Dice el religioso Nicolás Castellanos, todo un Príncipe de Asturias de la Concordia, que en el Plan 3000 a los niños no se les pone nombre hasta que cumplen un año. "Para qué, mueren tantos que no merece la pena", asegura. Tampoco tienen denominación las calles de un lugar que nació para reubicar temporalmente en 3.000 viviendas a los damnificados de una inundación y que ahora acoge a cerca de 250.000 personas en un asentamiento definitivo. Es la realidad que relata el malagueño Jorge Peña en el documental En las calles sin nombre, que ayer se proyectó en el Cine Echegaray como Sesión Especial y con el que trata de dar a conocer una realidad bastante desconocida del país de Evo Morales a través de las historias de los propios habitantes del Plan 3000.

Justo antes se pudo ver otra cinta local, Al Yadir, que recorre el muro de más de 3.000 kilómetros que divide al Sáhara occidental. Dirigido por Leonor Jiménez, sirve para recordar "la existencia de los muros que separan el mundo, gracias al acercamiento a una construcción militar prácticamente desconocida, pese a ser la mayor obra civil hecha por el hombre después de la muralla China", según relatan en la película.