Carlos Javier García (PSOE) | Alcalde de Grazalema

"Grazalema ha mimado hasta la extenuación muchos detalles en pro del turismo"

  • El regidor grazalemeño explica que sus prioridades para este mandato son iniciar los trámites de una residencia de mayores y poner en servicio un polígono industrial que ayude a diversificar la economía local

  • "El PGOU de Grazalema tiene una normativa más restrictiva que la del propio Parque Natural"

  • "Lo del Toro de Cuerda es un sentimiento popular, una especie de religión para la gente de aquí"

Probablemente sea por la experiencia acumulada tras años de profesión como locutor tanto en su pueblo como en Ronda, pero lo cierto es que Carlos Javier García, regidor socialista de Grazalema, es de hablar. "Me cortas si me extiendo mucho, ¿vale?", le inquiere al entrevistador. Y en verdad que coge carrerilla al hablar, desarrollando sus ideas una tras otra, pero en todas sus reflexiones subyace sobre todo su pasión por un pueblo, el suyo, que es el referente indiscutible del turismo rural en la provincia de Cádiz.

–El PSOE revalidó el año pasado su mayoría absoluta en Grazalema y además ganando un concejal más. Evidentemente el pueblo respaldó la gestión municipal desarrollada entre 2015 y 2019.

–Fue un buen resultado, es verdad. Y es consecuencia del trabajo realizado. La gente vio que en 2015 llegamos al Ayuntamiento con un equipo renovado, con unos proyectos también nuevos y con muchas ganas de trabajar. En 2015 le dimos al F5, nos actualizamos y eso dio sus resultados.

–¿Cuáles son sus prioridades para este mandato?

–Hay dos proyectos esenciales. El primero es que en 2023 tendremos que haber sido capaces de adquirir unos terrenos en los que podamos iniciar la construcción de una residencia de mayores. Y el segundo proyecto es desatascar de una vez el polígono industrial, un proyecto de hace unos años que jamás ha tenido buena fama pero que es clave para impulsar la diversificación de nuestra economía. Porque aquí tenemos gente que quiere hacer pan, que quiere montar una quesería y que quiere montar un taller mecánico y no puede hacerlo porque no hay suelo para ello. Por eso nosotros promovemos ese área industrial, para levantar unas naves donde se asienten esos negocios que ayuden a crear empleo y a fijar la población al territorio.

–¿Y en qué situación está ahora ese proyecto de polígono industrial?

–Ese proyecto ya fue incluido en nuestro PGOU y, a instancias de la Junta, le hicimos una serie de modificaciones para cambiar el modelo constructivo, como reclamaban algunas entidades conservacionistas que pedían que las naves simularan a las edificaciones que hay en el pueblo. El proyecto actual está consensuado con todos y ahora estamos haciendo una serie de correcciones con la idea de que en unos meses podamos presentar el proyecto de reparcelación para poder ponerlo en uso.

–O sea, que asegura usted que la puesta en funcionamiento de ese polígono no disgustará a los turistas habituales del pueblo.

–Por supuesto. Si Grazalema es lo que es se debe a que ha tenido siempre una administración muy sensible con la conservación del patrimonio y unos vecinos que han asumido como propio un modelo bastante restrictivo. El modelo urbanístico de Grazalema, el PGOU, tiene una normativa que es más restrictiva incluso que la del propio Parque Natural. Esto ha supuesto un peaje, un coste para nuestros vecinos, que no han podido hacer negocio con su propiedad y no han podido desarrollar actividades económicas en sus fincas. Pero todo ello ha permitido que Grazalema esté como lo está ahora. Y eso lo valora el turista.

–¿La situación de despoblación que sufre la Sierra de Cádiz y en particular Grazalema es un problema dramático o solamente preocupante?

–La situación hoy es preocupante pero como sigamos al mismo ritmo, mañana puede ser dramática. Es que, excepto El Bosque, todos los pueblos de la Sierra estamos perdiendo población. Y si la situación en Cádiz no es tan grave como en otros puntos de España es porque aquí hemos sido capaces de vertebrar bien el territorio, llevando muchos servicios a los pueblos como médicos, colegios, guarderías, institutos... Ha sido una apuesta clara de una administración pública que ha demostrado una sensibilidad mayúscula con los pueblos. Ahora lo que falta es que nos lo creamos, porque si años atrás nos volvimos todos urbanitas y hasta nuestros abuelos no recomendaban que no volviéramos al pueblo, ahora todo ha cambiado y todo el mundo quiere tener un pueblo. Aprovechémoslo. Eso sí, a los pueblos nos faltan más recursos y necesitamos que las administraciones superiores nos consideren mayores de edad y nos faciliten una financiación más justa. Y también hacen falta medios que permitan a la gente vivir en los pueblos y trabajar aquí mismo o en las cercanías, como la fibra óptica, internet, teléfono, televisión, eso por un lado, o mejorando las carreteras.

–Y hablando de esas comunicaciones, la carretera del Puerto de las Palomas está cerrada muchos meses del año y la de Gaidovar (o de la Ribera) está en una situación lamentable.

–Bueno, la carretera del Puerto de las Palomas ha quedado como paisajística, porque no se usa tanto en el día a día. La otra, la carretera de la Ribera, sí que se usa mucho. Es la principal vía de entrada y salida para los vecinos de Grazalema y su estado no es el más óptimo. Hemos pedido formalmente a la Diputación que haga un estudio concienzudo para proyectar el arreglo integral de la carretera, porque su orografía permite esa ampliación. En este asunto desde el Ayuntamiento somos muy ambiciosos.

–¿Es usted partidario, como otros alcaldes de su entorno, de negociar una flexibilización de las normas de uso del Parque Natural?

