THE QUIET GIRL | FESTIVAL DE CINE DE SEVILLA

Efectos de la dictadura de la golosina

La protagonista, y su madre de acogida, en la empalagosa 'The quiet girl'.

La protagonista, y su madre de acogida, en la empalagosa 'The quiet girl'.

The quiet girl (basada en la novela corta Foster, de Claire Keegan) es el debut en el largometraje del irlandés Colm Bairéad, quien era hasta ahora un director de televisión con los peores vicios derivados de una mala praxis. Su película, hablada en gaélico, declina los ritos de paso de la infancia en un bello entorno natural que contrasta abiertamente con las tribulaciones del corazón de su pequeña protagonista, enviada a vivir con unos parientes lejanos con motivo de la próxima maternidad de su progenitora.

La cinta de Bairéad (que oficia también como adaptador) podría usarse como el ejemplo perfecto de la dictadura del azúcar en nuestras sociedades actuales. Todas las vicisitudes dramáticas y soluciones de puesta en escena (incluidas, de rebote, fotografía y música) que acomete Bairéad nacen dictadas por la glotonería de un ojo bulímico y de un espíritu adicto a la golosina sentimental. No hay plano, encuadre, ralentí, corte, movimiento de cámara, escena o secuencia que no estén insufriblemente almibarados y envueltos en papel de celofán hasta el punto de que nos preguntamos si no habría sido recomendable repartir kits de insulina a la entrada de la sala.