Festival de Cine de Sevilla

Guédiguian: "El dominado repite con absoluta convicción el discurso del amo"

  • El director francés admite la dureza y pesimismo de 'Gloria Mundi' porque quiere mostrar "un momento histórico siniestro"

La mirada incisiva de Guédiguian (Marsella, 1953) en el Festival de Sevilla.

La mirada incisiva de Guédiguian (Marsella, 1953) en el Festival de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

Tras apartarse del cine político en su anterior trabajo, La casa junto al mar, el director francés Robert Guédiguian vuelve a mostrar su compromiso anticapitalista con una película que admite que pretendía ser tan dura y negativa como resulta Gloria Mundi. Es lo que le pedía el cuerpo para reflejar lo que califica como "un momento histórico siniestro". Un momento en el que la clase trabajadora habla de la "competencia" y la necesidad de "reformas para que la economía mejore". Para Guédiguian "lo alucinante es que el discurso del esclavo es el discurso del amo, lo cree y lo ha hecho suyo". Se trata de un fenómeno que considera reciente pero que se ha extendido de tal forma que, a su juicio, la clase obrera parece estar de acuerdo en olvidar lo que se ha conseguido durante décadas de lucha, los derechos que tanto costó conquistar. "El dominado repite con absoluta convicción el discurso del amo, incluso en las clases más favorecidas", lamentó en un encuentro para presentar su cinta este domingo en el Festival de Cine de Sevilla (SEFF).

Gloria Mundi cuenta de nuevo con la troupe habitual del director francés, liderada por su musa y pareja, Ariane Ascaride -Copa Volpi a la mejor actriz en Venecia-, Jean-Pierre Darroussin o Gérard Meylan. Y es que Guédiguian se hace acompañar en cada trabajo por el mismo equipo artístico y técnico que, dice, es como una compañía de teatro que le profesa fidelidad. Ya le ofrezca el director un papel principal o secundario. "Por muy insignificante que sea el papel, ninguno va a decir que no porque lo que importa es trabajar juntos. Primero es el proyecto y luego el papel", presume.

También como suele ser habitual en sus películas, el reparto incluye un alter ego de Guédiguian, en este caso representado por el abuelo biológico de la pequeña Gloria, recién salido de prisión para conocer a su nieta. Ese bebé representa "la esperanza" en un entorno de absoluto pesimismo. Precariedad laboral, estrechez económica y sentimiento de soledad rodean a los diferentes miembros de esta familia que sólo cuenta con la solidaridad entre ellos para tirar hacia adelante. La huelga convocada en la empresa del personaje de Ariane Ascaride que ella rehúsa secundar para estupor de su padre presidiario es el leit motiv para mostrar ese desencanto de la clase trabajadora que ha pasado de la resignación a asumir la necesidad de ser explotado.

Guédiguian considera que el desencanto, caldo de cultivo para los extremismos populistas, no es exclusivo de Francia

Un desencanto, caldo de cultivo para los extremismos populistas, que Guédiguian ve en la actual Francia de Macron y que considera que no es exclusivo de su país sino que se extiende por toda Europa. Y aunque su pensamiento es totalmente opuesto a la indiferencia ante la lucha, admite que la posición del personaje de Ascaride resulta "comprensible". "Su situación personal la obliga a no perder un día de trabajo, aunque sea un trabajo muy mal pagado", reconoce. A ello se suma que "en Francia, en los últimos 20 o 25 años las huelgas son un fracaso, no sirven para nada" y "esto siembra una duda en la mente del trabajador".

Sin embargo, lejos de defender bajar los brazos, Guédiguian opina que no sirven para nada "porque no hay suficientes, si hubiera más huelgas quizás funcionarían". Es ahí donde el militante anticapitalista convencido se manifiesta. Incluso para exponer que "el capitalismo se ha vuelto tan arrogante que para conseguir arrancar algún resultado, tristemente hay que usar la violencia". Recuerda que los chalecos amarillos estuvieron "meses y meses" saliendo a la calle en Francia "y hasta que no empezaron a armarla, Macron no concedió nada". En su opinión, pequeñísimas concesiones. Igual que es mínima la reclamación de los compañeros de trabajo de la protagonista de su película, abocados a hacer huelga por apenas "tres euros diarios para la comida".

Con todo, Guédiguian se resiste a quedar como un pesimista. Defiende que hay "islotes de esperanza" pues conoce a personas, asociaciones y organizaciones que luchan contra el sistema actual y con la imposición de sus principios y su asunción como dogmas. Pero con Gloria Mundi quiso centrarse en poner a la sociedad, especialmente a los trabajadores y desfavorecidos, ante su espejo. Quizás con la esperanza de hacerlos reaccionar.

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