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"Hay menos carabelas que otros años pero ha coincidido con temporada alta"

  • Lo común es que lleguen con temporales de Poniente durante los meses de invierno

  • Su picadura es la más dolorosa de los cnidarios de nuestra costa 

Una de las carabelas portuguesas aparecidas en la costa gaditana.

Una de las carabelas portuguesas aparecidas en la costa gaditana. / D.C.

“Como las medusas, la carabela portuguesa forma parte de los cnidarios, por eso pica –explica, desde el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC), la doctora e investigadora Laura Prieto–. La diferencia de estas con el género physalia, del que forma parte la carabela portuguesa (Physalia physalis), es que estamos hablando de colonias. Lo que nos parece una sola medusa, un solo organismo, son varios. Se manejan como un edificio flotante. El globo les da la flotabilidad, y los filamentos están integrados por distintos organismos que se dedican cada uno a una tarea: unos, a la alimentación; otros, a la caza –que son los que emiten el veneno–; y otros, a la reproducción.”

La mala fama de la carabela o fragata portuguesa es merecida sólo hasta cierto punto. Su picadura, a no ser en casos extremos –personas muy debilitadas, niños o ancianos– no reviste gravedad ni tiene por qué ser fatal, pero sí es “de todos los cnidarios que te puedes encontrar en el litoral de la provincia de Cádiz, el que resulta más doloroso”.

¿Qué es lo extraño de esta presencia en nuestras costas? La temporada. Las colonias de carabelas suelen llegar con temporales de Poniente y durante los meses de invierno: “En febrero de 2010, se activó el protocolo porque llegaron un montón –recuerda Prieto–. Unas 100.000 colonias en sólo dos semanas, lo que nos permitió estudiarlas muy bien, y ver por qué habían llegado a la costa. De hecho, hay pocas en comparación con otros años –continúa–. Ocurre que es temporada de playas y cunde más la alarma. En 2013, por ejemplo, también se dio otro pico. Ahora ha aparecido alguna en Cádiz, en Chipiona, en Camposoto...”

Las carabelas son seres pelágicos, cuyo hábitat es el mar abierto, en pleno océano Atlántico –hay otra especie de physalia presente en el Pacífico–:“Se mueven por corrientes y vientos superficiales: las que llegan a la costa es porque han sido arrastradas”. En su proliferación no tienen que ver el aumento de la temperatura o la salinidad: “De hecho, no consiguen prosperar en el Mediterráneo porque tiene aguas más cálidas: su hábitat natural es el océano Atlántico”.

Su presencia tampoco altera nuestro ecosistema: son un elemento más. “Incluso existen simbiosis y organismos que se alimentan de ellas: por ejemplo, unos pequeños caracoles azules que a veces se ven cuando te encuentras con alguna”, apunta Prieto.

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