Pedro Sánchez precipitó el fracaso de su investidura y la repetición de las elecciones con un único objetivo (alcanzar una mayoría más cómoda) y varios instrumentos que ayer se revelaron ilusorios: canibalizar a Unidas Podemos, morder también en el electorado centrista mostrando firmeza ante el independentismo, ampliar la brecha entre izquierda y derecha y acabar con el bloqueo de la política española del que ha sido responsable principal, aunque no único.

Ha conseguido todo lo contrario. El PSOE de Sánchez, en vez de subir, ha bajado; Podemos ha retrocedido, pero mantiene la consistencia suficiente para hacerse imprescindible en un hipotético Gobierno de coalición (el factor Errejón, que tanto gustaba al presidente en funciones, ha roto en irrelevante); los bloques de derecha e izquierda se mantienen en equilibrio, y el desbloqueo que haría posible un Gobierno estable está hoy más lejos que en abril.

El único logro relevante de la Operación Nuevas Elecciones ha sido el estruendoso triunfo de la ultraderecha. Ha llevado a Vox hasta el tercer puesto de la política nacional, con 52 escaños, sin por ello hacer recular al Partido Popular, que ha crecido en más de veinte diputados. Vox ha dejado de ser un partido marginal y extravagante. A partir de ahora es una fuerza importante, operativa e influyente, como sus colegas de Francia o Italia. Una conquista histórica de la socialdemocracia española que en manos de Sánchez ha tornado en la antítesis de lo que era el Partido Socialista Obrero Español.

El diagnóstico sobre el 10-N es sencillo: estamos como estábamos tras el 28-A, pero peor. El bloqueo continúa en plena forma, pero con un panorama más negativo: con el hundimiento del partido mejor colocado para superarlo (¡y todavía no ha dimitido Albert Rivera!) y una mayor presencia de los partidos independentistas e inconstitucionalistas.

Sánchez ofreció anoche de nuevo un Gobierno pregresista, o sea, con un vicepresidente llamado Pablo Iglesias, que ya no le quitaría el sueño, y un Frankestein con los grupos antiespañoles que no le van a dar su voto gratis. La otra salida posible sería la gran coalición con PSOE y PP como ejes o un acuerdo de investidura. Pedro no lo quiere y Casado, acosado por Vox, la rechaza por ahora. Estamos peor, efectivamente.

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