El candidato es el mensaje

De aquellos que tomaron nota

  • La guerra del ‘pedrismo’ y el ‘susanismo’ en el PSOE no ha acabado, sólo es una tregua. Algunos nombres, como el de Rafaela Crespín en Córdoba, escocieron de forma especial en el aparato andaluz

Rafaela Crespín, candidata por Córdoba

Rafaela Crespín, candidata por Córdoba

ES una línea muy fina la que separa en política el éxito más absoluto del abismo que te puede enviar a tu trabajo de antes de la política, si es que lo tuviste. Y a veces no tiene nada que ver con cuántos te hayan votado. En política ganar es gobernar. Ése es el dicho. Y es cierto. Andalucía, en sus últimas elecciones, es un ejemplo prístino. El PP ha cerrado filas y sonríe desde San Telmo con los peores resultados de su historia. Pero ¿quién se acuerda de eso?

A estas alturas pocas dudas hay de que, si obedecemos al recuento de votos, el PSOE saldrá vencedor de la consulta del domingo, pero eso en sí mismo no es determinante. Hay otros elementos. Si otros elementos no funcionan, puede ejecutarse aquella velada amenaza de Susana Díaz tras conocer que Ferraz tocaba las listas presentadas desde Andalucía. “Tomamos nota”, dijo acerca de esa venganza fría con la que Pedro Sánchez se está cebando con su mayor enemiga política que, como es normal, milita en su mismo partido. Tomemos a Rafaela Crespín, (La Carlota, 1976) maestra de educación especial que apenas ha ejercido, alcaldesa de su pueblo, La Carlota, en su juventud, futura diputada por Córdoba por acudir en las listas socialistas, que son pedristas, como número dos por Córdoba, justo detrás del ministro Luis Planas. Fuera de Córdoba, naturalmente, Rafaela Crespín no es una persona conocida. Su trayectoria política es clavada a la de decenas de trayectorias políticas. Para empezar, Crespín tiene algo. Sabe moverse dentro de la estructura del partido.

Se afilió al PSOE con 21 años y con 24 años era la secretaria general de las juventudes socialistas de su localidad. Fue concejal, entró en la Diputación provincial y a través de Diputación, dentro del área de Servicios Sociales, se recorrió todos los pueblos y ganó adeptos. Se reunía con cientos, miles de vecinos, y derrochaba simpatía. Su gestión fue eficaz. Es querida en la Córdoba rural. A los 30 años ya era alcaldesa. Susana Díaz se fijó en ella pronto y en cuanto retiró a Griñán Rafaela Crespín ya formaba parte de su equipo más cercano. De hecho, se le consideró la número tres de Susana Díaz. Fue delegada de Gobierno de la Junta y estaba llamada a ser consejera.

Pero hubo un momento en que Crespín cometió un error táctico. Disputó la secretaría general de Córdoba y midió mal sus fuerzas. Pese a contar con el apoyo rural, no contaba con el apoyo del PSOE de la capital ni nadie en Sevilla que se lo hubiera pedido. Pagó cara su osadía y sin que el castigo fuera regresar a las aulas, penó por puestos orgánicos donde decidió su camino cuando el PSOEimplosionó. Había caído en desgracia y se hizo pedrista. Pedrista de última generación.

Cuando la victoria de Susana Díaz en las andaluzas se saldó con una derrota, Ferraz, tras un deseo inicial de abrirle la puerta y tirar la llave, contó hasta diez y pensó una mejor forma de meter el dedo en el ojo a quien humilló al nuevo líder, el líder al que Susana Díaz encumbró para derrotar a Madina y que luego ha acabado con la carrera política de Susana Díaz. Esa estrategia consistió en dejar que Andalucía presentara sus listas en Madrid y después tirarlas a la papelera.

En las nuevas listas tenía que haber nombres que escocieran. Por supuesto, lo peor fue cargarse al hombre de Susana Díaz en Madrid, Antonio Pradas, pero la maniobra de Córdoba tampoco fue pequeña. Caía de los puestos de salida la ex consejera y ex alcaldesa de Baena María Jesús Serrano, fiel al susanismo, y se le entregaba la consolación del Senado. En su lugar, para gran sorpresa incluso del socialismo cordobés, aparecía Rafaela Crespín.

Quienes conocen a Crespín hablan de una persona muy válida, pero es difícil pensar que estos asuntos (¿se acuerdan todo lo que se hablaba de primarias y esas cosas?) se diriman por cuestiones de validez. El pedrismo eligió a Crespín porque no hay nadie más fiel que un converso.

El consuelo que le queda a quienes salieron con el rabo entre las piernas de esa sesión de Ferraz es ese “tomamos nota”. Si Pedro Sánchez gobierna no habrá nada que hacer con esas notas, si, como Susana Díaz, gana y no gobierna, a Rafaela Crespín la estarán esperando en Córdoba. Aunque las batallas en política nunca acaban. Incluso para una amable maestra de educación especial.

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