Análisis

El alma por una foto

  • La inversión de Amazon plasma el poderío de la nueva economía digital

Germán Beardo, junto a la delegada de Urbanismo, Danuxia Enciso.

Germán Beardo, junto a la delegada de Urbanismo, Danuxia Enciso.

El discreto y suave aterrizaje de Amazon en El Puerto se ha conocido con las obras ya en marcha, algo de lo más extraño, a tenor de lo que le gusta a nuestros dirigentes colocar una primera piedra. La firma líder en la distribución de productos de gran consumo no anunció su inversión tres años antes, ni anticipó su inminente llegada con una gran campaña, ni concedió una triste foto de cara a la galería con la primera autoridad. Aun así el alcalde, como si se tratara de uno de esos días que los gobernantes suelen calificar de históricos, no dejó la ocasión de posar, sobre un terreno aún baldío, señalando América en el horizonte. Germán Beardo no tuvo por ahora el gusto de conocer a Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, que acaba de endosarle a las pymes españolas la tasa digital del 3%, pero sí pudo consolarse con la visita del empresario gaditano Rafael Fernández al Ayuntamiento. Y lo recibió encantado.

El propietario de Bayport, aprovechando el rebufo de la inversión de Amazon y tras distraer a la Zona Franca con sus muchas dudas, confirmó que trasladará su empresa al polígono de Las Salinas. Su inversión, si todo marcha según lo previsto, tendrá que materializarla a medio plazo. Lo que ya no tiene marcha atrás es el traslado de la actividad de Dia, en cuya planta se instalará Bayport, a Dos Hermanas.

La Zona Franca se desquitó del mal trago a la misma hora —ya es casualidad, en una Bahía tan acostumbrada a los fantasmas— al anunciar que la firma alimentaria Mare Cádiz invertirá 20 millones en la antigua nave que ocupaba Procosur. Sin duda, la suya es la apuesta más ambiciosa por la Bahía, pero el desembarco de Amazon generó más comentarios, por más que sus movimientos fueran silenciosos, para no llamar la atención. La explicación es sencilla: no se le escapa a nadie que el comercio tradicional está muy tocado.

La prudencia de Amazon contrasta con el ruido que generó en su día Ikea cuando confirmó su llegada a la provincia. Amazon colocó una chincheta en el mapa y nadie se enteró. En cambio, desde que la multinacional sueca subastara sus encantos, en 2005, la rivalidad entre los municipios fue tan terrible como lamentable, sin olvidarnos del papelón de la Junta andaluza, que puso a sus pies hasta cinco consejerías con un claro afán partidista en favor de Jerez, para ruina de su centro y del comercio de toda la vida. Hernán Díaz llegó a asegurar entonces que tenía ganada la batalla que originó la inversión de Ikea “al 90%”, pero cantó victoria antes de tiempo. Hasta Puerto Real se tiró en plancha en aquella puja junto a Jerez. Y ni siquiera Medina se resistió, ofreciendo aquel polígono donde también estaba previsto que Polanco abriera sus puertas de par en par, para aprovechar su tirón. Todos los alcaldes pugnaron por dar el pelotazo de su vida sin pensar en los daños colaterales y el impacto real sobre la economía. Los suecos sólo tuvieron que hacer de sí mismos y esperar a que sólo quedara uno en pie.

La Junta no ocultó su favoritismo y primó la campiña jerezana con todo tipo de incentivos. De esta suerte, todas las dudas que tenía Ikea se disiparon por ensalmo y la compañía dio marcha atrás en su idea original. Pacheco, que competía al tiempo con ex alcaldesa jerezana Pilar Sánchez por colgarse la medalla, ya había apalabrado lo más importante de la operación: suelo hasta el infinito y más allá, muy bien conectado y a un precio regalado. Conocía el terreno mejor que nadie. Y proyectó un parque tan irresistible y ambicioso, que Ikea pasó de anunciar su segunda tienda andaluza, con una inversión prevista de 50 millones, como la de Sevilla, a promover —por primera vez directamente— la mayor superficie comercial de Andalucía. Para lograrlo, dispuso de una pieza gigantesca de un millón de metros. Y llegó a ofrecer 300 millones para garantizarse la explotación del parque de medianas y grandes superficies, a través de Inter Ikea. Como es lógico, su negocio fue mucho más allá de la venta de las estanterías. Y no sólo el comercio tradicional jerezano se resentiría, tras la irrupción del gigante sueco, pero esto ya es sabido y las razones son múltiples. Hoy, las multinacionales como Amazon han aprendido que el ruido no les favorece, y lo primero que exigen es justo lo contrario. Quienes no parecen haber entendido nada, a la vista de los últimos y sonoros fiascos en la Bahía, son nuestros representantes, de todos los colores y de todas las latitudes, aún capaces de vender el alma al diablo, con tal de salir en la foto.

 

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