Iglesias se ha pelado no como símbolo de su renuncia al mundo y sus vanidades, sino para seguir en el candelero.

Un extraño complejo nos hace denigrar todo lo positivo de la historia del país y sentir fascinación por los desastres.

Los votantes de derecha ya no son peligrosos fascistas, sino mentes adocenadas por el consumo de 'delicatessen'.

Pablo y Albert han conseguido un elevadísimo nivel de vida con el que nunca hubiesen soñado en sus años de zangolotinos.

A las promesas de los políticos les pasa lo que a los refranes castellanos: si le das la vuelta, aciertas.

Intentar hacer de una siniestra amenaza un argumento central de la campaña es una prueba más del cinismo de Iglesias.

Florentino y los suyos soñaron con una liga a su medida, elitista y algo macarra, pero no contaron con el populismo.

Una nueva generación de políticos nos arrastra a todos a una crispación sobrevenida e historicista.

Por primera vez en su historia, una mujer, Rachael Blackmore, ha ganado la legendaria carrera de purasangres.