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La investigación halla una conexión entre los neonazis y las fuerzas de seguridad alemanas

  • Merkel afirma que la serie de crímenes atribuidos a ungrupo de ultraderecha es "una vergüenza" para el país

Los investigadores de la serie de crímenes neonazis destapados el fin de semana en Alemania encontraron lo único que no buscaban: indicios de que los extremistas tuvieron contactos en las fuerzas de seguridad.  

Un trío de neonazis formado por dos hombres ya fallecidos y una  mujer detenida asesinó, robó y atentó al parecer durante 13 años en todo el país sin despertar la más mínima sospecha. La Policía ni siquiera fue capaz de relacionar los crímenes entre sí.  

 

Miembros del Gobierno de centroderecha de Angela Merkel y analistas comienzan a sospechar que detrás de esa "ceguera" de las fuerzas de seguridad hay una red de infiltrados propia del guión cinematográfico más rebuscado.  

 

"¿Cómo pudo pasar que el trío cometiera estos asesinatos horribles sin problemas? ¿Qué papel tuvieron las fuerzas de seguridad? ¿Hay grupos más grandes de extremistas de derecha?", se preguntó ayer la secretaria de Estado de Integración, Maria Böhmer.  

 

En el punto de mira está la Agencia Federal de Defensa de la  Constitución (BfV), un órgano dependiente del Ministerio del Interior  que vigila actividades extremistas y que tiene agentes encubiertos en la ultraderecha.  

 

Según revelaron fuentes de la investigación al diario Bild de  ayer, en la casa de la localidad de Zwickau donde vivía el trío de  presuntos neonazis aparecieron "documentos ilegales legales".  

 

"Normalmente estos documentos sólo son para agentes encubiertos que trabajan por encargo del servicio secreto y tienen un estrecho contacto con él", señaló al diario Hans-Peter Uhl, portavoz de política interior de la Unión Cristiano Demócrata (CDU).  

 

El trío fue identificado además en 1997 como integrante de  Thüringer Heimatschutz, un grupo neonazi creado y liderado por un colaborador de la BfV, Tino Brandt, "desactivado" en 2001.  

 

El ministro del Interior, Hans-Peter Friedrich, consideró "muy  inquietante" la situación y pidió que la BfV de Turingia "aclare con  urgencia" lo ocurrido.  

Al mismo tiempo, Friedrich señaló que hasta ahora no hay pruebas de contactos entre el trío y la agencia a nivel federal.  

 

La trama de infiltrados tampoco es novedad en Alemania: los medios recuerdan que un intento de ilegalizar el partido neonazi NPD fracasó judicialmente en 2003 en parte por la cantidad de agentes encubiertos que la BfV tenía en la cúpula del partido.

 

El trío de neonazis es sospechoso de haber matado a ocho inmigrantes turcos y uno griego de 2000 a 2006 y a una policía en 2007.  

 

En su casa de Zwickau se encontraron vídeos en los que reivindicaban esos crímenes, robos a bancos y un atentado con bomba que dejó una veintena de heridos en un barrio inmigrante de Colonia en 2004.  

 

Las fuerzas de seguridad los tenían identificados como miembros de ultraderecha hasta 1998, cuando se les perdió la pista.  

 

Trece años después, reaparecieron a principios de este mes cuando la Policía encontró a los dos hombres muertos en una caravana incendiada. La versión oficial dice que se suicidaron después de robar un banco. La mujer se entregó por su cuenta y está detenida.  

 

Más allá de posibles infiltrados, el caso representa un bochorno  para las fuerzas de seguridad en un país hipersensible a la violencia de ultraderecha por su pasado.  

"Es muy inquietante que no se relacionara la serie de crímenes en toda Alemania con la escena de extrema derecha de Turingia", admitió Friedrich, que pidió una mejor coordinación entre la Policía y la BfV.  

 

También la ministra de Justicia, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, pidió que se replantee la estructura de la BfV cuando se haya aclarado qué falló en la investigación.  

Merkel fue más lejos: la serie de crímenes es "una vergüenza para  Alemania", dijo ayer.

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