Martin Eden | Festival de Cine de Sevilla

Cuaderno de naufragios

Luca Martinelli y Denise Sardisco en una imagen de 'Martin Eden'.

Luca Martinelli y Denise Sardisco en una imagen de 'Martin Eden'.

Parece inevitable relacionar Martin Eden de Pietro Marcello con Lázaro feliz de Alice Rohrwacher. Ambas se abren paso entre el cine italiano y europeo de las dos últimas temporadas con una apuesta indisimulada por la fábula como esquema y por sendos personajes con inclinación a la pureza, a contracorriente del cinismo descorazonador que abunda en el orbe cinéfilo, dos personajes que arrastran cada película hacia un viaje de descubrimiento del mundo desde la bondad (rayana en la santidad incluso) y el tesón, desde el desafío de la solidaridad desinteresada o el hambre de saber y contar como motores para trascender la condición de clase.

Basada libremente en la novela homónima de Jack London, Martin Eden asume, como en anteriores filmes de Marcello (La bocca de lupo, Bella e perduta), esa frontera híbrida en la que el archivo irrumpe y se integra en la ficción como fogonazo poético de la memoria colectiva, como resonancia y fondo histórico en el que la peripecia individual de un marino empecinado en convertirse en escritor por el amor de una joven de la alta burguesía napolitana, encuentra su eco en las vidas pasadas de otros marinos y gentes humildes que se curtieron la piel y los rostros en el trabajo duro y las lágrimas en cada despedida.

Marcello borra así las fronteras del tiempo concreto de su relato (la música anacrónica, visible, también contribuye a este efecto de suspensión y extrañamiento), y lo hace en unas texturas analógicas que disuelven el presente en un poderoso aire de fábula por la que desfilan también el cuestionamiento del socialismo (a partir de Spencer), la eterna lucha de clases y la forja tozuda de una identidad artística que Luca Marinelli (premiado en Venecia) esculpe desde el cuerpo, la determinación y el asombro al desencanto, la rabia y la desesperación.

El 1909 prebélico atisbado por London encuentra así en un tiempo futuro y una Italia fracturada unas mismas claves sobre la decadencia del siglo XX y el presente, un mismo relato de lucha por los ideales, la política y el individuo, un mismo retrato del doble deseo que contar historias y trascender como camino hacia el amor idealizado cuyo destino final se fragua en la figura trágica de un hombre solo que se adentra en el mar.