–A mí no me gusta generar falsas expectativas sino hacer pedagogía. Mi apuesta no es por flexibilizar las normas sino por humanizarlas. Cuando en alguna reunión los técnicos nos explican el porqué de esas medidas tan restrictivas, todo es muy entendible. Pero hace falta que la Administración dé respuestas, porque somos los políticos los responsables de generar normativas que den soluciones a los problemas de la gente. En el Parque Natural el choque está muchas veces en los usos del territorio y ahora hay que hacer compatible la vida en el campo con el turista que pasa por al lado corriendo. Ese es el debate que hay que abrir.

–¿Qué porcentaje de la población de Grazalema vive del turismo?

–Muchísima gente. Yo diría que el 80% del pueblo.

–¿Y como es el día a día a Grazalema por ejemplo cuando llega un fin de semana? ¿No existe el temor de que la presencia de tanto turista pueda terminar desesperando a los vecinos del pueblo?

–Es verdad que los fines de semana el pueblo está bastante tomado, pero aún no hay aquí turismofobia. Todo puede acabar muriendo de éxito porque surgiera un rechazo interno, pero eso no existe. En Grazalema el mayor problema que puede tener un vecino un domingo es que no pueda aparcar su coche en la puerta de su casa, pero poco más. Ahora hemos puesto un plan de calidad turística que ha fijado las pautas a seguir para mejorar la calidad en el servicio pero también la calidad en el empleo. Y también estamos trabajando para la creación de dos o tres aparcamientos disuasorios que hagan compatible el respeto con el entorno, y tenemos en mente un proyecto de semipeatonalización para que no convivan turistas y coches en el centro del pueblo en días de mucha masificación.

–¿Y dónde está, a su juicio, el encanto de Grazalema? Porque este pueblo sigue siendo el principal imán turístico de la Sierra pese a que hay otros pueblos que quizás sean más espectaculares, como Zahara de la Sierra o Setenil, por ejemplo?

–Como dice un amigo mío, a Grazalema sólo le falta un castillo en todo lo alto. Quizás la clave del éxito es que Grazalema ha mimado hasta la extenuación muchos detalles. No estoy haciendo comparaciones con otros pueblos, que quede claro, pero ahí están la cartelería, las terrazas, la limpieza en las calles, la limpieza de las fachadas, no hay asfalto en las calles, el empedrado llega a todos los límites del pueblo... todo eso es una evidencia y yo creo que hay gente sensible que viene al pueblo, que ve todo eso y que lo pone en valor. Pero también es muy importante que cuando nadie hablaba de turismo rural hace 40 años Grazalema levantó la manita gracias a la capacidad visionaria de algunos políticos y de algunos empresarios. Si hoy tenemos siete hoteles en un pueblo tan pequeño es porque ha habido una apuesta empresarial muy clara.

–Además de esos siete hoteles que hay hoy en funcionamiento, ¿hay más proyectos hoteleros en cartera?

–Ahora mismo no hay ninguna iniciativa para Grazalema pueblo, aunque nos falta tener algo así en Benamahoma.

–¿Han desaparecido los anhelos segregacionistas que hubo hace tiempo en Benamahoma?

–La ley hoy no permite nada, sobre todo por el número de habitantes. En su momento no se dieron los pasos necesarios cuando la legislación lo permitía y hoy Benamahoma no es siquiera una Entidad Local Autónoma (ELA). Pero pese a que haya una montaña de separación por medio, ambos pueblos nos llevamos bien, como no podía ser de otra manera. Yo como alcalde he apostado desde el minuto uno por ese entendimiento y lo hago compartiendo las actividades y no duplicándolas. Así los vecinos suben y bajan de un pueblo a otro y se va haciendo familia.

–A la vista del sentimiento animalista tan creciente que hay en la sociedad actual, ¿cree usted que peligra el Toro de Cuerda de Grazalema?

–Es una fiesta que está muy arraigada tanto aquí como en otros pueblos del entorno como Villaluenga o Benaocaz. Yo no me planteo su desaparición y, desde luego, ese no es un debate que vaya a abrir este alcalde.

–¿Y qué haría usted si el actual Gobierno de España prohibiera la celebración de todo espectáculo taurino?

–Pues les invitaría a que vinieran para contarles ciertas cuestiones que corren por las venas y que difícilmente se pueden entender en determinados planes de debate. Lo del Toro de Cuerda es un sentimiento popular, una especie de religión para la gente de aquí que se entiende sólo cuando se ha convivido desde pequeño con esa tradición.

–Ustedes tienen a los bandoleros en Grazalema y a los moros y cristianos en Benamahoma. Y también están las de Algodonales, El Bosque, etc. ¿No cree que son ya demasiadas recreaciones históricas en la Sierra?

–Ese es un pedazo de producto turístico, que gusta mucho y que atrae a mucha gente. Creo además que nos complementamos, desde los romanos hasta los bandoleros. Las recreaciones están dando muy buen resultado gracias a la participación de los vecinos y creo que se mantendrán mientras los ayuntamientos las puedan sostener económicamente.

–¿En que situación está el procedimiento judicial del polémico desvío del río en Grazalema? ¿Y qué aprendió el Ayuntamiento de todo aquello?

–Ese caso está aún pendiente de juicio, sin que haya responsables municipales encausados. Desde el punto de vista administrativo, la Junta condenó a la empresa constructora a restituir el río en los condicionantes marcados y así lo hizo, aunque el bloque de viviendas continúa en pie ya que no estaba sobre el río. El gobierno municipal obró en todo momento con buena fe y si algo aprendimos fue a no ser tan buenos y tan confiados con todo el que llega vendiéndonos un proyecto. También aprendimos que Grazalema está siempre en el punto de mira por muchas cuestiones. A ese pueblo siempre lo están mirando con lupa.

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