Festival de Sevilla

Sokurov frente a los peligros del poder

  • El creador ruso presenta ‘Fairytale’ y expone su lúcida visión del mundo en el ciclo ‘Voces esenciales’

Alexandr Sokurov, fotografiado en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus).

Alexandr Sokurov, fotografiado en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus). / Lolo Vasco

El director ruso Alexandr Sokurov, que compite en el Festival de Sevilla con su último largometraje, Fairytale, una fantasmagoría en la que reúne en el limbo a los espectros de Hitler, Stalin, Churchill y Mussolini, recordó que en Alemania el führer "no habría podido hacer nada si el carácter alemán no lo apoya", y que en Italia "la gente lloraba o se excitaba escuchando los discursos de Mussolini", por lo que siempre anima a los ciudadanos "a votar a los políticos que defienden valores humanitarios y no tienen otro tipo de ambiciones".

En Fairytale, como en otros trabajos, el ganador del León de Oro por Fausto y merecedor del Premio Honorífico de la Academia de Cine Europeo se acerca a dictadores y gobernantes, figuras idolatradas por el pueblo, consciente de que "un hombre con poder es normalmente un desgraciado, y un hombre desgraciado es peligroso", opina un creador que ya había abordado a Hitler en Moloch (1999), a Lenin en Taurus (2001) y a Hirohito en El sol (2005), y que no deja de preguntarse por esa codicia que lleva a la enajenación. "¿Por qué Hitler, por ejemplo, cuando sabía que se iba a suicidar, no para la guerra, no firma la capitulación y evita así que sus hombres sigan muriendo? ¿Qué es lo que genera ese monstruo, ese tumor?", se interrogaba el cineasta en un encuentro en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus), que se programó dentro del ciclo Voces esenciales del Festival de Sevilla y en el que estuvo acompañado por la crítica y profesora Eulàlia Iglesias y la periodista Charo Ramos. Una charla –o una verdadera clase magistral– en la que no habló tanto del cine como de la vida y en la que el director de El arca rusa exhibió una impactante lucidez y se mostró en contra de los conflictos bélicos. "No existe objetivo político que se pueda obtener a través de la guerra", sentenció el autor.

Sokurov contó a los asistentes que vino al mundo en "un pequeño pueblo de Siberia, un espacio que hoy está inundado por una presa. La casa donde nací está bajo el agua", señaló sobre una infancia en la que creció junto a una familia "humilde" en la que los conciertos y las obras de teatro que escuchaba en la radio, y especialmente los libros "de Dickens, Flaubert o Tolstoi", y no las películas, le brindaron una educación de la que nunca se sintió seguro, pese a que llegó a diplomarse en el Instituto del Cine, al que había llegado por accidente tras conseguir un puesto en la televisión local, y donde paradójicamente vio reforzado su amor por la literatura.

"No existe objetivo político que se pueda obtener a través de la guerra", dice Sokurov

"Siempre advertí carencias de base", reveló. "He intentado compensar esa falta de estudios y por eso mis intereses son infinitos: la medicina, la política, Leonardo Da Vinci, la música de Penderecki...", enumeró un director que defiende que gracias a sus orígenes, esa "familia de campesinos y obreros", está del lado de "la gente sencilla" y asegura que "lo primero es ser un buen artesano, tienes que saber hacer algo en lo grande y lo pequeño". Sokurov asume que un creador que trata con esmero sus trabajos no tiene demasiada cabida en "la guerra que hoy vive el cine: el 90% de lo que se hace es simple mercancía con la que como espectadores perdemos horas y horas de vida", lamenta. Las películas, añade el cineasta, "no hay que verlas en un teléfono o en un ordenador. Las preguntas que plantea el cine hay que abordarlas en grupo".

Sokurov, autor de documentales sobre la vida militar como Voces espirituales y Confesión, precisó que su padre fue soldado "no por deseo propio" y explicó que el progenitor nunca quiso contarle su historia, cuando en la guerra "mataba con sus propias manos". El director cree que en Rusia "seguimos viviendo en un cuartel" y percibe a los militares como "seres débiles, como niños a los que visten, dan de comer, les dicen lo que tienen que hacer y a los que prometen que un día les darán una jubilación. Ser militar siempre me ha parecido un destino dramático", afirma Sokurov, que más allá de su vínculo familiar se interesa por el ejército "porque la literatura nos habla de los hombres pacíficos, pero ¿qué pasa por la cabeza de los hombres armados?".

El veterano, que en El arca rusa proponía un portentoso plano secuencia por los pasillos del Hermitage, habló también de arte y de su admiración por El Greco, al que ama por su combinación de "realismo, fantasía y libertad" y porque "él sufre por sus personajes, los hombres que retrata". Sokurov no expresa entusiasmo por los artistas contemporáneos, que en su opinión "no tienen fe, no tienen esperanza. Siempre nos quedarán, como cicerones, los artistas del Renacimiento".

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