Feria de Los Barrios

Los barreños, con San Isidro

  • Los vecinos acompañan la salida del santo tras la misa rociera oficiada en la parroquia mayor de la localidad. El recinto se llena de familias y jóvenes para aprovechar la jornada festiva en honor al patrón

La Villa demostró una vez más que quiere a su patrón, San Isidro Labrador. Varios centenares de personas presenciaron la salida del santo tras el oficio religioso con el que se abrió la jornada del viernes ferial y festivo.

La misa rociera comenzó a las 11:00 de la mañana tras el repique de gloria que sonaba desde el campanil de la centenaria torre que caracteriza a la parroquia barreña. El templo se llenó rápidamente de vecinos, encabezados por las autoridades municipales y las cortes infantil y juvenil de los festejos. Los bancos pronto quedaron ocupados, por lo que muchos escucharon las palabras del párroco local en pie. El conjunto rociero engrandeció la misa de gloria durante la hora que duró el oficio.

En la Plaza de la Iglesia, mientras tanto, muchos vecinos se congregaban poco a poco para presenciar la siempre esperada salida del patrón. También acudieron, fieles a su cita, varios jinetes con sus equinos engalanados como en las ocasiones especiales. La salida del patrón, a las doce y media, fue recibida por los barreños con aplausos. El cortejo recorrió las principales calles del centro de la Villa, sorteando en varias ocasiones coches aparcados en el itinerario -sancionados por la Policía Local-.

Mientras tanto, el recinto ferial se preparaba para vivir una de las grandes jornadas de la feria. Los repartidores avituallaban a las casetas para que todo estuviera a punto a la hora del almuerzo.

Los primeros en hacer acto de presencia fueron los caballistas, que cumplieron un año más con la tradición del paseo de caballos. Bellos corceles cuidados con esmero y bonitas calesas dieron una estampa más que andaluza a la Avenida 15 de Mayo.

A partir de las tres las calles del real y las atracciones estaban a pleno rendimiento. Los vecinos aprovecharon la festividad local para acudir a su feria. En las casetas llegó a ser incluso difícil pedir la comida.

La actividad continuó durante la tarde con la llegada de los más jóvenes. El rebujito y la cerveza corrieron por litros para saciar la sed de gargantas enrojecidas por horas de cánticos y exaltaciones de la amistad. La noche terminó para muchos, como suele ser habitual, en el puesto de churros con chocolate como fin a largas horas de fiesta.

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