Gibraltar

La Línea se juega la cuarta parte de su actividad económica: 743 millones de €

  • El recuerdo del cierre de la Verja y el temor a perder el trabajo lleva a los linenses a pedir el 'no'

La Línea es, casi sin margen de error, la población en la que sus habitantes no tienen derecho a votar que con más incertidumbre y preocupación vive el referéndum en el que hoy el Reino Unido decide si continúa o no en la Comunidad Europea. Las cifras se agolpan para demostrar la dependencia económica que tiene la ciudad de la colonia y cualquier decisión que altere las condiciones de las relaciones entre ambos puntos geográficos supone, literalmente, una amenaza para su supervivencia. Tanto es así que entre los vecinos de La Línea se palpa tanto o más interés por los resultados que se conocerán en la próxima madrugada que por los que arrojen las elecciones generales españolas del próximo domingo.

La Cámara de Comercio de Gibraltar hizo público un informe que reflejaba que en 2013 los puestos de trabajo que proporcionaba el Peñón a los españoles suponían el 24% del total de los que existían en la comarca y no es ningún secreto que entre los empleados transfronterizos una aplastante mayoría (algunos expertos lo sitúan en torno al 85%) son linenses o residentes en La Línea. Estos currantes que cada día cruzan la Verja ingresaron durante ese periodo unos 102.000.000 de libras (134.315.000 euros) y es obvio que la mayor parte de esa cantidad fue luego invertida en suelo español.

A todas esas cifras habría que añadirles las pequeñas cantidades que reciben en negro limpiadoras de domicilios, canguros, cuidadores de ancianos, que no aparecen reflejados en las estadísticas, pero que permiten sobrevivir a un buen número de familias linenses que apenas reciben una ayuda simbólica por parte de la Administración española y en algunos casos, ni siquiera eso. Por no hablar del dinero que genera el contrabando, desde el de pequeñísima escala hasta el de grandes proporciones.

La Cámara de Comercio gibraltareña calcula que la relación bilateral entre la Roca y la comarca tiene un impacto económico de 743 millones de euros anuales, la cuarta parte del PIB de la zona.

El efecto que pudiera tener sobre la mano de obra de La Línea, que presenta un 38% de paro (en torno a 9.500 desempleados reconocidos) no es el único golpe que sufriría su ya de por sí maltrecha economía. Se cuentan por millares los yanitos que hacen sus compras en España, muy especialmente en las grandes superficies, y los que residen a este lado de la frontera. No es precisamente una casualidad que el precio del alquiler (6,9 de euros por metro cuadrado) se encuentre por encima de la media de Cádiz (6,22 euros por metro). Esa cifra se dispara cuando se habla de los garajes, porque son muchos los gibraltareños que tienen un segundo vehículo en España, generalmente de alta gama, del que poder disponer durante los fines de semana y que duerme en La Línea el resto de los días.

Simplemente una devaluación de la libra, que parece la consecuencia más inmediata de un posible triunfo del brexit, ya limitaría la capacidad de inversión de los vecinos en esta parte del sur de España.

Los más viejos del lugar sacan a pasear los fantasmas del pasado y recuerdan que en 1969, tras el cierre de la frontera, unos 4.800 linenses perdieron su empleo en Gibraltar y el número de habitantes en La Línea quedó reducido a dos tercios, porque miles de ellos se vieron obligados a emigrar.

Es cierto que ninguna voz autorizada ha valorado siquiera aún la posibilidad de que se produzca una ruptura tan drástica y dramática como la de entonces y menos aún a un plazo corto, pero el miedo y los recuerdos han provocado que sea el argumento más utilizado por quienes no conocen la problemática en profundidad para sostener la necesidad de que el Reino Unido no abandone la Comunidad.

Lo que sí es cierto es que los tres años en los que por diferentes medidas de presión del Gobierno de Mariano Rajoy las colas se hicieron eternas en la frontera no sólo la economía, sino la vida cotidiana de ambas ciudades se tambaleó hasta límites insospechados. Para los empleados fijos acudir a sus puestos de trabajo suponía un desplazamiento de horas para recorrer una distancia que a pie y en circunstancias normales no va más allá de un cuarto de hora. Para el resto dejó de ser rentable acudir para una reparación menor de, por ejemplo, fontanería, con el consiguiente problema para los que con frecuencia demandaban esos servicios. Eso sin olvidar a los familiares que tuvieron que renunciar a verse con regularidad porque las esperas, de pie durante horas, se hacían insoportables.

Hamidi Mohamed, que se autodefine como "un cuarto de marroquí, un cuarto de gibraltareño y medio de andaluz" lleva más de dos décadas trabajando en Gibraltar y admite que está "asustado" con las posibles consecuencias del brexit. "Sería como volver al pasado, sería malo para los jóvenes de Gibraltar pero también para los que vivimos en La Línea y trabajamos allí. No se puede permitir que vuelvan a cerrar la frontera, sería la ruina para muchas familias".

Raquel, una trabajadora cualificada que tuvo que aceptar un empleo en una tienda de cosméticos, asume que para ella cambiar la Facultad por un empleo "en otro país" supuso "como entrar en un nuevo mundo" en el que es "muy necesario" conocer inglés.

"Cuando eres español te ponen más trabas para darte el primer trabajo, pero una vez que tienes un empleo ves compensado el esfuerzo y para las muchas personas que hay en mi situación el triunfo del brexit supondría vernos otra vez condenados al paro, porque Gibraltar se está presentando como la única salida para muchos jóvenes de la zona", acaba.

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