Podría decirse que la comedia es, con diferencia, el género más veces enterrado y resucitado de cuantos cohabitan en el cine. Pues es tan cierto el ninguneo constante en premios y prestigios varios, como el voceo recurrente de distribuidores proclamando su regreso, especialmente en estos tiempos, en los que tanto necesitamos distraernos y dejar nuestros problemas a un lado. En el ámbito patrio además, el género parte -aún hoy- con el hándicap del maltrato reiterado (desde dentro y fuera de la industria, a veces con exceso de mala baba) durante los años noventa por una nómina de directores hoy defenestrados. No obstante, el boom de los apellidos vascos se avino a una suerte de reconciliación con el público, y desde entonces las majors españolas decidieron lanzar cada año una batería de propuestas que denotan escasa fe (lo de Ocho apellidos vascos no se lo esperaban ni los que la hicieron), aún menos presupuesto (suele ir vinculado con lo anterior) y grandes dosis de trile y apariencia, por si acaso sonara la flauta.

En esta marejada, los directores más asociados al género han ido capeando el temporal como buenamente han podido: con Martínez Lázaro salvado para los restos -al igual que Fesser-, y los productores pirrándose por las opciones más inocuas y televisivas (Dani de la Orden, Manuela Moreno, Nacho García Velilla), otros como Cuerda o Colomo andan pagando el peaje de una personalidad cinematográfica no exenta de irregularidades. Por suerte, Antes de la quema viene a suponer una noticia positiva y una entretenida conexión con el cineasta vivaz de Bajarse al moro y Los años bárbaros. A caballo entre la comedia de enredo y un thriller rebajado, la cinta entretiene y divierte pese a algunos chistes revisables y ciertas tramas en exceso reconocibles. Pero para cuando las costuras se muestran, merece la pena haber bajado la guardia y abandonarse al disfrute de un Salva Reina en su salsa, haciendo las veces de antihéroe chirigotero y youtuber.