Cultura

Palabra de antepasado: una biografía apócrifa

La vida da, a veces, mucho más de sí de lo que se pueda imaginar. Viajes, parientes, romances, experiencias. Vidas paralelas. Familias paralelas. Y hay quien, cuando intuye que no todo está contado, que faltan detalles por completar una biografía: investiga, busca, interroga; trata de poner las piezas que parecen haber desaparecido. Los directores de documentales son un buen perfil de estos buscadores de tesoros, de encontrar esas vidas que jamás parecían haber existido. Y el argentino Miguel Colombo, un ejemplo de ello, como bien demuestra en su documental Huellas, que ayer se proyectó en la Sección Oficial de Documentales del Festival de Málaga. Cine Español. Una cinta que supuso también un reto: filmar la mitad de la película en un desierto de alta montaña a 3.000 metros de altura.

Eso era lo de menos, porque Miguel siempre se preguntó quién fue su abuelo. Y sentía necesidad de conocerlo. "Siempre me obsesionaron las fotos antiguas, el pasado, la historia familiar", asegura el realizador. Sabía su nombre, Ludovico, y retazos de una extraña vida. Pero poco más. Tenía pistas que parecía indicar que su familiar era un partisano monárquico italiano; aunque, a la vez, una insignia nazi entre los viejos objetos personales le hacían dudar. Y temer. A partir de ahí, primos, hijos, parientes lejanos a través de los que recomponer una vida. No todo acaba ahí: la madre de Miguel tampoco le contó nunca toda la verdad, que quiso olvidar una vida que parecía totalmente anterior. Otra difícil biografía. Barro, al fin y al cabo, en el que unos y otros fueron marcando sus pasos, dejando huellas convertidas en pistas para un buen sabueso, como un buen pirata con un plano lleno de islas, mares, señales de peligro y rutas que seguir.

"Realizar esta película fue algo surgió de mí naturalmente como una manera de atravesar un proceso personal: el de recuperar una familia de la que crecí apartado, que me fue negada por mucho tiempo y que había extrañado incluso antes de saber que existía", cuenta Miguel, que sigue el rastro de sus antepasados para recorrer en su película sitios como Noli, donde su abuelo vivió cuando joven, o Santiago del Estero, donde se asientan las viejas raíces familiares. Y su viaje hacia el pasado culmina en El Ingenio, la vieja casa familiar prácticamente abandonada. Ahí es donde le lleva la equis marcada en el mapa del tesoro, lugar donde ocurrieron hechos difíciles de contar. Pero contar es la especialidad del documental, el resultado de la fe de documentalistas que aspiran a resolver dudas, a completar rompecabezas. A completar, finalmente, esa fotografía familiar que le permita tomar un mate en paz con los suyos.

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