Mundial 2018 Rusia

La melancolía de Iniesta

  • La leyenda que hizo posible el título alzado en Sudáfrica arrastra en su estado de ánimo su anunciado adiós a la élite y, por qué no, su ocaso

Iniesta, con De Gea.

Iniesta, con De Gea. / EFE

Dicen que Andrés Iniesta lleva dos meses pasándolo mal, que no es el mismo, que le cuesta digerir el adiós. Es la melancolía de un jugador de leyenda que llevó al Mundial buena parte de su pesada maleta.

Fue el 27 de abril cuando Iniesta anunció entre lágrimas el adiós al Barcelona, la despedida del fútbol de élite, el cierre definitivo de una etapa inolvidable de su vida. "Si no estoy para darle lo mejor de mí al club que me lo ha dado todo, no sería feliz", argumentó para justificar su adiós.

Sonó extraño. Era un futbolista todavía titular indiscutible en el Barcelona a pesar de sus 34 años y partícipe imprescindible de los recién conquistados títulos de Liga y Copa del Rey. Además, afrontaba un Mundial también desde un puesto privilegiado, como eje de una selección española aspirante a lo máximo.

Junto a ello llamó la atención el hecho de que anunciara su adiós al Barcelona, al fútbol de más alto nivel, sin que entonces tuviera siquiera decidido dónde marcharse. Tras especulaciones con el fútbol chino, finalmente se decidió semanas después por el Vissel Kobe japonés porque "el proyecto es muy interesante". Ganará cerca de 85 millones de euros por el global de las tres temporadas firmadas.

Quienes le conocen dicen que lleva semanas sumido en la melancolía. Su despedida fue prácticamente transmitida casi en directo, con múltiples entrevistas y ruedas de prensa. También con ovaciones de la hinchada rival en cada campo que visitó en el final de la Liga. Y después, viaje a Rusia.

Un hecho marcó singularmente la concentración de la selección española, cuando la Federación despidió al seleccionador Julen Lopetegui a dos días del debut ante Portugal. Iniesta estuvo entre los jugadores que pidió al presidente, Luis Rubiales, que rectificara su decisión. Tampoco a él le hizo caso.

El jugador del Barcelona fue titular ante Portugal y salió como uno de los destacados. Volvió a jugar ante Irán en el segundo partido y su rendimiento bajó exponencialmente en la segunda parte. Y en el tercer encuentro, ante Marruecos, tuvo muy poca relevancia.

Para entonces ya estaba planteado el debate sobre si Iniesta debe jugar menos y un sector de la prensa aseguró que eso comenzó a molestar al futbolista, quien después del partido ante Marruecos mantuvo unos diálogos cortantes con los periodistas.

"Desde los 30 años llevo escuchando que estoy viejo", aseguró a Radio Marca. Y añadió: "Uno sabe cómo está y lo que puede aportar, siempre veo el vaso medio lleno. Siempre soy muy positivo sobre mí, pero también consciente de que hay cosas que se pueden mejorar. Creo que hay un pesimismo excesivo".

Nada hay en su nuevo seleccionador, Fernando Hierro, que haga pensar en su relevo de la titularidad para los octavos de final del domingo ante Rusia, y menos conociendo todo lo que respeta el entrenador a los galones del vestuario.

Otra cosa será ver cómo afecta el paso de los minutos, la fatiga acumulada de todo el torneo, a un futbolista que precisamente se marchó del Barcelona al sentir que ya no podía dar todo lo que le gustaría.

No obstante, sigue siendo uno de los futbolistas más respetados y admirados del vestuario. "Es nuestro jugador estrella, es desequilibrante, es nuestro comandante. No se puede poner en duda a Iniesta en ningún momento", aseguró el jueves el lateral del Real Madrid Dani Carvajal.

Pero ahora es inevitable sentir la sensación de que Iniesta se está despidiendo también de la selección española, de la otra parte fundamental de su vida deportiva después del Barcelona. Y lo hace en un creciente clima de desconfianza a sus posibilidades. Quizá sea la última batalla deportiva que le quede por ganar.

Iniesta permanece pensativo en un entrenamiento de la selección.

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