COVID-19

Coronavirus Cádiz: El fin del uso de la mascarilla, entre el alivio y la incertidumbre

  • El anuncio del Gobierno de eliminar su utilización al aire libre a partir del 26 de junio supone para la ciudadanía un nuevo paso en el camino hacia la normalidad

Una persona empuja a otra que va en silla de ruedas, ambas con mascarilla.

Una persona empuja a otra que va en silla de ruedas, ambas con mascarilla. / Julio González

Las mascarillas se han convertido en un complemento más de nuestro atuendo para poder salir a la calle. Desde que en julio del pasado se decretara su uso obligatorio en cualquier espacio por parte de la Junta de Andalucía, endureciendo así las primeras directrices del Gobierno central con la desescalada en mayo de 2020, se ha convertido en el principal elemento de defensa frente al COVID-19 que han tenido los ciudadanos antes de que llegaran las vacunas. Al principio, fueron el símbolo del caos y la escasez ante una pandemia que era desconocida y que hacía mucho daño de forma silenciosa. Ahora, sin embargo, nos recuerdan que el coronavirus sigue presente, por lo que hay que cuidarse. 

El anuncio realizado este viernes por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de la eliminación de la obligatoriedad de su uso en espacios exteriores a partir del próximo 26 de junio supone un nuevo paso más en el camino hacia la nueva normalidad, que será diferente a la que conocíamos pero igualmente ansiada si significa que el COVID-19 ya tiene los días contados. 

Aunque la noticia era esperada por las manifestaciones que los responsables políticos venían realizando en los últimos días, no se veía en un horizonte cercano que fuera a llegar la buena nueva. Sí es cierto que era el siguiente hito a conseguir dentro de la desescalada y gracias a la velocidad de crucero que ha cogido la campaña de vacunación, pero hasta que la ciudadanía no se encuentra con ella no termina de creérselo. Al final, aparecen sensaciones encontradas. Por un lado, se respira cierto alivio al poder quitar en gran parte de nuestro día a día un elemento que era imprescindible, pero cuyo uso continuado llegaba a agobiar. Pero, por el otro, la incertidumbre y el miedo seguirán existiendo, sobre todo tras cerca de año y medio en el que hemos tenido que digerir los enormes cambios que se han producido en nuestras vidas, por lo que dar el paso a quitarse la mascarilla no será sencillo. 

Con un simple paseo por Cádiz, uno puede darse cuenta de cómo es la situación epidemiológica. Nada más que hay que fijarse en el uso de la mascarilla para conocer el estado anímico de la ciudad. Aunque su utilización es prácticamente generalizada, en la calle se puede notar una pequeña relajación debido, en gran medida, a los buenos resultados del proceso de vacunación y a la bajada de la incidencia tras una cuarta ola que no fue tan feroz como las anteriores, a pesar de que en las últimas semanas ha habido una cierta subida desde que decayera el estado de alarma. 

Sin embargo, en ese paseo se siguen viendo las situaciones contradictorias que se han dado con el uso de las mascarillas. Cada vez son más personas las que se atreven a no llevarla o a tenerla prácticamente como adorno. Otras, por su parte, no son capaces de resistir las altas temperaturas, por lo que dejan al descubierto su nariz. Los deportistas casi nunca llegaron a llevarla, mientras que los niños siguieron jugando sin ellas. Incluso, es muy normal ver a viandantes consumiendo alimentos y bebidas sin ellas con total tranquilidad. El mayor choque, sin embargo, se sigue viendo en las terrazas, en donde los clientes están totalmente desprovistos de ellas, aunque solo deberían quitárselas para la ingesta de alimentos y bebidas. Por ello, el paso de eliminar la obligación de llevar mascarilla al aire libre es el más lógico, sobre todo con la llegada del verano y el buen tiempo. 

Dejar de llevar mascarilla va a suponer un cambio en muchas cuestiones. Una de ellas es que los comercios que vieron una oportunidad, ahora tendrán que redirigir sus negocios para adaptarse a la nueva realidad. Un ejemplo de esto es la firma Cork o'clock, que cuenta con dos tiendas en las calles Compañía y Columela. Aunque su idea inicial fue, y sigue siendo, ofrecer productos elaborados con corcho, la venta de mascarillas ha sido su principal actividad a lo largo de la pandemia, aunque desde hace unos semanas se está adaptando a la nueva realidad. La dependienta de esta marca en la calle Columela comenta que "nuestra idea es seguir manteniendo las mascarillas, pero ir reduciéndolas poco a poco". De hecho, otros productos como sombreros, bolsos o juguetes ya van ganando terreno entre mascarillas higiénicas y FFP2. 

