Tribuna internacional

Manuel Tori

Analista de Diplomacia y Relaciones Internacionales

Europa no es el centro del mundo

El Viejo Continente perdió protagonismo con la Guerra Fría

Preparativos para las últimas elecciones europeas

Preparativos para las últimas elecciones europeas / EFE

Quien sea europeo es lógico que piense como tal. Pero si el europeo que observa lo hace como si el Viejo Continente fuera el eje del mundo, estaría incurriendo en un error conocido como eurocentrismo. Este fenómeno tiende a considerar a Europa -y más tarde también Estados Unidos- como el centro político, cultural y económico de las Relaciones Internacionales. Se parte de la idea errónea, más o menos implícita, que cree que hay una sustancial superioridad del pensamiento europeo frente al resto de culturas, y por ello estas últimas deben ser comparadas según los principios, los estándares, los valores y los hitos de la Historia europea.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y con la llegada de la globalización, los Estados Unidos toman el liderazgo definitivo, al menos, de una mitad del mundo. Así pues, el eurocentrismo mutará en etnocentrismo occidental: Occidente es el centro del mundo. ¿Hasta qué punto las relaciones internacionales actuales nacen de Occidente? ¿Qué papel tuvo y tendrá Europa al respecto?

La idea de país, entendida técnicamente como Estado-nación, es típicamente europea. Tras la Guerra de los Treinta Años, la Paz de Westfalia en 1648 consolidará de forma progresiva la idea de que cada territorio debe tener un Gobierno y una población que, posiblemente, hable el mismo idioma. No es casual que la idea de frontera haya causado tantas guerras étnicas, por ejemplo en África, entre poblaciones caracterizadas por el nomadismo o el tribalismo. No es casual que entre el siglo XVIII y XIX, en América nacieran decenas de Estados independientes, desde Filadelfia hasta Buenos Aires. Por cierto, el concepto de Nuevo Mundo, también es intrínsecamente europeo. No es casual que hoy las Naciones Unidas, el Comité Olímpico Internacional o la FIFA estén compuestas por unos 190 países.

La idea de democracia también es europea, bien es sabido que nació en la Antigua Grecia. El derecho que hoy concebimos, procede en gran parte tanto de la Antigua Roma como del mundo anglosajón. La república de Gobierno representativo más antigua del mundo es la de Estados Unidos y fue fruto de una revolución promovida por los hijos de la colonización europea y por tanto occidental. La Ilustración es europea. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) es francesa y por tanto europea, madre de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) de las Naciones Unidas, así pues, occidental. Las metrópolis, desgraciadamente al igual que la colonización, también son un fenómeno europeo. El concepto de progreso, en su sentido más amplio y positivo, es típicamente occidental. Al igual que el de sostenibilidad. Si la idea de ciudadanía es históricamente europea, el concepto de globalización no podría entenderse sin Occidente.

¿Justifica el protagonismo de Europa el eurocentrismo de las Relaciones Internacionales? En absoluto. Simplemente contextualiza cómo hemos llegado hasta aquí, por qué nuestra visión del mundo y dónde podríamos llegar. Entre otras cosas porque en la práctica, como dijimos anteriormente, Europa dejó de ser oficialmente el centro del mundo en 1945, cuando comenzará la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y la división del mundo en dos bloques. Sin olvidar, además, los procesos de descolonización. Así pues, Europa hace bastante tiempo que dejó de ser la principal protagonista.

¿Qué papel deberá tener Europa en el futuro? Sin contar con las ideologías de cada cual, los Estados y los ciudadanos europeos deber ser conscientes de la unidad que necesita el Viejo Continente para evitar, en el futuro, ser simplemente un espacio desarrollado a disposición de Estados Unidos y China. Tras haber vivido dos guerras mundiales, los europeos pueden y deben hacer tesoro de las aportaciones de su Historia para prever, entender y adaptarse a cualquier orden internacional. Para ello, será necesario identificarse con el vecino y no temer al foráneo. Hay esperanza, porque los europeos siempre fueron grandes generadores y superadores de fronteras.

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