Contemporánea

"En música ya no valen las etiquetas"

  • Al frente de una amplísima Forma Antiqva, conjunto de referencia del Barroco español, Aarón Zapico graba 'The Volcano Symphony', poema sinfónico del holandés Ernst Reijseger.

Forma Antiqva durante la grabación del CD.

Forma Antiqva durante la grabación del CD. / mariko takahashi

El violonchelista y compositor holandés Ernst Reijseger (Bussum, 1954), conocido especialmente en el ambiente jazzístico, de la improvisación y de la música fílmica, ofrece en Winter & Winter su primer poema sinfónico, The Volcano Symphony, escrito para el conjunto asturiano Forma Antiqva, que se presenta en una amplia formación de veintisiete músicos, incluido el propio Reijseger. "Cuando hicimos L'Incoronazzione di Poppea éramos más o menos los mismos, y algunos más con la Pasión según San Juan, pero para una grabación es el conjunto más amplio de siempre, y además con una paleta variadísima", comenta Aarón Zapico, clavecinista, director y fundador junto a sus hermanos Daniel y Pablo del conjunto.

-¿Cómo afronta un grupo básicamente barroco una obra actual como ésta?

-No somos un grupo cerrado a nada. En redes sociales, publicidad, promoción o imagen estamos intentando evolucionar e innovar continuamente, y en el terreno musical, también, buscando nuevos repertorios, nuevas maneras de hacer las cosas, por supuesto siempre con la praxis del respeto por el criterio histórico. Stefan Winter nos conoce muy bien, y ya hemos hecho cosas con artistas vinculados a su sello. Con Uri Caine hubo acercamientos para que nos hiciera un concierto para teclado y orquesta, y también participó en nuestras Cuatro estaciones con aquellas piezas de Theo Bleckmann. Ernst Reijsiger tenía ganas de hacer algo para un conjunto grande y Stefan pensó en nosotros.

-¿Qué supuso para usted enfrentarse a esta partitura?

-Un impacto. Hace años que no leía más de tres líneas adicionales. Esos agudos tan agudos y esos graves tan graves los había abandonado hacía tiempo. Además la extensión de la partitura era el doble de cualquier obra barroca. Supuso todo un reto estudiar eso, analizarlo, reducirlo al clave y al piano para ver cómo sonaba. Y la primera vez que bajas los brazos y suena aquello, esa mezcla que no sabes si es una banda de cine de los años 70, una orquesta o qué, es una enorme satisfacción. No puedo estar más contento de la experiencia y del resultado.

-¿Cómo fue el trabajo con el compositor?

-Una maravilla, con él y con Stefan, que conoce nuestro exhaustivo trabajo con las partituras. Nos comunicamos mucho por teléfono, por Skype, por Whatsapp, y tanto personal como profesionalmente fue una experiencia inmejorable. Descubrimos además un estudio de grabación en Colmenar Viejo con unas instalaciones espectaculares. Allí se grabó por ejemplo el último disco de Sabina, gente acostumbrada al rock y el pop; cuando nos vieron aparecer, alucinaban, pero al final les encantó también lo que hicimos.

-¿Qué referentes estéticos tiene desde su punto de vista la obra?

-Es una música meramente barroca, en el sentido de la interpretación y de la construcción. Ernst quiso que nos enfrentásemos a la partitura igual que cuando hacemos cualquier música orquestal con vientos. No había anotadas dinámicas, el tempo no era muy flexible. Ernst me dio libertad, con una humildad y una capacidad de escuchar admirables. Yo hice las dinámicas, las respiraciones. El proceso creativo fue igual que en una obra barroca. Cuando estudiaba piano hice algo de música contemporánea, pero ahora necesitaba que fuera algo muy cercano a mí. Por otro lado es una música muy programática. El trabajo que hicimos con Las cuatro estaciones se asemeja a esto. Hay una idea de representación, de texturas, colores, crescendi, intensidad.

-¿Habló con Reijseger de sus ideas programáticas?

-Nos contó algo, pero yo no quise profundizar, porque hay elementos que te contaminan. Me explicó lo que veía él en esos paisajes de lava, en ese desastre que se avecina. Pero tampoco quise que me detallara mucho. Quería que todo eso surgiera de mi cabeza, porque si no, al final vas a remolque.

-¿Hay un campo para los instrumentos antiguos en la música de vanguardia?

-Desde luego. No hay fronteras, hay música buena y mala, música que se puede tocar con unos instrumentos y otra que no se puede tocar, por su propio lenguaje idiomático. En 2018 vamos a hacer la Sinfonía simple de Britten. El otro día estuve oyendo versiones, para ver duraciones y tal, y escuché un quíntuple disco en el que dirige el propio Britten y no hay un solo vibrato, es de una limpieza de sonido en los ataques impecable. Esta idea que tenemos hoy de esa separación tan brutal entre los de la interpretación histórica y los de la sinfónica moderna por pequeños vicios como los vibratos, el ataque de las cuerdas... esto es de hace cuatro días. Los grandes maestros del XVIII transcribían y transponían constantemente, ¿qué mentalidad más barroca que esa puede haber? En febrero grabamos música para una macroexposición, una instalación sonora que hace Winter & Winter, y hacemos fragmentos musicales de Fauré, de Mozart, de Uri Caine... En música ya no valen las etiquetas. Y esto es un paso adelante para todos. El sacar la cabeza del tiesto enriquece.

-¿Algún otro proyecto cercano?

-Tenemos uno muy bonito que se titula Café Telemann, una recreación de lo que podría haber sido una velada en el Café Zimmermann en tiempos de Bach y Telemann. Rompemos la cuadratura de las sonatas y es todo una sucesión de la música que se podía escuchar en una Abendmusik de aquellas: cogemos un movimiento de aquí, ahora algo de clave, un trío... Lo estrenamos en Oviedo en el Festival de Verano y tuvo un gran éxito. Para ciertos públicos y espacios, la idea de una obra entera es algo que ya no funciona.

-Abandonó su puesto en el Conservatorio de Asturias por problemas de compatibilidad con su carrera artística. Una situación que afecta a muchos músicos y que parece no cambiar.

-Tuve que dejarlo porque no me permitían compatibilizar una actividad artística reglada, con sentido común, con la docencia. Y la situación va a peor. En los cuatro años que han pasado desde que dejé la plaza en Oviedo pasaron dos profesores intermitentes, y de ocho alumnos a uno, que lo va a dejar, porque lleva sin profesor desde septiembre. Un desastre.

-¿Ha afectado eso en algo a su situación personal?

-En mi casa siempre me apoyaron. A los alumnos siempre les digo, lo repito una y otra vez, como un mantra, que no tengan miedo de nada. Respeto por las cosas, sí, pensar, valorar. Pero hay que hacer lo que uno piensa que tiene que hacer, afrontar las consecuencias y dejarse de y si tal y si cual... y si... y si.... En su momento ya me fui de Murcia. También dejé el conservatorio de Salamanca, cuando vi que aquello no estaba claro. España es un país muy difícil para músicos de mi perfil por la falta generalizada de apoyos, pero si las cosas van mal el día de mañana no tengo ningún problema en cerrar el tenderete, y lo haré con la cabeza muy alta.

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