A veces lo llaman el Bach checo. Y es cierto que en la música de Jan Dismas Zelenka hay una preocupación por el contrapunto que en su época Bach representaba como nadie. Sin embargo, su formación en Viena junto a Fux (autor de uno de los más influyentes tratados de contrapunto de la historia, Gradus ad Parnasum) y en Venecia con Lotti (autor de música polifónica en un estilo palestriniano tardío) explican sus maneras de componer mucho mejor que el hecho de la coincidencia en el tiempo con Bach.

Prácticamente toda la carrera musical de Zelenka transcurre en Dresde, donde formó parte de una de las capillas musicales más formidables de todo el siglo XVIII, capilla que compartió con talentos como Heinichen, Pisendel, Veracini, Quantz o Hasse. Entró como contrabajista en 1710, y tras sus viajes de estudio, se vinculó definitivamente a ella en 1719, primero como vicemaestro de capilla, ejerciendo en muchas ocasiones el papel del maestro, el achacoso Heinichen, y desde 1729 como director de la música de iglesia.

Esto explica que el grueso del catálogo de Zelenka sea sacro. Su música instrumental es escasa, pero exquisita. En la religiosa, hay misas, réquiems, misereres, salmos, himnos, antífonas marianas y varias colecciones de lamentaciones para la Semana Santa. Los responsorios de tinieblas se ajustan especialmente bien al estilo de Zelenka, por sus audacias armónicas, sus cromatismos y el tratamiento siempre original de las modulaciones y de la tímbrica. En plena Semana Santa el conjunto checo Collegium 1704 de Václav Luks grabó uno de los responsorios más emocionantes del Sábado, Sepulto Domino, que Zelenka escribió en 1723 posiblemente para la visita que ese año hizo a Praga. Las mascarillas y el espacio entre los intérpretes no dejan de resultar, por testimoniales de estos días, profundamente inquietantes.