'Baladas de plata' | Crítica

Chencho Fernández lo ha vuelto a hacer

  • Seis años ha tardado el músico sevillano en dar continuidad a aquel celebrado 'Dadá estuvo aquí'. Su retorno, amparado por un amplio plantel de músicos, nos hace olvidar rápido tan larga espera

Chencho Fernández, en una imagen promocional para su segundo álbum, ‘Baladas de plata’.

Chencho Fernández, en una imagen promocional para su segundo álbum, ‘Baladas de plata’.

Tras un esplendoroso debut a finales de la ya muy lejana década de los 90 como integrante de aquel artefacto brillante y fugaz que fue Sick Buzos, Chencho Fernández (Sevilla, 1972) refinó con Mistral sus habilidades como intérprete y compositor, ya en español, de referentes poéticos y clásicas hechuras rockeras -dicho esto último, de Dylan a Reed, de Barret a Gainsbourg, apuntando hacia la más noble tradición del género-. Sin embargo, aquellos discos invisibles, aquellos conciertos secretos, incluso aquellos proyectos de terceros en los que también se embarcó -Lavadora, Las Muñecas de la Calle Feria…- apenas parecieron parte de un largo proceso de formación, de desordenada y algo caótica búsqueda de la voz propia, cuando en octubre de 2014, y firmando por primera vez con su propio nombre, Fun Club Records editó Dadá estuvo aquí, aquel fabuloso reinicio de su carrera, pergeñado junto a componentes de All La Glory y bajo la atenta dirección musical del productor Jordi Gil, rescatado y relanzado un año después por la multinacional Warner.

Reducido el impacto de aquel monumento hecho de canciones al ámbito, reconocidamente minoritario, de los degustadores de delicias sonoras con aliento literario -pero convenciendo y convirtiendo, en cualquier caso, a un mayoritario porcentaje de quienes tuvieron la suerte de escucharlo-, la imponente banda se desbandó tras un reguero de gloriosos conciertos: All La Glory se centró en lo suyo -y ya van dos álbumes, Everybody's Breaking Everybody's Heart y Disco Fantasma, que avalan lo acertado de la decisión- y Chencho, se diría, simuló entrar otra vez en ese aparente estado de letargo creativo tan propio de su guadianesca trayectoria.

Pero mientras pasaban los años y la vida, claro, algo se movía detrás de tan engañoso silencio: nuevas letras, nuevas melodías, nueva banda con viejos y recientes amigos y renovados bríos para enfrentarse a una nueva grabación con la intención de dejar constancia de la inevitable continuidad de su proyecto artístico.

Otra vez con Jordi Gil al frente de la nave, y redoblando la apuesta en parte del repertorio por los arreglos orquestales de Rafael Cañete como elemento consustancial de esta aventura, Baladas de plata, después de un año largo en el cajón esperando fecha de lanzamiento, se antoja ahora en primera instancia uno de esos discos de los que ya apenas se estilan, un trabajo cocinado a fuego lento y con mimo en un estudio por el que llegaron a pasar, ahí es nada, hasta 23 músicos: maestros de la Sinfónica de Sevilla como el violinista Vladimir Dmitrienco, el también violinista Luis Miguel Díaz Márquez, el director y viola Jerome Ireland y la chelista Gretchen Talbot; profesores como el saxofonista Francisco J. Gil, el flautista Guillermo Jorge Manjón, el clavecinista Alejandro Casal, el trombonista Alejandro Sánchez Aranda o ese trompetista flamenco y deslumbrante que es Ángel Sánchez Suárez; rockeros irredentos como el versátil Álvaro Suite -hermano de Chencho-, Sebastián Orellana e Iván Molina -de La BIG Rabia-, Israel Diezma, Juano Azagra y Pilar G. Angulo -de All La Glory-, los bajistas Javi Vega y Ricky Candela, los bateristas Antonio Lomas y Alberto Romero, el teclista Álvaro Gandul, el guitarrista Javier Neria, compañero de correrías de Chencho desde los tiempos de Sick Buzos, y la vocalista Amanda Palma.

Vale la pena y es de justicia citarlos a todos porque sin ellos, incluso con estas mismas maravillosas canciones, Baladas de plata sería, definitivamente, otra cosa y no este perfecto mecanismo provocador de hondas emociones, de reconocibles ensoñaciones sobre tiempos y lugares pasados, sobre amores perdidos, irremediables o directamente imposibles. Sí, justo ese mismo imaginario en el que Chencho Fernández ya recaló con Dadá estuvo aquí y al que vuelve y probablemente volverá cada vez que siente frente al folio en blanco.

Videoclip de 'Un hit', de Chencho Fernández con Macarena Gómez.

Tras el contundente arranque de La fosa de Las Marianas, que tan inexorablemente remite a Lou Reed, apóstol mayor en el santoral particular del músico, llega con Te quiero sin querer la primera balada plateada del álbum, un indisimulado guiño al venerable legado de Serge Gainsbourg que de manera natural entronca con Un hit, ese corte de avanzadilla que, a comienzos del pasado mes de enero, nos regaló un bonito videoclip con la actriz Macarena Gómez.

Portada de 'Baladas de plata'. Portada de 'Baladas de plata'.

Portada de 'Baladas de plata'.

También fueron adelantos En boga, ahora con el Reed de Transformer sirviendo de molde para la crónica canalla con sabor local -Ésa fue una buena noche / No recuerdo ni la mitad / Estuve en el Fun con Juan Vicius / En la hora más oscura antes del alba / Un sol y sombra en el Plata / Por el arco el día asomaba ya / Alguien me toca en la espalda / Y me dice, ¿no eres tú el de la estación?- y La canción de Nadia, junto a Mi pequeña muerte en ti, con sus exuberantes arreglos de cuerda y metal, magníficos ejemplos de lo que el escritor Pablo Cerezal describe en el texto que abre el libreto del disco -"los arreglos orquestales con que copularon la chanson francesa, las armonías de San Remo…"- como significativos indicios de la nostálgica europeidad, incluso mediterraneidad de este fantástico álbum.

Los chilenos Molina y Orellana imprimen también color hispanoamericano y oscuro mambo a Salvador en la Plaza del Pan, preludio a una de las cimas literarias de Baladas de plata, servida, cómo no, en un cadencioso medio tiempo: Me vas a odiar, ya verás, me vas a odiar / Como se odian los amantes / Cuando ya no se aman más / Me vas a odiar / Ya verás, canta Chencho, desarbolada la esperanza, lúcida la experiencia, en Como se odian los amantes.

Se amontonan los recuerdos del amor pretérito en el cuarto diminuto de Calle Imagen e incluso vuelve del pasado Suicidio en Hollywood, canción que ya figuró en el homónimo álbum de Las Muñecas de la Calle Feria (2013). Y llega el final, Noche americana -La fiesta se acaba / Puntos suspensivos / Comienza la danza / De la despedida / Uno a uno recogen / Abrigos y encomiendas / Para la próxima vez-, recordándonos amargamente nuestro último destino. ¿Lo imagina?

Termina el disco y queda en el ambiente esa percepción innegable de que Chencho Fernández ha vuelto a hacerlo. También la pregunta de cómo llevará todo esto a un escenario. Bueno, después de tantas idas y venidas de músicos de aquí y de allá, al menos volverá a hacerlo con All La Glory, y eso siempre es garantía.

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