Pablo Valetti | Director artístico de Café Zimmermann

"Bach aporta siempre una referencia de honestidad"

  • El grupo que fundó con Céline Frisch en 1999 llega este sábado al Femás con su vibrante lectura de los 'Conciertos de Brandeburgo' y con el violinista Manfredo Kraemer de concertino

Los miembros de Café Zimmermann con el concertino Manfredo Kraemer en Santa Clara.

Los miembros de Café Zimmermann con el concertino Manfredo Kraemer en Santa Clara. / José Ángel García

Desde su fundación en 1999, Café Zimmermann es uno de los conjuntos barrocos más apreciados de Francia y del resto de Europa. Sus grabaciones de la música orquestal de Johann Sebastian Bach han sido aclamadas por su energía y su frescura, y han contribuido a consolidar ese prestigio. Hoy llegan al Festival de Música Antigua (Femás) y lo hacen con la integral de los Conciertos de Brandeburgo de Bach. El violinista bonaerense Pablo Valetti, que fundó junto a la clavecinista Céline Frisch tras egresar de la Schola Cantorum Basiliensis este proyecto "de solistas ansiosos" por revivir la atmósfera artística del local de Gottfried Zimmermann en el Leipzig del siglo XVIII, explica en conversación telefónica las claves de su trabajo. Una lesión le ha impedido viajar a Sevilla y ocupará su puesto de concertino (a las 12:00 en el Espacio Turina) el violinista Manfredo Kraemer, colaborador habitual como él de la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS).

-Café Zimmermann llega a la capital andaluza dentro de una minigira apoyada por el CNDM que les llevará mañana al Auditorio Nacional y el lunes al Palau de la Música para conmemorar los 300 años de estos Conciertos para varios instrumentos (1718-1721). ¿Qué tienen estas composiciones de Bach para haberse convertido en una divisa de su grupo?

-Los Conciertos de Brandeburgo son en cierto sentido una fiesta para Café Zimmermann porque es un repertorio que va muy bien con el espíritu en que fue creado este grupo, que no gira alrededor de un director sino que es un conjunto de músicos. Y en estos Brandeburgueses, con su instrumentación tan variada, cada músico tiene su momento solista. Es un conjunto de seis conciertos que están llenos de energía, de colores y estilos diferentes, y que compendian la música instrumental de principios del XVIII porque hay momentos más franceses, italianos… Aunque sea siempre Bach este repertorio tiene algo muy ecléctico. Se escribieron en momentos distintos y fueron reunidos como un homenaje al dedicatario, el margrave de Brandeburgo. Bach quiso mostrar con ellos su capacidad, su inventiva, que se vieran los estilos que sabía, pero los Conciertos de Brandeburgo fueron a parar a una biblioteca y el conjunto íntegro tardó más de un siglo en editarse.

-¿Qué destacaría de la lectura que ofrece su formación?

-Una de las cosas que más nos importó y que señaló la crítica cuando apareció nuestra grabación en el sello Alpha fue la cuestión de los tempos, que fue muy cuidada y también el fruto de muchas discusiones internas. En ese tratamiento de los tempos, que conlleva muchas cosas, hay una interpretación que no es reservada ni prudente, tomamos riesgos, es algo que en un disco parece más fácil pero son riesgos que asumimos también en los directos.

Pablo Valetti, director artístico, concertino y pilar con Céline Frisch de Café Zimmermann. Pablo Valetti, director artístico, concertino y pilar con Céline Frisch de Café Zimmermann.

Pablo Valetti, director artístico, concertino y pilar con Céline Frisch de Café Zimmermann.

-¿Qué particularidades y pasajes le resultan ahora más estimulantes de estos conciertos?

-Bach se autoparodiaba mucho, lo hizo constantemente, y estaba orgulloso de estas obras porque reutilizó varios de sus movimientos en diversas cantatas. Un aspecto muy lindo de un programa como éste es que, siendo monográfico, cada concierto tiene algo particular. Hay ambientes, humores, estados de ánimo muy variados con una paleta de colores muy relevante. Está la famosa cadencia del clave en el Quinto, que es un momento excepcional, hay pocas cosas así de maravillosas en todo el repertorio. También es remarcable el uso de las violas da braccio en el Sexto concierto porque apenas hay obras en el Barroco que pongan a la viola tan en valor. Me interesa mucho la escritura para la flauta de pico y el sonido de la trompeta barroca, un instrumento de fanfarria al que Bach le exige un verdadero tour de force: que sea un instrumento muy refinado pero también de extremo virtuosismo. Todos los instrumentos están llevados al límite, hay una altísima exigencia técnica.

