Obituario

'In Memoriam' Rogelio Pérez González

Rogelio Pérez González.

Rogelio Pérez González.

Nos ha dejado Rogelio Pérez González, “Roge” para los amigos, que éramos muchos, con únicamente 65 años. Y nos ha dejado al igual que siempre vivió, con esa sentida humildad que solo habita en los hombres excepcionales. Se enfrentó a sus últimos momentos con la misma entereza que puso ante cualquier mal modo a lo largo de su vida. Consciente de que la enfermedad es un toro al que hay que lidiar fuera de las plazas, mantuvo la noticia en su círculo familiar interno. En los últimos mensajes que nos carteamos, aun conociendo lo que tenía encima, no pude intuir de sus palabras que su final era inminente. Hasta ese punto aprovechó sus últimos momentos entre nosotros.

Rogelio nace en 1955 en Madrid, pero pronto se traslada a Cádiz, donde estudia Ingeniería Técnica Industrial en su Universidad. En una Feria de Jerez conoce a una guapa vallisoletana, Belén Modroño, con la que se casó y tuvo tres hijos. Se incorpora, como técnico a la constructora familiar de su mujer, desarrollando una gran labor en toda la zona. En mis paseos con él siempre me recordaba los edificios y obras públicas en las que había intervenido. En mucho de lo bueno que tiene el Puerto de Santa María está presente su mano, como la construcción de Vista Hermosa, urbanización modélica a nivel nacional y donde construyó su casa.

Profesional meticuloso hasta la saciedad, cada obra la estudiaba como si realizara una tesis doctoral. Como todo gran hombre que sabe cuándo apartarse a un lado, al estar convencido que ya había puesto todo de su parte, dejó que su puesto lo ocupara su hijo Roge, con el cual desayunaba diariamente y comentaba los pormenores de la jornada. De hecho, en la empresa ha dejado un vacío difícil de llenar y un recuerdo imborrable, reconocido por toda la plantilla, equipo directivo y cargos políticos que han tenido relación con él.

Esa perfección en su trabajo la trasladó hacia los pequeños detalles cotidianos, como elegir tanto la máquina como el producto más adecuado para hacer el mejor café expreso del mundo, que le encantaba. Se obligaba a estar siempre al día, por lo que era un lector empedernido de la prensa, teniendo varios libros a retortero en su casa. Llegaron los nietos y, con su naturalidad y buen hacer, aprendió a ser abuelo, algo que no te enseñan en la escuela, nuevo oficio al que se dedicó con pasión.

Trabajador hasta la extenuación, amigo de sus amigos y ejemplo de hombre senequista, honrado y respetuoso, ante todo, dado a la conversación pausada, a escuchar para

aportar certeras reflexiones, y, cómo no, frente a una buena copa de vino. También un firme defensor de las tradiciones, ya que el presente no se construye cuando no sabemos de dónde venimos. Y, siempre, junto a su mujer, diseñadora de moda, ejemplo de matrimonio pleno, a la que acompañó por España y allende nuestras fronteras, salvo que sus ocupaciones laborales se lo impidieran. Para él, el éxito de una pareja consiste en compartir todo, hasta abrir y cerrar cajas con motivo de un desfile, pues nunca se le caían los anillos.

Sin duda, era portador de esa bondad desinteresada y espontánea que caracteriza a las personas excelentes. Como dijo Machado de sí mismo, bueno "en el mejor sentido de la palabra, bueno". Nos ha dejado Rogelio, pero siempre nos quedará su recuerdo. No, no es del todo correcto, personas como él no se van, pues siguen entre nosotros. Sus amigos, lo llevaremos en el corazón, su viuda, hijos y nietos, en su alma, para siempre.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios