Huelva

El código del hampa

  • Perro come perro

Un entierro y una paliza brutal que provocará la muerte de la víctima son el prólogo de este "thriller" de acción y de desmesurada violencia en diversas ocasiones. El título de esta película, que llama indudablemente la atención, y que es el contrario al predicamento tan periodístico y tan corporativo de "perro no come perro", ha dicho su director, Carlos Moreno, se inspira en la canción de Compay Segundo, interpretada por Henry Fiol, aunque el grupo Superlitio ha compuesto una canción propia que lleva el nombre de este film.

Los auténticos protagonistas de esta historia, que se mueve entre la venganza y el maleficio, son Peñaranda y Benítez. Ellos han roto las reglas del juego, el código del hampa que no está escrito. Un ámbito, entre el delito y el poco valor que se le da a la vida humana cuando pesan sobre todo los intereses más perversos, en el que manda El Orejón, un tipo sin prejuicios que sufre agorafobia y practica la brujería. Han sido contratados para una operación de la que no saben mucho. El primero guarda hace días una importante cantidad que se llevó en un oscuro allanamiento. Será el motivo principal de un destino fatal.

Hay una indudable mezcla de géneros en esta película con luces y sombras por partes iguales, que sigue en su estructura y en su puesta en escena, realzada sin duda por la ambientación natural que ofrece el escenario urbano y los alrededores de Cali, el clásico modelo del género al estilo Hollywood, con las peculiaridades propias justamente necesarias. De ahí la visualización de un caso que puede ser habitual en el cine, sobre todo de origen norteamericano, insisto, pero no tan usuales en el cine latinoamericano en general y en el colombiano en particular.

La película, que ha sido uno de los grandes éxitos del año en Colombia, sigue un continuo "crescendo" en su clima de violencia y agresividad, prodiga los gestos forzados y, en cierto modo, estereotipados, como si los intérpretes tuvieran que subrayar con su expresión facial ese tono exacerbado y sobreactuado. El director por su parte en diversos pasajes escenifica esa atmósfera violenta y cruel, alguna vez, como un ritual, solemnizando sus acentos más destacados. La escalada provocadora llega a la apoteosis en los últimos minutos, mientras un coro plañidero entona una especie de endecha fúnebre.

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