El país del miedo. Sección Oficial. Dirección: Francisco Espada. Guión: Francisco Espada, a partir de la novela de Isaac Rosa. Reparto: José Luis García-Pérez, Cristina Plazas, Eduardo Velasco, Marina Recio, Moisés Ortega, Olga Lozano, María Luisa Borruel, Esteban G. Ballesteros, Cristina Alarcón, José Antonio Lucia, Maite Vallecillo, y Kiti Mánver.

En uno de sus gags más sarcásticos, Les Luthiers rezan a un santo inventado pidiendo misericordia por sus pecados: "Te pedimos perdón por nuestras faltas… nos falta ropa, nos falta comida, nos falta dinero". Y en una expiación similar parece encontrarse una cierta clase media de cintas españolas. Proyectos que no buscan convertirse en the next big thing ni ser arte y ensayo, que se inician cuadrando cuentas para llegar a ser comerciales, pero que terminan apelando a la épica como única forma de llegar a puerto. Este problema, por supuesto, trasciende a El país del miedo, incluso a la Sección Oficial; pero requeriría más pronto que tarde un diagnóstico certero sobre por qué películas basadas en buenas historias -y lo que es peor, llevadas por buenos realizadores- terminan exigiendo para entrar en ellas un desmedido esfuerzo filantrópico por parte del espectador.

El país del miedo podría haber sido una buena cinta de Guédiguian: un matrimonio de clase media progre, que cree firmemente en el ascenso social y cena sin televisión para fomentar el diálogo, ve ponerse a prueba sus principios al descubrir que su hijo sufre acoso escolar.

El filme tiene base y, de hecho, su mayor virtud está en sus giros. Sin embargo, muestra demasiadas faltas. La cinta rezuma ingenuidad en cada plano, condicionada sin duda por falta de medios, pero también por decisiones confusas, como el montaje intercalado en ciertas secuencias, vacilantes incursiones en sueños-pesadillas en medio de un tono brutalmente realista, y un casting infantil que dista demasiado del buen oficio de sus actores principales.

La sensación final es de (otra) ocasión perdida. Porque El país del miedo podría haber jugado en la división de Las nieves del Kilimanjaro, como quizá Tiempo sin aire podría haberlo hecho en la de Incendies. Pero los resultados ni se aproximan. Tan cerca, tan lejos.