Cartas desde la estepa

Gibraltar en Kaliningrado

  • El enclave a orillas del mar Báltico es testigo feliz del choque entre España y Marruecos

  • Hay cierto 'revival' germánico en esta ciudad muy rusa

Un buque torpedero, uno de tantos vestigios de la Segunda Guerra Mundial en Kaliningrado.

Un buque torpedero, uno de tantos vestigios de la Segunda Guerra Mundial en Kaliningrado. / martin divisek / efe

Los azares de la vida han querido que España y Marruecos vayan a enfrentarse por primera vez en una fase final de un Mundial de fútbol en un lugar tan improbable como esta ciudad de Kaliningrado. Los dos vecinos que el estrecho de Gibraltar separa se dan cita en este enclave ruso a orillas del mar Báltico atrapado entre Polonia y Lituania. La antigua Königsberg prusiana, patria chica del filósofo Inmanuel Kant. Soviética desde 1945. Hemos tardado una hora y cuarenta minutos en volar desde Moscú. Temperatura veraniega.

La victoria hoy en este estadio de Kaliningrado a Marruecos es fundamental para las aspiraciones de la selección española. Para los magrebíes, en cambio, el resultado es intrascendente porque ya están eliminados desde que fueron derrotados por Portugal. El Mundial ha sido injusto con ellos porque no jugaron mal en los otros dos partidos. En un paseo el sábado por la tarde por Moscú se me acercó un marroquí que vive a caballo entre Murcia y su ciudad natal, Nador, para pedirme en un dignísimo castellano que nos hiciéramos una foto. Yo llevaba la bandera española en la espalda. No fue el único que me hizo el gesto de la victoria deseándome suerte.

A Marruecos le tengo un cariño especial. Y, además, allí se juega muy bien a la pelota -aún me duele la cintura al acordarme de los regates que nos pegaban los chavales en las pachangas que echábamos en las playas de Ualidía o Salé-. Al sur de Gibraltar se quiere mucho a España y la pasión por nuestros clubes es auténtica locura. Tengo el corazón dividido; la suerte es que a Marruecos los tres puntos les hacen mucha menos falta que a nosotros.

A diferencia de Moscú, aquí en Kaliningrado la gente viene a saludarnos en los autobuses públicos y en las colas de las tiendas. Un jubilado se me acercó ayer para mostrarme con orgullo la entrada, que había sacado hace muchos meses, con la que asistirá al partido de esta noche. Le pregunté de dónde era, porque me provoca curiosidad saber de las raíces del millón de habitantes de este único puerto ruso en el Báltico sin nieve el año entero. Los 200.000 alemanes -sobre algo más de 300.000 habitantes- que vivían en Kaliningrado al concluir la II Guerra Mundial tuvieron que marcharse. Me dijo que provenía del Extremo Oriente Ruso. Llegó en la década de los 50. Piensen en las distancias: a buen seguro este señor tiene parientes a 7.000 kilómetros de aquí.

Así es el estadio de Kaliningrado, donde España se enfrentará a Marruecos

El aeropuerto es nuevo, como lo son las carreteras de acceso a la capital y circunvalaciones. El estadio, lo van a ver esta tarde, es, como el resto de instalaciones de este Mundial, espectacular. Pero cuando uno se pierde por el Kaliningrado menos céntrico, la cosa cambia. La des-sovietización va a su ritmo o no va. Percibo que es la última de las preocupaciones de la gente. Camino del hotel veo que una de las avenidas principales se llama Leningradski Prospekt y que otra de las vías fundamentales es Sovietskaya. El aspecto decadentón de muchos bloques de vecinos y la naturaleza asilvestrada de plazoletas y jardines me arroja un paisaje que poco ha debido de cambiar desde tiempos de la URSS. Mola.

Con la diferencia de precios respecto a Moscú me están entrando ganas de buscarme un pisito aquí. Me ha encantado la stolovaya -cantina- que tengo frente al hotel y mañana voy a volver a desayunar syrniki -tortitas de requesón- y borsch -sopa de remolacha, col y patatas-. Gente majísima y con ganas de conocer gente de nuestras latitudes.

Como no sólo de fútbol vive el hombre, en nuestro paseo de este domingo nos dio tiempo a visitar la antigua catedral luterana de Konigsberg. En ella se encuentra la tumba de Kant. El filósofo le da nombre a muchas cosas por aquí. Hay un cierto revival germánico en Kaliningrado. Es claro el potencial turístico: Alemania está muy cerca. Están reconstruyendo una enorme sinagoga. Y junto al río Pregolya varias construcciones de estilo prusiano supervivientes han sido restauradas. Se ve tipografía alemana en ciertas calles y nuevos edificios de cristal que se construyen en el centro incorporan techos a dos aguas.

También entre dos aguas me hallo en las vísperas del enfrentamiento entre Marruecos y España en este enclave encajonado entre varios países. La ciudad nos ha recibido con los brazos abiertos. Este pequeño resumen de la historia de Europa Oriental llamado Kaliningrado será testigo feliz de un duelo también para los archivos entre dos equipos llegados del Mediterráneo. Los vecinos que separa el estrecho de Gibraltar.

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