La colmena

Magdalena Trillo

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El otro Trump

De la ajustada victoria de Lula al gobierno 'frankenstein' español. Ganar es ganar: aun pactando, aun por la mínima

Lula da Silva pronuncia un discurso tras su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones.

Lula da Silva pronuncia un discurso tras su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones. / Sebastiao Moreira (Efe)

Por unas milésimas de segundo se puede ganar. Y poco importa si la victoria es aplastante o el segundo te pisa los talones. Por un puñado de euros (el suficiente) se puede ganar lo que se quiera. Los negocios son negocios; no operaciones altruistas ni gestos de filantropía. Y si es uno quien desembolsa todo el dinero, como ha terminado haciendo Elon Musk para quedarse con Twitter, ni siquiera son relevantes las apariencias del poder: el dueño de Tesla ha fulminado a todo el consejo de administración del pájaro azul, se ha proclamado jefe supremo (a lo Xi Jinping) y han bastado unas horas de su nuevo gobierno para que se desate la polémica. ¿Tendremos que pagar 20 dólares al mes para verificar la cuenta? ¿Los despidos llegarán al 75% de la plantilla? Porque los 44.000 millones hay que recuperarlos…

Nos puede gustar más o menos, pero así nos hemos intentado ordenar en la historia (democrática) de los tiempos: unos ganan y otros pierden. Y al día siguiente cada uno asume su papel. Con deportividad. Con el deseo de autocrítica para unos; de generosidad para otros.

Bueno, así ha sido hasta la irrupción de Trump, con la invención de la posverdad y el azuce del populismo... Estoy pensando en el post-Brexit del Reino Unido, con Liz Truss ridiculizada en el papel de lechuga viral; en la Italia de la ultraderechista Giorgia Meloni que ha acabado resucitando al demonizado Berlusconi; y en la Francia ilustrada de Macron que está dinamitando su propio legado cuando se sustituyen los debates del Elíseo por el asalto a las calles. De la espiral de deslegitimación no se salvan ni los progresistas países escandinavos, de la Finlandia de Sanna Marin a la Dinamarca que acaba de convocar elecciones anticipadas por la crisis de los visones, ni por supuesto nosotros: con un gobierno de coalición que nunca ha sido reconocido del todo ni por todos.

Aquí no hay camiones bloqueando las carreteras como está ocurriendo en Brasil con la ajustada victoria de Lula sobre Bolsonaro (¡cuánto recuerda al capítulo del Capitolio!) pero el sustrato del discurso es igual de peligroso: poner en cuestión la victoria del otro, debilitar el sistema y despertar el fantasma del fraude. ¿Qué significa si no el "Gobierno frankenstein"? No fue la victoria de González del 82 pero representa a más de la mitad de la población. Como Lula en Brasil. Aunque sea por la mínima; aunque sea pactando. Así es el juego que nos mantiene sobre el fino alambre de la estabilidad. No lo rompamos. Lo que hay al otro lado ya lo conocemos: un país fracturado y al borde del abismo que en España tenemos demasiado reciente.

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