Festival Cine Málaga

Y el cine (español) se hizo mayor

  • Fernando Trueba, José Sacristán, Antonio Resines, Gemma Cuervo y Juan Estelrich arroparon ayer en el Museo Picasso la recuperación de 'El mundo sigue' de Fernán Gómez

Hay ocasiones (contadas, no vayan a creerse) en que el Festival de Málaga invita a la reconciliación del cine español. Y no sólo con la producción actual, las estrellas del momento, la situación de la industria, los problemas de la financiación y las películas, malas o buenas: a veces sucede que toca hacer las paces con una determinada tradición, una manera de leer la historia, la vida y la realidad que corresponde, en exclusiva, al cine español. Entonces, la cinematografía se cierne como patrimonio, como riqueza común y hasta como emblema o identidad. La campaña basada en el lema el cine español es malo ha tenido un éxito rotundo, no sólo en la taquilla de los últimos años, con excepciones como la del pasado 2014, cuyo milagro habrá que contrastar, todavía, en el futuro inmediato; también en relación con la desmemoria y la noción de que aquí nunca se ha hecho una película que haya merecido la pena. No tanto, al menos, como en Francia, en Italia o en EEUU. Pero, aun en escasos momentos, insisto, el Festival de Málaga contribuye a poner algunas cosas en su sitio. Si además se contribuye desde este escaparate de vanidades y banalidades efímeras a hacer justicia, el habitante del festival, ése que va de sala en sala zarandeado por ofertas abrumadoras y películas infumables, tiene la sensación, al fin, de que semejante sarao sirve para algo. En 1963 Fernando Fernán Gómez rodó su tercera película como director, El mundo sigue, basada en la novela de Juan Antonio Zunzunegui y protagonizada por Lina Canalejas, Gemma Cuervo, Milagros Leal, Agustín González y el propio Fernán Gómez. El filme presentaba una visión descarnada de la situación desesperada en la que vivían las personas más desfavorecidas en el franquismo, sin escatimar en argumentos como la prostitución y el suicidio, además de un retrato sin contemplaciones de un Madrid gris y atrasado. En consecuencia, la censura castigó con dureza la película, que únicamente tuvo un estreno fugaz en Bilbao en 1965 para caer después en el olvido. Tras la muerte de Fernán Gómez en 2007, Juan Estelrich, hijo del director de producción del filme, nieto del productor que facilitó su rodaje y a la sazón ahijado del director, consiguió una copia (ni siquiera Fernán Gómez guardaba una) y se puso manos a la obra para su restauración. Ahora, A Contracorriente Films se dispone a reestrenar la cinta y a lanzar la nueva edición al mercado doméstico. Pero antes, ayer, el Museo Picasso, dentro de las actividades del Festival de Cine, acogió una première de lujo con cinco protagonistas de postín. Fernando Trueba, Antonio Resines, José Sacristán, la misma Gemma Cuervo y el propio Juan Estelrich, todos ellos muy cercanos a Fernando Fernán Gómez y su mundo, participaron en una mesa redonda posterior a la proyección de El mundo sigue, moderada por Luis Alegre, que figura ya en la historia del certamen malagueño como una de sus páginas más importantes e inolvidables.

Abrió el encuentro una muy emocionada Gemma Cuervo, que tiró de memoria y biografía para ganar el calor de quienes ocupaban las butacas del auditorio del museo: "Al ver la película he recordado la España de aquel tiempo, el Madrid de 1963. Es como si hubiera vuelto a pasear por allí. Pero lo que me parece más notable es que el cine que se hacía entonces era muy banal, sólo se quería atrapar sentimientos vacuos, pero en eso llegó Fernando Fernán Gómez dispuesto a atrapar a todo el mundo con situaciones al límite". Cuervo confesó que se sintió ayer invadida por una emoción muy especial, e inevitable, "al ver en la pantalla a Fernando [Guillén]. Creo que, salvo Marisa Paredes y Pilar Bardem [con apariciones testimoniales en los que seguramente fueron sus primeros papeles en el cine], todos los demás que salen ya han muerto". Gemma Cuervo aprovechó, a su manera, para ajustar cuentas con pasmosa serenidad: "Aquí se terminó mi carrera cinematográfica. Si El mundo sigue se hubiese estrenado bien, como debía, mi carrera habría sido más brillante. Pero no pudo ser. Desde entonces, el cine no me ha querido. En su momento ya dije que el cine me estaba dejando envejecer, y así ha sido". Cuando, poco después, Fernando Trueba pidió un aplauso para la actriz, no hubo mano que se sintiese ajena.

El futuro presidente de la Academia de Cine, Antonio Resines, destacó que El mundo sigue "es una película muy moderna, muy bien hecha y mejor contada". Y ganó de inmediato la réplica de José Sacristán: "La película es un reflejo de la miseria moral en la que se vivía, con una atención prestada especialmente a las mujeres, en cuanto a la servidumbre moral y carnal a la que se veían abocadas. Es el retrato de una época, pero lo maravilloso es el modo en que Fernando le da una vuelta de tuerca y toma distancias. El genial cineasta que fue está presente, pero más aún el hombre de su tiempo que se juega su dinero para hacer está película. De hecho, se arruinó por completo". Y no dudó Sacristán en calificar por esto a Fernán Gómez como "el hombre más importante de la cultura española desde el principio de los tiempos".

Fernando Trueba, por su parte, valoró El mundo sigue como "un clásico dentro de una cinematografía como la nuestra, que no tiene precisamente muchos", y afirmó que el hecho de que el filme "haya estado en el olvido durante cincuenta años es un lujo que no nos podemos permitir". Trueba subrayó también la modernidad del filme y lo definió como "un melodrama, por más que tal vez sea la película menos romántica de la historia". Aunque, precisamente, su cariz actual procede de su descripción "de una destrucción moral y social. Quien se prostituye aquí no es una mujer, sino un país entero. Sin que se hable ni una sola vez en ella de política, El mundo sigue es la película política más bestia que se ha hecho nunca". Una lección viva.

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