La pena de muerte en España

Los dos últimos verdugos de la Audiencia

  • Hasta 1977, fecha en la que se abolió la pena de muerte de España, los tribunales de Sevilla contaban con un verdugo "de plantilla"

  • Ésta es la historia de los dos últimos verdugos de la Audiencia hispalense

Bernardo Sánchez Bascuñana (con sombrero cordobés) con Daniel Sueiro, autor del libro "Los verdugos españoles", y los "ejecutores" de Madrid y Barcelona

Bernardo Sánchez Bascuñana (con sombrero cordobés) con Daniel Sueiro, autor del libro "Los verdugos españoles", y los "ejecutores" de Madrid y Barcelona

La pena de muerte fue abolida en España en 1977 y hasta ese año existió un verdugo “de plantilla” en la Audiencia de Sevilla. Todos los meses acudía al despacho del presidente a recoger un sobre con su sueldo y en los depósitos situados en el sótano del edificio judicial se conserva aún el garrote vil usado en las últimas ejecuciones.

El último verdugo sevillano se llamaba José Moreno Moreno (o Monero) y ejerció entre 1972 y 1977, aunque solo llevó a cabo una ejecución, la última cumplida en España por garrote vil. Poco se sabe de él, salvo que era representante de libros y que seguramente aspiró al puesto convencido de que nunca tendría que ejercerlo.

Su antecesor, Bernardo Sánchez Bascuñana, fue verdugo titular de Sevilla entre 1949 y 1972 y se sabe mucho más de su vida. En esos 23 años llevó a cabo 17 ejecuciones en Andalucía, Extremadura, Baleares y Canarias. En el libro “Los verdugos españoles”, de Daniel Sueiro (1971) relató sus experiencias y sentimientos junto a los verdugos titulares de Madrid y de Barcelona.

Bascuñana, uno de los últimos verdugos de la Audiencia de Sevilla Bascuñana, uno de los últimos verdugos de la Audiencia de Sevilla

Bascuñana, uno de los últimos verdugos de la Audiencia de Sevilla

A lo largo de 860 páginas, el autor reproduce conversaciones en las que los tres verdugos se enzarzaban en discusiones sobre quién de ellos “hizo más ejecuciones” y otros detalles de su trabajo, que definían como de “ejecutor de sentencias”. Bernardo zanjó una de las discusiones con un contundente ”Yo soy el más antiguo, soy el catedrático, y no le van a enseñar los alumnos al catedrático”.

Sánchez Bascuñana también intervino en el documental “Queridísimos verdugos” (1970) de Basilio Martín Patino, donde se le ve bailando con gitanas en una cueva del Sacromonte granadino con una alegría que parece indicar que llevaba bien su oficio.

Bernardo Sánchez Bascuñana fue el encargado de ejecutar a El Tarta y a otros dos condenados por el "crimen de las estanqueras"

Entre otros, Bernardo fue el encargado de ejecutar el miércoles 4 de abril de 1956 a los tres condenados a muerte por el llamado “crimen de las estanqueras”: Lorenzo Castro bueno, alias El Tarta (por su tartamudez), Juan Vázquez Pérez y Antonio Pérez Gómez.

El “crimen de las estanqueras”, ocurrido en julio de 1952, conmocionó y aterrorizó a la sociedad sevillana, pero con ocasión del proceso y sentencia fueron muchas las voces autorizadas que denunciaron la falta de pruebas y la necesidad que habían tenido las autoridades de encontrar un culpable a cualquier precio.“Parecía que estuvieran iluminados por el Espíritu Santo, deseaban morir para salvarse”, contó Bernardo sobre los ejecutados, y resumió así la impresión del fraile que les administró los últimos auxilios espirituales: “Murieron como santos”.

Menos afición al trabajo parece que tuvo su sucesor, José Moreno. Entró en 1972 y estuvo dos años sin tener que ejercer. Pero llegó el momento en que le llamaron para ejecutar una sentencia de muerte en Tarragona. Fue el 2 de marzo de 1974 y el condenado era conocido como Heinz Chez “El polaco”, aunque en realidad se llamaba Georg Michael Welzel y era alemán. Había matado a un guardia civil en un camping de Tarragona y luego le había robado su pistola reglamentaria.

La ejecución de “El polaco” fue la última realizada en España mediante garrote vil y la única en la que participo José Moreno. A su familia le dijo que se iba a Cataluña en viaje de negocios. Una vez llegado a la cárcel de Tarragona,  pidió ayuda a los funcionarios de prisiones porque no conocía bien el funcionamiento del garrote y tuvo que hacer unos ajustes, que llevó a cabo en presencia del reo. Necesitó tres intentos hasta acabar con la vida del condenado a muerte.

El último verdugo sevillano murió a los 66 años, en noviembre de 1985, y poco antes demandó al Estado por haber sido despedido sin previa notificación, por lo que recibió una pequeña indemnización.

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