Asier Polo. Violonchelista

"Me gusta hacer cantar al violonchelo"

  • El bilbaíno Asier Polo, uno de los grandes violonchelistas españoles de nuestros días, registra junto a Marta Zabaleta un programa romántico para el sello IBS Classical.

El violonchelista bilbaíno Asier Polo.

El violonchelista bilbaíno Asier Polo. / pablo axpe

El de Asier Polo es uno de los nombres imprescindibles del violonchelo español desde hace más de dos décadas. Su catálogo discográfico había estado muy centrado hasta ahora en obras de compositores españoles contemporáneos. Pero eso va a empezar a cambiar. Y el primer paso es este álbum que ofrece IBS Classical, en el que junto a la pianista guipuzcoana Marta Zabaleta, actual directora de la prestigiosa Academia Marshall, Polo ha registrado la Sonata Op.19 de Rajmáninov, la Sonata en la mayor de Cesar Franck (transcripción autorizada por el autor de su famosa Sonata para violín) y dos obras breves de Glazunov (Chant du Menestrel, op.71) y Ravel (Vocalise-Etude). "He hecho catorce discos con obras de estreno de músicos españoles. Consideré que era el momento de empezar a grabar el gran repertorio, porque en realidad el repertorio español puede ser el 15% de lo que suelo hacer habitualmente", comenta.

-Con Marta Zabaleta ha colaborado mucho, incluso tienen otro disco juntos.

-Coincidimos en un disco de Conciertos de Escudero con la Orquesta Sinfónica de Euskadi, y luego hicimos uno camerístico, con obras de Debussy, Hindemith, Erkoreka y otros compositores, en un proyecto para la BBK, pero sinceramente no sé si está en el mercado. Con ella toqué por primera vez la Sonata de Franck. Tenemos una afinidad muy especial, tanto personal como profesional. Cada uno sabe cómo va a reaccionar el otro en todo momento. Es una forma muy agradable y muy cercana de hacer música para mí, algo muy íntimo, porque no hay pudor entre nosotros. Este disco lo tenía que hacer con ella. Y como esperaba, todo fluyó extraordinariamente bien.

-¿Puso juntas las sonatas de Rajmáninov y Franck por alguna razón especial?

-No. Simple gusto personal. La gente cada vez compra menos discos. Ahora, la mayoría se mete en una plataforma y escucha una canción concreta, una obra, un movimiento o lo que sea. Ya no tiene tanta importancia darle un sentido programático a un disco. Me parecía interesante hacer dos bloques, uno ruso y otro francés, pero no necesariamente que hubiera una conexión cronológica o temática. Aunque si la buscas, claro que la hay: en el fondo lo que hago es presentar el violonchelo romántico, cantabile, expresivo, y esas dos sonatas marcan en buena medida el final del Romanticismo. Se trata de un repertorio que siento muy afín a mi personalidad. Me gusta cantar con mi instrumento, hacer cantar al violonchelo.

-¿Qué instrumento toca ahora?

-Es un Francesco Ruggieri de 1689. Está cedido por la Fundación del Banco Santander.

-La relación de un instrumentista de cuerda con su instrumento es muy particular.

-Pues sí, porque aprendes a tocar tu instrumento, y si cambias, cualquier pequeña diferencia te hace sentir incómodo. El músico evoluciona, busca otras cosas, otro sonido, y el instrumento se te puede quedar detrás. Yo estaba seguro de que el Ruggieri era mucho mejor que yo, que yo iba a aprender de él, y de hecho tuve que cambiar la forma de pisar, la forma de vibrar. Tuve que hacer un montón de cosas nuevas para que el instrumento me aceptara. Me hizo cambiar como intérprete. Para mejor. He aprendido con el instrumento. De todos modos este es un mundo muy particular.

-¿A qué se refiere?

-Si quieres hacer carrera necesitas tener un instrumento prestigioso, porque si no, es un obstáculo. Recuerdo haber tocado por medio mundo con orquestas, y todos venían a verme en medio de los ensayos porque les encantaba mi sonido, y cuando les daba la referencia de mi instrumento, dejaban de hacerme caso. Tuve que empezar a luchar por tener un instrumento propio de prestigio. Un instrumento que a lo mejor vale un millón de euros. Me hice un dosier brutal, para que algunas fundaciones en España conocieran un poco este mundo. Las fundaciones invierten en arte, pinturas, esculturas, pero nunca en instrumentos, porque es un mundo que no conocen. Al final, conseguí que Ana Patricia Botín se interesara por el tema. Yo quería abrir el camino para que las nuevas generaciones no tuvieran nuestros problemas. Intentas hacer carrera internacional y no consigues estar a la altura de otros colegas de tu nivel porque a ti no te dan un instrumento. Salvo que seas millonario, estos instrumentos son cedidos por fundaciones a través de un comité de especialistas que deciden si tienes el nivel adecuado. Eso significa que si el instrumento es bueno, el instrumentista también es de categoría. Es tu carta de presentación. Al final yo lo conseguí, pero de momento no he logrado que se fijen lo suficiente como para hacer una colección en España del que puedan beneficiarse otros solistas.

-Usted conoce muy bien las orquestas españolas. ¿En qué momento las ve?

-Podemos quejarnos de todo, pero nunca estuvimos mejor. El nivel del músico español ha crecido muchísimo, hay una cantidad de instrumentistas medios, profesionales de orquesta, que son una maravilla. Se está produciendo además un cambio generacional, de la gente que cubrió los puestos en esas orquestas que se crearon hace 25-30 años, y ahora hay muchos jóvenes que pueden acceder a esos puestos. Lo que necesitamos es que la sociedad sienta de verdad que la orquesta de su ciudad es un motivo de orgullo y que se convierta en una referencia habitual en la vida cotidiana de los ciudadanos. Y para eso el músico tiene que estar también preparado, no hacer sólo el concierto de temporada, sino comprometerse más a fondo con la vida cultural y social de su ciudad.

-¿Qué otros proyectos discográficos tiene a la vista?

-Tengo dos conciertos de Rodrigo y el nº2 de Ginastera ya grabados con la ONE y Juanjo Mena, un disco que está por salir. Y en proyecto un programa Brahms con Eldar Nebolsin y los conciertos de Elgar y Chaikovski, aunque aún no sé con qué orquesta. Eso irá para 2018.

-¿Todo con IBS?

-Sí. Durante mucho tiempo yo veía que había grandes discográficas en otros países que apoyaban constantemente a sus músicos. Cuando surgió IBS y conocí a Paco Moya, entendí que era la persona que iba a hacer esa labor en España. Iba a ser un bastión para nosotros. Tiene un oído increíble. Vi su forma minuciosa de trabajar, es un apasionado de lo suyo, disfruta con lo que hace, y es capaz de crear un clima de trabajo relajado, ideal. Así que sentí que era el momento y el sitio. Me ayudó mucho. Él hizo también un esfuerzo por que yo pudiera grabar en su sello. Yo nunca había querido poner dinero para grabar un disco, pero las cosas han cambiado, y ahora entiendo que es necesario. Eso tampoco significa que puedas grabar lo que te dé la gana, porque Paco selecciona mucho. Me ha considerado top, me ha puesto en la marca Gold de su sello, y eso significa también algo.

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