De hecho, el establecimiento de la calle Columela abrió hace casi un año, por lo que como negocio solo ha vivido adaptado a las circunstancias de la pandemia. Reconoce que, "tras el confinamiento, se pusieron las mascarillas por probar, pero viendo la demanda, las mascarillas pasaron a ocuparlo todo". En este tiempo, narra que "al principio, todo eran mascarillas de tela", pero cuando se desaconsejó su uso "empezó el boom con las FFP2 y las higiénicas". Con todo, esta dependienta reconoce que de momento "no me voy a quitar la mascarilla" tanto por miedo como por no estar aún vacunada.

Por el paseo de Santa Bárbara, Irene Corral y José Manuel López disfrutan del paisaje de Cádiz llegados desde Sevilla. Ambos ven bien que ya se empiece a hablar de la eliminación de las mascarillas al aire libre. "Ya apetece dar una vuelta y poder disfrutar del aire sin mascarilla. Además, al aire libre no hay tanto peligro", afirma Irene, que reconoce que, de momento, llevará en el bolso la mascarilla para usarla según la situación. 

Por su parte, María del Carmen García pasea junto a su hermana por este lugar de Cádiz. Ambas muestran sus dudas por la eliminación de las mascarillas en exteriores. "No estoy de acuerdo de que se quite hasta que no esté vacunada el 75% o el 80% de la población. No sé si es miedo u obsesión, pero si veo un grupo con las mascarillas bajadas, yo me aparto", apunta María del Carmen, aunque también indica que "si estoy paseando y no hay gente, pues me bajo la mascarilla". Aun así, cree que "deben mantenerse durante todo el verano" hasta que no se alcance la inmunidad de grupo. 

Shane Mallon es un irlandés afincado en Jerez desde hace cuatro años que este viernes estaba visitando Cádiz. Compara la situación de su país, Irlanda, respecto a España sobre el uso de la mascarilla, ya que "la última vez que estuve en casa me chocó que no se usaba en la calle", aunque también apunta la diferente incidencia que ha tenido el coronavirus, ya que "la primera y la segunda ola fueron más flojas, pero la tercera fue mucho peor". Con todo, Shane afirma que "tengo ganas de quitarme la mascarilla por la paranoia que supone llevarla todo el tiempo, aunque no creo que la gente se la quite tan rápido, sino que será algo progresivo". 

En el parque Genovés, Sofía Burrows, una chilena afincada en Málaga, tomaba un descanso junto Marcus Rouger, un francés que también vive en Málaga. Ante la eliminación del uso de la mascarilla, Sofía manifiesta que "tengo muchas ganas de respirar aire puro", además de resaltar las molestias de llevar mascarilla con altas temperaturas y de señalar que "no tengo miedo por ir al aire libre sin mascarilla ni por la vacuna". Con todo, entre uno de los beneficios de este nuevo paso, resalta que no se producen tantos desechos a causa de las mascarillas. Por su parte, Marcus se muestra mucho menos despreocupado por el uso de la mascarilla al asegurar que "no hace falta llevarla al aire libre" e incidir en que "no tengo miedo" por su juventud. 

Macarena Bernal, que disfruta de su hijo en el parque Genovés, considera que quitar la obligación del uso de la mascarilla "lo veo precipitado", por lo que piensa seguir usándola en el exterior "hasta que me pongan la segunda dosis de la vacuna por autoprotección". A pesar de esto, cuenta que "estoy deseando quitarme la mascarilla", pero que prefiere seguir llevándola de momento "después de todo el tiempo que ya la hemos llevado". Considera que, "en general, la gente ha sido responsable", aunque también confiesa que "me molesta que existan grupos que no la lleven y no se respete a los niños, que son los que no deben llevarla". 

Lourdes y Blanca Madero son dos hermanas sevillanas que van a pasar este fin de semana en Cádiz. Lourdes, psicóloga de profesión, apunta que tiene "muchas ganas" de poder pasear sin mascarilla, "aunque la sigo viendo necesaria en sitios cerrados". Uno de sus argumentos para su erradicación es que es positivo para "la salud mental", ya que "hay ganas de que vuelva la normalidad". Blanca, por su parte, resalta su juventud para decir que "llevo la mascarilla, pero no la llevo, ya que muchas veces la llevo mal puesta", por lo que la usa más "por respeto y por si es necesario". 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios