La ropa más allá del Telón de Acero

Sibylle, la moda contra el comunismo

  • La revista de moda de la RDA, el país de aquellos sospechosos logros olímpicos, era una vía de escape e imitar sus prendas en casa, un signo de rebeldía ante la uniformidad de un fallido sistema

Una portada de Sibylle de 1986

Una portada de Sibylle de 1986

El Partido Socialista Unificado de Alemania regulaba toda la vida y las vidas de sus habitantes, cuyas máximas alegrías eran deportivas, casi de mentira, pasadas muchas de ellas por sustancias y métodos dopantes.

La denominada República Democrática Alemana era la avanzadilla del bloque de la URSS en el corazón de Europa, un escaparate además de sus tendencias y prestigios. Pero a su vez era el fortín más vulnerable y expuesto a las influencias de occidente.

Esa situación tan inestable en teoría llevaba al endeudado régimen comunista dictatorial de Erich Honecker a ser más inflexible y a la vez paternal para que sus residentes, los leales súbditos proletarios, creyeran que vivían en la perfección socioeconómica. Una misión difícil en caso de comparar los logros orientales frente a lo que llegaba por televisión, por revistas. Por los familiares al otro lado.

El régimen de la RDA (DDR, como lucían sus ropas olímpicas con medallas sospechosas) controlaba todos los aspectos vitales y por supuesto la vestimenta, la forma de expresarse a través de la ropa. Lejos de los modos capitalistas de sutilidad y elegancia el ideal tras el Telón de Acero se enfocaba hacia la uniformidad, la homogeneidad, al margen de distinción de clases. La prohibición de colores y simbolismos no aceptados. 

Portada de Sibylle hace 40 años Portada de Sibylle hace 40 años

Portada de Sibylle hace 40 años

Lo monótono era la teoría y el sustento de algo tan alejado a la moda y a las posibles influencias de Francia, Italia o Reino Unido. Pero ante ese riesgo de encandilar con modas capitalistas, había que reaccionar no sólo con la imposición del pensamiento contra el lujo inútil, también había que crear cierta corriente de diseño y creatividad.

De revista tutelada a escudo de un esqueleto de cartón

Esta reacción dentro de la RDA cobró fuerza a medida que se percibían desgastes en el sistema de Honecker y se apretaba el control del brazo armado de la Stasi, el espionaje que empapaba los hogares germano-orientales. Desde la creación del muro, a partir de los 60, los jóvenes de la DDR tomaron por su cuenta el rumbo hacia la modernidad dentro de la monotonía. Hacia la expresión individual. Crear la propia ropa era enfrentarse a la uniformidad, coser en casa era contracultural y la inspiración llegaba por la sutil guía impresa, Sibylle.

Era la revista de moda de la RDA, un proyecto para fomentar una creatividad controlada que terminó siendo una virtual vía de escape para ser distintos dentro de un país de exigencia totalitaria.

Los 200.000 ejemplares se agotaban cada mes, con sus posados y propuestas avanzadas y diferentes a lo que existía en las calles, en las tiendas. De ser una revista tutelada de cerca por el régimen, Sibylle terminó teniendo su voz alternativa y lo sabían sus lectores que intentaban con sus dotes costureras dejarse llevar por este tragaluz impreso.

Fue en la RDA, con figuras como Nina Hagen, donde se empuja tras el Telón el movimiento punk. Pelos rojos y azules frente al gris general.

Sibylle, por Sibila, la profetisa mítica de los griegos, era la publicación del Odeinstitut Berlin, la escuela de moda que contaba con el respaldo del sistema porque sus diseñadores “estaban llamados a ser la vanguardia europea”. Nunca pudieron por las decadente condiciones socioeconómicas precarias de un país llamado a ser un estado fallido.

Portada de Sibylle en 1964 Portada de Sibylle en 1964

Portada de Sibylle en 1964

Terminó siendo una publicación aspiracional, muy aspiracional, de unos habitantes que como mucho podían imitar su ropa ya que en los grandes almacenes de las ciudades las prendas eran frustrantes, pocas y sin variedad.

Sibylle llegó a ser un espejismo y el régimen de Honecker aceptó sus poses aperturistas porque en cierta medida su imagen les beneficiaba. Un régimen en apariencia poderoso tras su esqueleto de cartón.

Los materiales propios de mala calidad

A la Alemania Oriental le sobraban medallas y logros deportivos, pero lo más deseado y admirado eran las prendas matuteadas de la Alemania Federal. En un reducto donde escaseaba el algodón o el cuero, cualquier prenda traída en contrabando se convertía en negocio. Un pantalón vaquero era una mercancía rara e impensable en los países de la órbita de la URSS. Los pocos turistas de los 70 y 80 se convertían en involuntarios embajadores de las tendencias de Occidente y unos precios que no se podían permitir tras el Telón. Si no había dinero, al menos había imaginación y la inspiración traída por los números de temporada de Sibylle. La revista empujó contra el muro pero en desigual competencia con las Vogue occidentales la revista de la ‘otra’ Alemania cerró en 1994.

La moda uniformada del Berlín Oriental estaba compuesta por tejidos sintéticos de baja calidad, los que facilitaban las empresas químicas de Jena, el dederon (el de la ropa deportiva) era un mal poliéster;y el lederol, un mal sucedáneo de cuero, el material de los uniformes. Esa mala calidad terminó siendo rechazada por los decepcionados jóvenes de la RDA y la propia revista Sibylle, por mucho esfuerzo que hiciera, con materiales maltrechos no podía competir en prendas con las revistas ‘capitalistas’. Su moda por mucho que lo intentara no dejaba de ser una imagen borrosa con tendencias que llegaban con retraso, como la luz de las estrellas distantes.

Ropa en material dederon en la RDA Ropa en material dederon en la RDA

Ropa en material dederon en la RDA

Con la caída del muro todo lo que era DDR, en aquella euforia, tenía como destino la incineradora.

Como testimonio histórico el Museo de la Stasi de Berlín ofrece una selección de modelos, ropa y estilos de vida recomendados por el régimen, con la sobria estética del régimen. El popular Museo de la DDR berlinés custodia prendas que hablan de la melancolía y resignación de los habitantes de aquel país desaparecido y ahora añorado por algunos de sus aspectos, pero no por sus tendencias estilísticas. Un país de revolucionarios sometidos, cuando la ropa era una vía de escape cuando no se podía saltar el muro.

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