-Han grabado toda la música instrumental de Bach en Alpha. ¿Cuál ha sido el espíritu que ha armonizado ese esfuerzo?

-Grabamos toda la música instrumental orquestal de Bach, y yo además con Céline grabé las Seis Sonatas para violín y clave, y hemos hecho mucha música de cámara que no hemos registrado. Nuestra intención, al igual que cuando editamos con Alpha el Estro Armonico de Vivaldi, es atender a la calidad del sonido que es intrínseca a la obra, descifrar cuál es el carácter de cada movimiento y expresarlo lo más precisamente posible. Ya se sabe el dicho italiano, traduttori, traditori (traductores, traidores), intentamos ser lo menos traidores posibles al espíritu de la obra original.

-¿Qué siente al acercarse hoy al inmenso legado de Bach?

-Bach tiene algo en la escritura que es muy verdadero, respeta siempre las leyes de composición llevándolas al extremo, exige mucho de los instrumentistas pero también se exige mucho a sí mismo. Su música no permite la ambigüedad, hay que hacer elecciones claras, y ahora que vivimos en una época que no sabe qué creer y a quién creer Bach aporta eso, una referencia de verdad y honestidad.

"La clásica no es elitista. Si un niño tiene una relación frecuente con esta música para entender lo que está oyendo, le encanta"

-Café Zimmermann es compañía en residencia del Gran Teatro de Provenza. ¿Qué aporta esa relación a su trabajo?

-Por un lado Provenza es la sede institucional que desde hace ya 20 años sostiene nuestro grupo y por otro lado está la relación con el Gran Teatro de Aix-en-Provence que nos acoge en residencia. Hay un intercambio creativo que nos aporta sostén, infraestructuras, salas de ensayos... Y también hay un aspecto que hacemos juntos: difundir la música clásica en colectivos y espacios que tienen un acceso difícil como cárceles, escuelas y hospitales. Esta actividad es muy importante porque hay mucha gente que sufre por estar alejada de las salas de conciertos como los ancianos, los internos en hospitales psiquiátricos…. Y es sorprendente que en las escuelas los niños, cuanto más pequeños son, más sensibles se muestran. Lo cual nos dice que la supuesta complicación y elitismo de la música clásica no es real: vemos que a un niño, si tiene una relación frecuente con esta música para entender lo que está oyendo, le encanta.

"La OBS es un grupo con mucha creatividad que se merece más apoyo del que ha tenido hasta ahora"

-¿Qué destacaría de sus próximos proyectos musicales?

-Uno de ellos nos unirá con Vox Luminis, conjunto vocal que tiene un funcionamiento muy parecido al nuestro, sin un director visible. Hicimos con ellos la Pasión según san Juan de Bach y vamos a retomarla. Tenemos muchos otros proyectos pero queremos abordar nuevos horizontes tras 20 años centrados en la música barroca y ampliar nuestra relación con la música contemporánea y el teatro, y contactar con la realidad actual de un modo menos abstracto.

-¿Le volveremos a ver pronto junto a la Barroca de Sevilla?

-Ojalá retomemos esa colaboración. La OBS es un grupo honesto y con mucha creatividad que se merece mucho más apoyo del que ha tenido hasta ahora.

"La pandemia nos ha demostrado que se puede vivir sin una gran cantidad de cosas pero tal vez no sin la música"

-Los teatros siguen cerrados en Francia y en toda Europa se cancelan conciertos desde hace un año. ¿Qué aporta la música en este contexto?

-Hacer música a veces parece una cosa innecesaria, porque dar un concierto aparentemente no es algo productivo como fabricar un coche. Pero la música habla de compartir: un músico entrega su tiempo, el público da su tiempo y todo el mundo está compartiendo un momento y un objeto musical que no tiene otro valor que el del hecho de compartirlo. Es cierto que durante la pandemia se ha intentado compensar la falta de música en vivo con vídeos pero cuando haces un concierto ves la relativa futilidad de los medios de comunicación, que ayudan pero no compensan en absoluto la presencia en un teatro. Ahora cada vez que se hace un concierto la emoción es muy fuerte a ambos lados del escenario. Nuestros músicos están felices de encontrarse en Sevilla, de poder tocar juntos y ante el público. La pandemia nos ha demostrado que se puede vivir sin una gran cantidad de cosas pero tal vez no sin la música. 

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