trafalgar en los Caños de Meca, donde cada sábado se concentran centenares de jóvenes.

La playa de Los Castillejos, al final de la avenida Trafalgar en los Caños de Meca, donde cada sábado se concentran centenares de jóvenes. / Manuel Aragon Pina

Nada es más contagioso que la risa. Ni la variante Delta del virus mamarracho. Nada es capaz de propagarse a la velocidad del sonido como lo hace la música electrónica por los Caños de Meca. Avanza poco a poco. Primero un sol, luego un mi, un re, un fa… y, de repente, la playa de Los Castillejos vibra con saltos espasmódicos. El Sol, el otro, el astro rey, asoma por el Este, por detrás de los escarpados acantilados del Parque Natural de La Breña, y sorprende a medio millar de jóvenes en un frenesí bailongo. El chunda chunda no deja dormir ni a los grillos. A las dos de la mañana, cuando la patrulla de la Guardia Civil de Barbate echa una ojeada al pequeño arenal resguardado de miradas indiscretas por riscos que complican el acceso, apenas si hay una veintena de jóvenes bebiendo mojitos. Paz y amor, el índice y el dedo corazón bien alzados, en plan Churchill pero sin sombrero y con una sonrisa bobalicona que serviría para anunciar cigarritos aliñados en mitad de Amsterdam. Pero conforme la madrugada avanza, la veintena se multiplica milagrosamente. No son las bodas de Caná, ni hay vino malo, en todo caso ron malo, pero para magia el poder disfrutar de la nueva normalidad en la playa más salvaje de los indómitos Caños de Meca. Porque a las seis de la mañana los 20 son ya 600. La noche deja paso al día y la fiesta sigue. Fiestas ilegales, se llaman ahora, sin darse cuenta que la propia palabra hace de cucurrucucú paloma para atraer a más contagiados por las ganas de un vámonos que nos vamos, una fiesta del fin del mundo.

“¿Y qué hacemos? ¿Entramos con los antidisturbios?”, pregunta en voz alta uno de los agentes de la Benemérita que tiene que controlarlos. La papeleta tiene su guasa. “El sábado pasado llegamos a San Ambrosio porque nos llamaron pero ya se estaban largando. Compañeros de la Policía Local de Vejer nos dijeron que eran como 1.200, con la música bajita, había hasta camareros, todo bien organizado. Al final sólo denunciamos al organizador”, sigue relatando.

Imagen de una fiesta en Los Caños el pasado fin de semana. Imagen de una fiesta en Los Caños el pasado fin de semana.

Imagen de una fiesta en Los Caños el pasado fin de semana.

Pero la cosa va a más. En El Puerto, en Rota, en Conil, en El Palmar, incluso en la capital de la provincia, hay ganas de jarana. Es fácil ponerse a ver una película de Disney Plus con tu hijo pequeño al lado y una birra bien fría cuando ya te ha caído el medio siglo y las dos dosis de la vacuna de Moderna te han puesto los brazos como a Popeye, pero con veintipocos años y las hormonas montando barricadas en el lóbulo occipital resulta más complicado. Control señores, control, dice más de un político con un Johnny etiqueta azul en la sobremesa de un restaurante de postín cuya cuenta paga España. “Nos ha jodío, estos ya han hecho camino al andar”, dice Juanito, un coleguita de Jerez que no falta a las fiestas que se montan los sábados en los Caños. “Si no me mata el virus me mata el aburrimiento. Así que puestos a jugarse la vida, como dice el maestro Sabina, que el fin del mundo nos coja bailando”, dice mientras se ríe con una carcajada que nos recuerda a Gary Oldman en Drácula.

Claro que el problema no es solo el virus este pejiguera que lo mismo resiste el frío de la Patagonia que el calor de Triana en pleno julio, sino que los fiesteros ilegales provocan ganas de rezar por un confinamiento chiquito. “Estamos hartos de ruido y suciedad, de que vayan haciendo sus necesidades en medio de la calle, de que aparquen los coches como les da la gana, de que llegue la grúa de Barbate y sólo se lleve un coche y a los demás les ponga una multa que no van a pagar. Estamos cansados de que bajen los clientes de nuestro hotel a intentar dar un paseo por la playa por la mañana y se topen con esta gente medio en pelotas durmiendo en cualquier lado. Y encima en medio de una pandemia”, dice la propietaria de un establecimiento hotelero cercano al epicentro fiestero que los sufre cada sábado.

La Guardia Civil se ha reforzado este fin de semana para poder controlar las fiestas

La cuestión es que estamos en modo salvaje oeste gaditano. Y se necesita al Séptimo de Caballería. “Este fin de semana vamos a tener refuerzos —nos contaba el teniente de la Guardia Civil de Barbate—. Van a llegar agentes de la Comandancia de Cádiz, de la Usecic de Vejer, vamos a tener seis o siete patrullas más para controlar mucha extensión de terreno, está la zona de los Caños, pero también El Palmar y todo San Ambrosio, por ejemplo, donde ya la pasada semana tuvimos ejemplos claros de centenares de jóvenes de fiesta”.

El teniente nos reconoce que es complicado. “No sabemos qué puede ocurrir si vamos con tres o cuatro agentes y pretendemos disolver por las malas una concentración de 600 personas, como la que había el otro día en Los Castillejos. No sabemos si puede ser peor el remedio que la enfermedad. Además es que se concentran a altas horas de la madrugada, casi cuando está amaneciendo es cuando hemos percibido que más afluencia de gente hay a estas fiestas”.

La Guardia Civil ha mantenido encuentros esta semana con responsables de los diferentes cuerpos de la Policía Local de Barbate o Vejer para solicitar su apoyo. “Sabemos que tampoco están sobrados de personal, pero es que La Janda es muy amplia y no podemos llegar controlar tantos kilómetros cuadrados”.

Esta semana, y en prevención precisamente de las cada vez más abundantes fiestas tumultuosas, la Junta de Andalucía ordenó mediante una orden publicada en el BOJA el cierre de todas las playas del litoral gaditano al encontrarse en el grado 2 de alerta. Sin embargo, alcaldes de poblaciones de la Bahía de Cádiz o La Janda ya anunciaron que aplicar la medida es complicado sin más medios que la Policía Local o patrullas de la Guardia Civil, por más que se refuercen con un par de docena de agentes.

El escenario de este fin de semana es incierto. Lo único seguro es que para las ganas de fiesta y la risa contagiosa de la juventud no hay vacuna que valga.

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