La ciudad de La Línea celebra este sábado uno de sus días grandes en el que tradición y devoción se dan la mano con la Patrona, la Inmaculada Concepción, como protagonista. La festividad de la Alcaldesa Perpetua lleva aparejada una jornada llena de actos religiosos en el que la procesión ocupa el espacio más destacado por afluencia de público. 

El cortejo ha partido poco después de las 17:30 desde el céntrico santuario. A sus puertas, decenas de personas se agolpaban para ver salir la procesión que se ha echado a la calle encabezada por el cuerpo de acólitos y representantes de todas las agrupaciones religiosas de la ciudad, desde las agrupaciones parroquiales a las hermandades de penitencia y gloria, además de la junta permanente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías. Las autoridades locales y representantes de diferentes asociaciones linenses también se han sumado al recorrido. El acompañamiento musical ha corrido a cargo de la Banda de Cornetas y Tambores Santa Bárbara en cabecera. Tras el paso, la Banda de Música Municipal de La Línea. Las dos aportan su buen hacer para engrandecer aún más, si cabe, el desfile.

La imagen de la Inmaculada Concepción de La Línea recibe una petalada en la calle Hércules.

Durante la procesión, por las principales calles de la zona centro de la ciudad, resulta muy destacada la labor del grupo joven, que se encargó desde días antes de promover la ornamentación del máximo número posible de balcones a lo largo del recorrido con colgaduras, banderas linenses y españolas. También elaboraron guirnaldas con flores de papel de seda y banderolas con letanías para engrandecer el paso del cortejo que, además ha sido saludado con petaladas en varias ocasiones.

Con la procesión concluyen los actos litúrgicos de las fiestas patronales que arrancaron a finales de noviembre con los pregones anunciadores y actos como la presentación de los niños a la Virgen.

Por la mañana se celebró el rosario de la aurora, al que siguió el oficio religioso del mediodía presidido por el reverendo Juan José Marina, vicario episcopal del Campo de Gibraltar, que contó con el templo lleno de personas dispuestas a ver a la Virgen engalanada antes del desfile de la tarde.