Jerez

Doñana romántica, la vuelta a casa de un aventurero

Jaime Bohórquez, durante la presentación del libro en el Consejo Regulador.

Jaime Bohórquez, durante la presentación del libro en el Consejo Regulador. / Manuel Aranda (Jerez)

Un concurrido Consejo Regulador recibió este miércoles la presentación del libro ‘Los pioneros de Doñana’ (1872-1959) (Guadalmazán), de Jaime Bohórquez, que tiene como protagonistas principales a los naturalistas Abel Chapman y Walter J. Buck y al ilustrador William Hutton Riddell, que dieron a conocer el Coto de Doñana al mundo. El autor estuvo acompañado en la mesa por su amigo y naturalista Manuel Barcell y por Ricardo Rebuelta, en representación del Consejo Regulador.

Una obra, que ya se ha presentado también con mucho éxito en Madrid y Sevilla, y que surge a la par que el autor va dando forma a la exposición ‘Pioneros de Doñana. Arte y naturaleza en la España inexplorada’, que se puede visitar en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid hasta el mes de abril. “Al meterme en profundidad en documentos, cartas, diarios, etc., y ver las historias que había entrelazadas y las anécdotas que en una exposición resulta difícil contar, me di cuenta de que aquí había un libro”, contó Bohórquez durante su intervención.

Pero antes, Ricardo Rebuelta subrayó la ilusión que le hacía acompañar en esta cita a Bohórquez, “primero, por la amistad que nos une, a él y a su familia. También, porque el tema del libro me interesa, y desde muy joven, cuando Doñana se convirtió en algo emblemático para mí a través de las figuras de Chapman y Buck, que eran para mí unos héroes y me fascinaban. Y, tercero, por mi pequeño protagonismo en la génesis del propio libro y el valor que como jerezanos le dimos a los dibujos de Riddell, que adquirimos en su día en una subasta. Valor que también le otorga Jaime, ya que estos dibujos han sido la chispa que ha encendido la exposición de Madrid y este libro”.

Rebuelta recordó el capítulo dedicado a los González -propietarios de parte de Doñana-, por esa conexión desde muy joven de Mauricio con Riddell, cuando iba a verlo al Castillo de Arcos para hablar de su afición común: los pájaros.

“Jaime es un valiente -añadió- por escribir un libro sobre Doñana, con todo lo que se ha escrito ya sobre el Parque, pero que él hace ameno y con un enfoque distinto”.

Barcell destacó que el autor, “ha hecho un trabajo de Hércules con este libro, en poco tiempo y muy bien documentado. Evocador, romántico, sugestivo, de un tiempo que es difícil que vuelva; ese Jerez encantador del siglo XIX y de una Doñana íntima y salvaje”. Una etapa, la romántica, en la que Bohórquez se ha centrado, “en esas expediciones heroicas (cuando así eran) al Coto de los protagonistas de este libro”.

Jaime Bohórquez, criado en Jerez pero afincado en Madrid, reconoce que este libro puede significar “la vuelta a casa, porque en esta obra todo parte desde Jerez, esos ingleses apasionados de Doñana, de la industria bodeguera del momento, en la que tomarían parte... Su vocación naturalista y conservacionista les llevó, por ejemplo, a recorrer, no sólo Doñana, sino España a lomo de mulas, a caer de cansancio donde les cogiera la noche, en expediciones que podían durar uno o dos meses”.

La familia Tamarón, propietaria del Castillo de Arcos, y únicos descendientes vivos de Chapman, Buck y Riddell, surtieron de documentación a Bohórquez en gran parte. Diarios, libros, cartas, imágenes, archivos, cuadernos de campo, etc. “Los hechos y los personajes son reales, pero en la puesta en escena se da rienda suelta a la ficción, incluso cuando abro comillas como si lo dijeran ellos”, confiesa el autor. Un libro escrito por una persona “que tiene mucho de este espíritu aventurero e inquieto de esos naturalistas que protagonizan la obra”, apuntó Rebuelta.

El libro, plagado de fotos antiguas, muchas de ellas inéditas, es evocador de una época en la que Doñana era un paraíso. Bohórquez hace aquí referencias a la sociedad, la economía y la industria del vino. Y es que desde la segunda mitad del siglo XIX, muchos bodegueros ingleses arribaron a Jerez para establecer sus negocios, aprovechando el desarrollo industrial que se vivía en la comarca del Bajo Guadalquivir gracias a su producción vinícola. Una comarca de la que, prácticamente, sólo la anchura del río Guadalquivir la separaba del Coto, lugar ideal para que los protagonistas de esta historia pudieran practicar sus aficiones: la naturaleza, la caza y los pájaros.

Un profundo trabajo que responde precisamente a las preguntas: ¿qué pintaban aquellos ingleses en Jerez? Y, sobre todo, ¿qué pintaban aquellos ingleses en Doñana?

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