Matar el tiempo.Sección Oficial. España, 2014. Dirección y guión: Antonio Hernández. Reparto: Manuela Moreno, Susana López Rubio. Reparto: Ben Temple, Yon González, Aitor Luna, Frank Feys, Esther Méndez.

Si una carrera cinematográfica en España mereciese el apelativo de inclasificable, ésa sería sin duda la del salmantino Antonio Hernández. Una filmografía que amalgama del esperpento (El gran marciano, 2000) al drama histórico (Los Borgia, 2006), pasando por el suspense con trama sectaria (Oculto, 2005), o la comedia política (El menor de los males, 2007); además de esa pequeña joya titulada En la ciudad sin límites (2001), que el tiempo se ha encargado justamente de poner en valor. En suma, una trayectoria de éxitos moderados y varios fracasos indiscutibles a los que, por desgracia, habrá que adscribir Matar el tiempo, presentada ayer.

El filme plantea la historia de Robert (Ben Temple, esforzadísimo y rescatable), un auditor americano que viaja a Madrid por trabajo. Una noche de aburrimiento en su hotel, decide consultar una página de cam girls donde conoce a Sara (Esther Méndez). A partir de ahí se verá inmerso en una trama que mezcla tráfico de órganos, voyeurismo, madres de alquiler, asuntos financieros y problemas familiares. Robert, fracasado en lo familiar y hastiado en lo profesional, decide realizar su particular descenso a los infiernos para ayudar a Sara en búsqueda de una cierta redención.

Planteada como una alarma contra los problemas éticos del avance tecnológico y un reclamo contra la indiferencia, la película -que recupera algo de Open Windows (Nacho Vigalondo, 2014)- sufre demasiados desarreglos, ya desde guión. La película toca tantos puntos y varía tantas veces sobre la marcha el tono de la propuesta que termina imperando la confusión. Los momentos más graves hacen reír, y si a esto se le suman los problemas de ritmo y verosimilitud que se producen conforme la historia adquiere complejidad, el resultado es un desconcierto monumental.

"Sería mejor que olvidaras todo esto", le recomiendan al protagonista en la última secuencia. Valga para todos.